II - Una cita con la muerte

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Isco's POV

Habían pasado varios meses desde la muerte de Sara y parecía que ya estaba comenzando a levantar cabeza. Su muerte nos pilló muy desprevenidos a todos y supongo que es por eso que me está costando más recuperarme, porque no me esperaba que de una día para otro muriera. Aunque mi relación con Sara no era del todo verdadera sino que ambos estábamos juntos por la imagen, no había podido evitar cogerla cariño en los meses que llevábamos juntos.

Diana se había convertido en la persona que estaba pasando conmigo a través de todo esto, ayudándome a sobrellevar la situación y no dejando que me hundiera. La verdad es que valoraba mucho aquello.

Pero, pesar de todo lo que había hecho por mí, no podía evitar sentirme culpable cada vez que la veía, recordando aquel fortuito encuentro en los baños del Bernabeu la misma tarde que murió Sara. Mientras ella se estaba muriendo yo estaba poniéndole los cuernos con Diana, y eso no es que me hiciera mucho bien emocionalmente. Tanto Diana como yo éramos culpables de aquello y supongo que era eso lo que más nos apegaba.

Tenía que pasar página y pensé que lo mejor sería invitando a Diana a cenar. Ahora que estaba de camino a recogerla me estaban empezando a entrar las dudas respecto a mi decisión pero ya no había vuelta atrás, mucho menos cuando me paré frente a su puerta y toqué el timbre. De esta cita saldría lo que tuviera que salir, tanto si era bueno como si era malo.

—Hola— saludó la morena cuando abrió la puerta, asomando solo la cabeza y parte del tronco—. Voy a coger mi bolso y una chaqueta. Pasa si quieres, para que no esperes fuera.

Asentí con la cabeza y Diana se hizo a un lado, dejándome pasar al interior de su ático. Nunca había estado por dentro y la verdad es que me impresionó al principio la amplitud que tenía y lo bien decorado que estaba. La habría costado un dineral.

Me llamó la atención ver a un chico sin camiseta entrando en la sala de estar, tumbándose en el sofá como si la casa fuera suya. Pareció percatarse de mi presencia ya que se giró para mirarme de arriba a bajo, analizando el atuendo formal que llevaba consistente en un pantalón negro y una camisa blanca, para después esbozar una sonrisa casi burlona cuando su mirada paró en mi rostro.

—Tu debes de ser Isco— comentó sin borrar aquella sonrisa, gesto que me estaba poniendo algo nervioso.

—Así es— confirmé, tratando de sonar lo más neutro posible—. ¿Y tú quién eres?

El chico soltó una pequeña risa. Al parecer yo había dicho algo gracioso y no me había dado cuenta.

—Brett. Brett Talbot— respondió, elevando levemente el mentón—. Soy sólo un amigo de Diana, no tienes por qué ponerte celoso.

Alcé mas cejas algo sorprendido por su sinceridad, quedando sin respuesta alguna a su comentario por lo que opté esperar en silencio hasta que llegara Diana. Ya llegaba incluso a pensar que su armario era Narnia o algo parecido y se había perdido en su interior al ir a coger la chaqueta porque no me explicaba tanta tardanza.

—Ya estoy— anunció con voz apresurada, entrando al salón mientras guardaba algo en el interior de su bolso. Acto seguido alzó la mirada y me dedicó una pequeña sonrisa a modo de disculpa—. ¿Nos vamos?

(...)

—¿Que tal estos días?— preguntó la morena cuando el camarero se retiró, comenzando a coger los cubiertos para comer la ensalada que acompañaba su filete de buey.

Copié su acción y agarré el tenedor, haciendo un pequeño encogimiento de hombros mientras le daba la primera pinchada a mi merluza. —Bien, supongo.

Sabía perfectamente que se refería al tema de Sara, como cada vez que me hacía esa pregunta. Mi respuesta ya era automática y creo que de tantas veces que lo había repetido sonaba hasta convincente.

Diana asintió lentamente con la cabeza, tratando de disimular una expresión pensativa mientras seguía comiendo. La conocía lo suficiente como para saber que le estaba dando vueltas a algo, aunque tampoco hacía falta ser un lince para darse cuenta.

—Dispara— la animé a que me contara. La morena elevó la mirada de su plato y me miró con el ceño fruncido—. Sé que se cuece algo en esa cabecita. Puedes contarme si quieres.

—¿Por qué me has invitado a cenar, Isco?— soltó de repente con una mueca seria. Su expresión en seguida se tornó a una seria, casi sombría, y tenía que admitir que me daba cierto miedo cuando hacía eso. Parecía una asesina en serie.

—No lo sé. Porque quería— respondí algo descolocado—. ¿A qué viene la pregunta?

—Me gustaría saber si me has invitado porque verdaderamente quieres cenar conmigo o porque yo soy la segunda opción, la sustituta de Sara— explicó. Pude notar las dagas que me mandaba con su tono de voz—. No me gusta ser el segundo plato, Isco.

Me quedé callado unos instantes sin saber muy bien qué decir. La verdad es que la había pedido esta cita por ambas razones, porque quería pasar tiempo con ella y porque quería ver si Diana podía llenar el hueco que me dejó Sara. Lo último no es que sonara muy ético, pero supongo que la ética no era más que algo utópico.

—Quería agradecerte todo lo que has hecho por mí— me atreví a responder, tratando de aparentar la mayor naturalidad posible—. Además, me pareces una chica muy interesante.

Diana permaneció en silencio, manteniendo aún su mirada clavada en mí. Era como si pudiera atravesarme con sus ojos color esmeralda.

—Está bien— murmuró, volviendo a retomar su comida. A partir de ahí la cena tomó un mejor rumbo.

(...)

Diana metió la mano al bolso para rebuscar las llaves de su casa. La morena se había ofrecido para que tomáramos el postre en su casa ya que yo había pagado toda la cena. Sin embargo, creo su concepto de "tomar el postre" llevaba oculto un doble sentido y tenía que admitir que no me podía negar en ninguno de los dos casos.

Bajé un momento la vista al bolso de Diana, observando de forma curiosa cómo ella movía todo lo de dentro para intentar sacar las llaves. Fruncí el ceño cuando logré distinguir una llave de un material similar al plástico, recordándome al material que usaban las impresoras 3D. Pero no fue eso lo que más llamó mi atención. Esa llave la conocía de sobra. De hecho, yo tenía una copia igual que esa solo que en metal.

Era la llave de la casa de Sara.

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V de Vendetta |Isco Alarcón|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora