Capitulo 09

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Así que estaba pasando por algo hormonal, ¿o qué? ¿Estaba soltando feromonas 
"raritas"? Si era así, ¿las podía embotellar? ¡Las mujeres pagarían un pastón por tener 
esta habilidad! 

Dos días después, todavía no había llegado a ninguna conclusión sobre lo que 
estaba pasando. Tampoco lo había comentado con nadie. No había visto a Zayn para 
nada desde el domingo. Había visto a Liam, pero aparte de una sonrisa elocuente —
lo que no era para nada algo raro en él, puesto que siempre tenía extraños 
pensamientos rulando por la cabeza— no había dicho o hecho nada que revelara lo 
que había pasado. Por supuesto, habíamos estado con Louis todo el tiempo, así que 
tampoco había mucho que decir. Normalmente cuando algo grande o extraño 
sucedía en mi vida, hablaba con Louis sobre ello, pero no me sentía cómoda trayendo 
el tema a colación. A él no le había gustado demasiado hablar sobre Harry —no le 
había gustado Harry, punto— y no estaba segura de que disfrutara escuchando las 
habilidades sexuales, de cualquiera de nuestros amigos, de alguien con experiencia 
de primera mano. 

Contesté mis llamadas de apoyo en el trabajo, pero no fueron una gran distracción. 

Una vez colgaba, apenas recordaba rellenar mi informe y guardarlo. Mi mente seguía 
regresando a... ellos. 

Zayn había sido maravilloso. Gentil y amable y estupendamente apreciativo. Liam 
había sido... sorprendente. Jamás me hubiera imaginado que tenía un hombre lobo 
en su interior. Después de mucho analizarlo, decidí que no lamentaba ningún 
episodio. No estaba tampoco muy segura de querer repetirlos, lo que creaba un 
nuevo dilema. Había estado trabajando en un guión mental sobre lo que decirle a 
Zayn o Liam cuando finalmente acabáramos hablándolo.

Hasta entonces, sólo tenía mis pensamientos. 

—Hey. 

Sobresaltándome, miré hacia arriba. Louis había deslizado su silla de su cubículo al 
mío. Las líneas de su camisa verde y azul estaban típicamente arrugadas, haciendo 
juego con su pelo, que estaba un poquito más largo de su look habitual justo-debajode-la-oreja. Iba más desaliñado de lo normal, pero en él quedaba bien, siempre. Así 
que ¿cómo sería dormir con él? 

¡Stop! Volví a bajar la cabeza, esperando no estar sonrojándome. 

—¿Estás presente y lista para hoy? 

—Estoy presente —me encogí de hombros, quitando un clip de papel 
distraídamente—. No en este "hoy" —dije entre dientes, cogiendo una lata de Pepsi 
de al lado de mi teclado, consternada por encontrarla caliente y medio vacía. 

—¿Qué hay de nuevo? 

Cuando no respondí, acercó más su silla. Sentí su mano en mi hombro y me negué 
a dar crédito al ligero temblor en lo profundo de mi estómago. Caliente. Macho. 
Fuerte. Lo quería en mi piel desnuda. 

Venga, hombre, ¡contrólate! 

—¿Quieres hacer un descanso? —Traducción: "¿Necesitas hablar?". Reconocí la 
voz de puedes-decirme-lo-que-pasa. Normalmente la agradecía. 

El problema en mi actual estado mental era que la traducción sonaba más como 
"¿Quieres que follemos?" y estaba horrorizada al sentir la humedad acumulándose 
entre mis muslos al pensar en ello. Así que, no. No para lo que imaginaba que había 
oído y no para lo que en verdad había querido decir. ¿En serio quería tener la 
discusión de "¿sabías que soy una guarra y no te imaginarías quién puede dar fe de 
ello?" Todavía no. 

Así que negué con mi cabeza y me recliné en la silla para que su mano resbalara. 

—No. Estoy bien. Sólo... —sonó mi teléfono y sonreí a modo de disculpa antes de 
tomar la llamada.

—¿Te hace una cerveza en el Bull? —preguntó más tarde ese día, mientras nos 
dirigíamos a las escaleras que nos llevarían al aparcamiento. 

—No, esta noche no. Estoy cansada. 

—¿Y si voy a tu casa? Los "Padres" juegan con los "Mets" esta noche. —Oh, sí, 
claro. Si venía a mi casa tenía la sensación de que mi recién desarrollado apetito 
sexual no nos dejaría ver mucho del partido. 

Negué con la cabeza, bajando las escaleras zigzagueantes. Dichas escaleras eran un 
sitio cavernoso y con eco y no estábamos a solas, lo que dificultaba la conversación. 
Así que se esperó hasta que cruzáramos la puerta anti-incendios del nivel inferior y 
llegamos al pavimento rugoso y negro. De hecho, esperó hasta que abrí mi coche 
antes de preguntarme: 

—____, ¿estás bien? 

