El click de la cámara anunció que su trabajo había llegado a su fin.
La rubia modelo al frente suyo suspiró y se levantó de aquella silla en la cual habían capturado su belleza. Todos sus movimientos siendo tan encantadores y gráciles como siempre.
Pasó frente de la morena, ignorandola, tal cual todos los días. No esperaba que aquella chica representación de un ángel, esa Afrodita en potencia, fuera a regalarle aunque sea una simple mirada a una persona tan común como lo era ella.
Sin embargo, por mas que siempre se reprendía por fantasear con una figura tan prominente en hermosura, nunca lograba dejar de mirarla como la creación más maravillosa del planeta, si es que no era del universo.
Estaba consciente que no tenía el derecho de mirarla con los ojos con la cual la veía, ella era tan solo una fotógrafa y aquella mujer era la modelo, el arte en sí. Un artista no puede enamorarse de su obra, por magnífica que sea, y mucho menos si aquella obra era una mujer, justo como ella.
Las personas no veían con buenos ojos aquella manera de mostrar el amor, a una persona que posee tu mismo género, con quien compartes el baño y vestidores. No aceptan que una mujer amara a otra, aún cuando fuera un amor lindo, verdadero y de esos que muy pocas veces se encontraban en la actualidad.
No podía evitar mirarla y sentir cosas por ella, con sus grandes ojos verdes aguamarina que brillan con inocencia, aquel cabello rubio como el trigo en el campo y su piel blanca como porcelana. Esa chiquilla que cautivaba a todo el mundo, con Bekka incluida.
Al mirarla sentía que no importaba lo que pensaran los demás, no importaba que tan mal estuviera o incluso si se iba a infierno. Tener el placer de observar a Yurievna, retratarla en una foto, capturar su belleza en un objeto, ya era entrar en el paraíso de la mano de un ser irreal y mágico.
Pasar junto a ella y tener la oportunidad de compartir un mismo espacio o incluso de oler su piel, era un fabuloso momento que el mundo le regalaba de vez en cuando. Escucharla oír de sus aspiraciones, verla trabajar hasta tarde, dar consejos a los nuevos, entre otra gran cantidad de cosas que hacen a Bekka enamorarse cada vez más de la rusa.
En ese momento hablaba junto a Miles, su pelirrojo compañero de trabajo. Soltaba pequeñas sonrisas de durazno y frambuesa, con sus pequeños y rosados labios que brillaban por el maquillaje.
Miles le revolvía el cabello de vez en cuando, causando pequeños pucheros y ceños fruncidos en la chica. La hacía ver tierna, dulce y graciosa.
Era de esos momentos en que le gustaría retratarla fuera de luces. Porque lucía mucho mas hermosa y natural cuando no estaba posando para la cámara, cuando sus expresiones eran espontáneas y genuinas. Tomarle una foto que le hiciera justicia, que la exhibiera tal y como era, con su mal humor y su tierna personalidad.
Y en esos instantes se daba cuenta de qué tan perdida y hundida estaba en aquel mar tan profundo en el que se sumergió al observar aquellos ojos por primera vez.
Sabía que su cordura estaba rota en su totalidad cuando se trataba de Yurievna.
Y no era la única que tenía conocimiento de ese hecho.
-¿Observando a la rubia rusa? -pregunta Gigi Leroy, la modelo canadiense de impacto en ese momento.
Sí, Gigi estaba entre ese porcentaje medio de personas que sabían de su enorme atracción hacia la rubia. Junto a la modelo japonesa Yuuri y su novia la ex-modelo y ahora mánager, Victoria Nikiforov; también su compañera Leah, fotógrafa estadounidense y el metiche de Yuki.
Quizá no era un número tan grande de personas, pero eran los suficientes para tener que pronto su "secreto" llegara a manos de Yurievna. Ese en el mejor de los casos, pues también alguno podría dejar salir por accidente algo en frente de sus jefes y acabar fuera del proyecto en un dos por tres.
-No sé que te sorprende, es algo común en ella -responde Issel, el prometido de Gigi.
No se había percatado de que estaba justo al lado de la modelo.
-Deberías hablarle por lo menos. Si no piensas confesarte puedes hacer otras cosas para conseguir estar cercana a ella.
Podría hacerlo, acercarse, hablarle e interactuar con ella más allá de lo necesario en el trabajo. Pero su cobardía la frenaba y se lo impedía.
Y si no podía acercarse a tener una conversación normal con ella, mucho menos podría contarle todos aquellos sentimientos que albergaba dentro. Ya se había resignado a ello, a vivir de un amor unilateral total de no contar todos aquellos revoloteos de mariposas y temblores que tenía cuando sus ojos enfocaban a la chica de etérea e irreal belleza. A sufrir y callar, guardando para ella todo sentimiento que fuera dirigido hacia la rubia de brillantes ojos verdes.
Dispuesta a aguantar todo el dolor que suponía la decisión de callar, porque reservar tantas emociones, pensamientos y anhelos eran una tortura. Ver como reía y que no fuera a su causa, observar como se sonrojaba, como disfrutaba y como regalaba pequeños destellos de su hermosura a personas que no lo aprecian en lo más mínimo con el mismo fervor que ella, era el peor castigo que se pudiera imponer. Y ella soportaba todo aquello sin rechistar o quejarse.
Aseguraba que era fácil llevar todo eso dentro de sí, pues la alegría que le proporcionaba contemplarla llena de felicidad y siendo querida por los demás, le bastaba para tomar las fuerzas y seguir con su llama interna de amor a la distancia. Que aunque le quemara el verla sonreír a otro, el solo hecho de que lo hiciera hacia la función de una pomada, porque era más importante que fuera feliz y resplandeciera por ello, que el hecho de no estar en su vida. Era más gratificante observar como otro le entregaba amor y que ella fuera agradecida de ello, que el hecho de no ser Bekka quien creara el brillo que siempre tenía al ser colmada de mimos por ese Miles.
No le importaba eso, ni el hecho de que no la conociera, no le importaba que le ignorara o que le hiciera de menos, que no le prestara atención y que pasara de ella. Porque el tan simple hecho de contemplarla alegraba sus días, el simple hecho de oír su voz y de poder ayudarla en su meta de triunfar en el mundo del modelaje, le hacía sentirse completa.
¿Qué más podía hacer si se había enamorado de ella?
-Lo siento, Gigi. Sé que quieres ayudarme, pero no le voy a hablar -respondió Bekka con una sonrisa, disfrutando de la imagen de la preciosa rusa-. Estoy bien así.
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N/A:
Nada, solo estoy aquí para decir que sí estoy clara de que Yurievna es el patronímico femenino de Yuri y no el nombre femenino, pero como no podía dejarle en Yuri ya que significa Jorge y me gasté todos los megas buscando un nombre decente, no me quedaba de otra.
Lamento eso.

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She [Fem!Otayuri]
Fanfiction«And she, means everything to me». Bekka observa desde lejos a Yurievna, porque el mirarla es inevitable. Y se siente un poco desdichada porque todos esos lindos sentimientos que tiene hacia la rubia nunca serán revelados ni mostrados al mundo. ...