Pacto con el diablo

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Pacto con el diablo



—¿¡Pero qué me estás contando!?

Garrett comenzó a dar vueltas alrededor de la habitación en la que se encontraba, mientras Daniel miraba a Reed a la espera de una explicación más contundente y Keith se quedaba en un estado de shock del que todavía no había conseguido salir.

Alguien había secuestrado a Elizabeth, y ellos acababan de enterarse de todo.

La policía intentaba guardar la calma. Reed era poseedora de una entereza admirable, aunque lo que acababa de presenciar la había pillado totalmente desprevenida, consiguiendo incluso helarle la sangre. Frunció el ceño, agitando la cabeza y exigiéndose a sí misma hacer memoria, pero todo había sucedido en una fracción de segundo, así que tampoco tenía mucho repertorio con el que poder dar más detalles.

—Eso es todo lo que sé —contestó finalmente, mirando a Daniel, que en aquellos momentos era el único parecía en sus cabales.

Garrett se paró en seco al escuchar aquello último y miró a Reed con los ojos realmente encendidos, estaba que hervía de sangre. No terminaba de comprender lo que acababa de decirle su colega. Era imposible que alguien se hubiese llevado a Elizabeth, se salía de todos los márgenes de previsión que él tenía hechos en la cabeza, y sentía como si algo dentro de él se estuviese rompiendo poco a poco. Una sensación que hacía mucho que no albergaba, y que no podía odiar más.

—¡¿Cómo que es todo lo que sabes?! —explotó, señalándola de forma acusadora—. ¡Has visto cómo se la han llevado y no has hecho nada!

Remy, que odiaba cuando alguien le levantaba la voz y más todavía que se dudase de su profesionalidad, se volteó para mirar a Garrett y lo enfrentó con una mirada retadora.

—¡Estaba en la otra punta de la calle cuando he visto cómo se la llevaban! —se defendió la policía, rugiendo—. Y tenéis suerte de que estuviese ahí y tengamos constancia del secuestro, si fuera por vosotros y vuestra lucha de testosterona ahora mismo estaríamos pensando que simplemente se ha largado. Agradece que haya sido yo la única con sentido común dentro de esta puta habitación, Strauss.

Garrett retrocedió unos milímetros tras escuchar aquellas palabras, Reed acababa de ser muy dura con él, pero en cierto modo le había estampado la realidad contra sus propias narices. Era cierto que Elizabeth se había largado al verlos a él y a Keith pelear, y si no lo hubiese hecho ella todavía seguiría allí. De pronto, a Garrett le invadió una sensación extraña y desagradable a partes iguales, como si algo comenzase a oprimirle el estómago. Sentía unas náuseas repentinas que le hicieron sentir un poco mareado.

—¿Te fijaste la matrícula del coche? —preguntó Daniel, intentando captar su atención para aminorar tensiones en el ambiente.

Reed lo miró y negó con la cabeza, apesadumbrada.

—El muy cabrón se la había quitado, pero el coche era un Mustang de '64, de eso estoy segura. Color ocre, para ser más exactos.

—¿Sabes si era hombre o mujer?

—Juraría que era un hombre por la complexión —respondió ella, mirando hacia otro lado para intentar recordar bien—. Pero tampoco pondría la mano en el fuego. Iba todo de negro, con un pasamontañas y todo.

Como agua y aceiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora