Capítulo 3: Anhelo y lucha

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Ahí estaba, pasando por debajo del tori, el arco rojo en la entrada del templo, vestido elegantemente con un kimono de color claro y un acolchado abrigo blanco al igual que sus elegantes guantes, renegaba internamente ¿Por qué los omegas varones debían vestir aquel tradicional atuendo femenino en ceremonias formales? El mismo no lo sabía, pero sonrió un poco después de soltar un corto suspiro que provocó una voluta de vapor, se daba ánimos, todos despedían un aroma alegre por lo que se estaba celebrando, no es que no estuviese feliz, sólo estaba extrañamente ansioso. Era un día nublado, se decía que posiblemente caería la primera nevada por la tarde, hacía bastante frío. Levantó la vista topándose por fin con la construcción de madera, misma que seguramente tendría por lo menos unos doscientos o trecientos años de antigüedad, quizás más, se descalzó al pie de la alfombra roja, caminando con rectitud ingresó y tomó asiento, entonces todo comenzó.

Las Miko agitaron los cascabeles que portaban en una barita en sus manos, el sacerdote comenzó su sermón, la pareja frente al altar se vio con amor cuando fueron envueltos con un largo collar de cuentas redondas, para después tomar el sake, mismo que sellaba su pacto con los Dioses. Yuuri en ese momento sintió un tirón en su pecho y sus ojos se humedecieron al ver a su mejor amiga llorar de felicidad, siendo calmada a duras penas por su ahora esposo. No podía imaginar que se sentía casarse, pero un hueco se alojó en la boca de su estómago, la incertidumbre.

Después de aquello, los presentes fueron guiados a una recepción en un precioso jardín privado del templo, donde ya esperaban otros invitados, Yuuri fue acomodado en una mesa con algunas de las amigas cercanas de Yuko, a decir verdad no le agradaban del todo un par de ellas pero sabía eran familiares de la recién casada, sólo debía soportarlas una hora o dos y largarse de ahí.



-Hola Yuri-kun –sonrió una de quienes específicamente no quería mediar palabra, una omega de larga cabellera castaña, maquillaje cargado de pestañas y uñas postizas.

-Hola –se limitó a ser cortés.

-¿Qué hay de nuevo? No te habíamos visto desde la graduación ¿No es así? –comentó volteando a ver a las demás chicas, un par de ellas asintieron, mientras otras parecían no querer entrometerse.

-Es verdad Yuuri-kun –le siguió otra, ésta al parecer una beta.

-Cuéntanos... -se acomodó mejor un chico, uno de los senpai que le tenía especial manía, mientras presumía descaradamente su argolla de bodas- ¿Ya encontraron a tu domador? –soltó una risilla.

-Siempre tan agradables... –sonrió fingido, repitiéndose una y otra vez que debía comportarse por su amiga, apretó sus manos bajo el mantel de la mesa, sintiendo su anillo bajo los guantes- No hablemos de mí, senpai, parece que se ha casado –intentó evadir la pregunta optando por la salida fácil, la vanidad de aquel hombre.

-¡Oh, lo haz notado! –soltó con regocijo, sonrojando sus mejillas- acabo de regresar de mi luna de miel –presumió.



La conversación siguió su flujo, uno banal y superfluo a su parecer, como detalles indiscretos y subidos de tono, así también la anhelante espera de cachorros, cumplir las ridículas expectativas de ama de casa ejemplar y el presumir de los bienes materiales del alfa, Katsuki sólo tomaba de su bebida, un té verde frío, rodando los ojos con mal disimulado desagrado, al poco tiempo apareció la pareja Nishigori, ahora la omega lucía un hermoso kimono rojo que la hacía ver hermosa, arrancándole un suspiro, estaba feliz por ella, se veía que le retocaron el maquillaje, seguramente debido a su momento emocional de hacía casi media hora, pero no importaba, era su día al fin y al cabo.



Dulce ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora