En familia
Jack se llevó el cigarro a la boca y aspiró el humo con parsimonia, la conversación con aquel muchacho había resultado más difícil de lo que imaginaba. Garrett le resultaba una persona sumamente complicada, un joven que tenía la cabeza hecha un lío de fábrica y que con todo aquello tan solo había conseguido aumentar el caos mental que ya llevaba a cuestas. Jack no era estúpido, ni tampoco tan deshumanizado como para no ser consecuente con la situación, así que entendía perfectamente que el chico necesitase su tiempo para procesarlo todo, pero ya se estaba pasando.
Miró el reloj y comenzó a impacientarse, sabía dónde se encontraba a Claire y lo ideal sería partir cuanto antes para poder encontrarla. Ya llevaban un retraso considerable porque con todos los arranques de ira de Garrett la confesión sobre el plan se había retrasado considerablemente, si encima ahora tenía que esperar a que el policía saliese de su estado de shock les iban a dar las uvas. Además, no era prudente quedarse allí durante mucho tiempo, si aparecía alguna patrulla pasaba por ese lugar las cosas podían ponerse bastante feas. Y no solo para él, sino también para Garrett por acompañarlo.
Apoyado en uno de los laterales del vehículo, Jack miró a Garrett, que se había sentado a lo lejos. Mantenía el ceño fruncido y llevaba ya medio paquete de tabaco fumado. El criminal no pudo dejar escapar la idea de que a ese paso aquel chaval terminaría muerto por cáncer de pulmón antes de llegar al medio siglo de vida.
En un momento dado, los ojos de ambos chocaron. Garrett había alzado la vista del suelo, topándose con los ojos azules de Jack, tan grandes y profundos como los que tenía Elizabeth, que también compartía con su hermano Keith. Jack escrutó al joven concienzudamente desde la distancia, tenía una similitud pasmosa con Wilhelm. Ahora que lo observaba con un mayor detenimiento, podía apreciar las facciones de su mejor amigo en él, rejuvenecidas gracias al poder del legado genético. Aunque Garrett era algo más alto y lánguido que Wilhelm, conservaba aquella mirada fría y dura, las facciones marcadas y la nariz ligeramente más larga de lo normal. Era como una especie de viaje en el tiempo.
Garrett apartó la mirada, no podía sostenérsela, no a él. En aquellos instantes, dentro de sí mismo se impartía una lucha que era incapaz de controlar. Todo lo que se había ido resquebrajando durante los últimos meses había llegado a la culminación total, a la destrucción absoluta de las estructuras de su vida, y todavía no sabía si sería capaz de afrontarlo todo manteniendo la compostura.
En un principio pensó en no creerlo, en hacer caso omiso de las palabras de aquel hombre que, de seguro, no serían más que un truco para engatusarlo. Pero su intuición y la precisión de los datos, las fechas y las piezas tan perfectamente encajadas le decían que no era ninguna broma, que todo lo que decía iba muy en serio y que aquello era cierto, real y tangible. Y lo peor era que, cuando se había convencido a sí mismo de que desgraciadamente habría de creerle, Jack le soltó las mayores bombas que jamás había recibido.
Garrett, que durante muchos años había mantenido a raya sus sentimientos, ocultos bajo toneladas de autodisciplina y hermetismo emocional, se sorprendió viendo como los misiles que Jack acababa de enviarle rompían del todo su duro muro de hormigón y dejaban salir una serie de emociones que resurgieron del olvido de la forma más voraz y agresiva que jamás hubiese imaginado.
Ahora sabía toda la verdad, y esa verdad no solo concernía a Claire y lo que había sucedido con ella hacía trece años, sino también a él mismo y a su origen, al verdadero lugar del que provenía. Se negaba a aceptar eso, no quería ni pensarlo. Intentaba borrar las palabras de Jack, lapidarlas como había lapidado años atrás todo resquicio de humanidad para protegerse de las debilidades humanas, pero no podía. Aquello volvía a su cabeza una y otra vez, como un taladro que atacaba su cráneo sin piedad alguna.
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Como agua y aceite
General FictionDesesperada por encontrar piso, Elizabeth termina conviviendo con tres hombres, a cada cual más extravagante. Pero sin duda, en la escala de capullos se destaca como Rey de los cretinos el imbécil, huraño y déspota de Garrett Strauss, un verdadero i...