—Estoy bien. —Mmmm, seguramente una respuesta demasiado corta. Un vistazo 
hacia él confirmó que no se lo había tragado. Sonreí mientras me dejaba caer en el 
asiento del conductor—. Deja de mirarme así. Estoy bien. 

Él no me creyó, lo veía, pero sólo asintió. 

—Llámame si me necesitas. 

Sonreí. 

—¿No lo hago siempre? 

* * * 

Justo cuando pensaba que las cosas volvían a la normalidad, el jueves Niall me 
dejó atónita. 

Apareció por mi cubículo y dejó caer un sobre familiar. 

Miré la cosa como si tuviera ántrax dentro.

—¿Qué es eso? 

—Dos entradas para ver a los "Dodgers" y los "Giants". 

Gemí. Mi equipo favorito jugando contra sus archienemigos cuando ambos 
estaban en la lucha por los playoff. Este partido no era de perdérselo. Por si acaso, ya 
lo tenía programado en TV. 

—¿Dónde las conseguiste? —Mirando hacia arriba, vi a Niall sonriéndome de 
oreja a oreja. 

—Contactos. ¿Quieres ir?

Un movimiento por detrás de él captó mi atención. Louis estaba de pie con los 
brazos sobre lo alto de la separación entre nuestros cubículos, escuchando. 

Cautelosamente, cogí el sobre y saqué las entradas, necesitando verificar su 
autenticidad. Gemí de nuevo al ver que eran buenas de verdad, de los asientos de 
abajo. 

—¡Mierda santa, tío! ¿De dónde has sacado estas? 

Se hizo el interesante. Niall vivía para los deportes. Béisbol, baloncesto, fútbol, 
tenis, golf… nómbralo y seguro que él estaba en ello. Apenas veía nada en televisión 
que no fuera ESPN o Fox Sports, y era una fuente de estadísticas andante. 

—No fue fácil, pero tengo un amigo —dijo Niall con una sonrisa de orgullo, 
mirando a Louis. 

Me mordí el labio inferior. 

—Apuesto a que no. 

—Así que, ¿quieres ir? 

—¿Eh? 

—¿Quieres ir? 

—¿Tú y yo? 

—Sip.

—¿Por qué?

—¿Eh? —cualquiera diría que le había dado un manotazo en la frente. 

Detrás de él, Louis frunció el ceño. 

—¿Por qué me lo estás pidiendo? ¿Qué hay de aquella chica de la cafetería? —
levanté el sobre hacia él, reacia a dejar pasar tal evento, pero recelosa de estar a solas 
con otro de mis mejores amigos—. Deberías pedírselo a ella. 

Niall parpadeó. 

—Hum, no la conozco tan bien —miró a Louis, y luego a mi otra vez—. Además, a 
nadie le gustan los Dodgers como a ti. Pensé que saltarías ante la oportunidad. 

Cierto. Nacida en LA, me había trasladado por la universidad y me había quedado 
aquí en la costa central por el trabajo y la compañía. Aunque añoraba mi Big Blue 
Wrecking Crew y mis amigos lo sabían. 

—¿Y por qué le pediría a una chica que casi no conoce hacer ese viaje? —Añadió 
Louis—. ¿Y si se daba cuenta a medio camino que de no le gustaba la chica? Es otra 
hora y media hasta allí y tres horas para volver después del partido —se encogió de 
hombros. 

Niall asintió. 

—Seh. —Posó su esbelto culito embutido en tejanos en mi mesa, demasiado cerca 
para mi paz mental últimamente, pero no más cerca de lo que solía—. Vengaaa, sabes 
que quieres. 

Miré el sobre, todavía estrujado entre mis dedos. Sonriendo, tomé las entradas de 
nuevo. 

—Tendremos que salir el viernes a mitad del trabajo. 

—¿Y? 

—¿Lo arreglas tú con Young? Es mañana.

—Sí, ¿y? Dirá que sí. Tienes tiempo extra que gastar. —Niall trabajaba en 
contabilidad y salarios, no como Louis y yo que estábamos en soporte técnico. Así que 
él sabía en serio si tenía tiempo extra. Sorprendiéndome, me dio golpecitos en el 
hombro—. Pensé que te animaría. 

Le miré a los ojos, de un bonito azul rodeado por espesas cejas marrones. Culpa. 
Esto era culpa. Todavía se sentía mal por haberme presentado a Harry. ¡Diablos!

Conociendo a Niall, realmente me estaba intentando hacer sentir mejor. Yo estaba 
viendo motivos ulteriores en un gesto puramente inocente. 

—Bueno... —sonreí. 

Louis resopló y se volvió a dejar caer en su lado del cubículo. 

—Oh, venga, pero si vas a ir. 

Resultó que tenía razón. 

* * *

Salimos de la oficina a las doce del viernes. Vestida con mi jersey azul y blanco y 
mi gastada gorra de los Dodgers en la cabeza, me subí al asiento de pasajeros del 
enorme Explorer de Niall y partimos. Escuchamos otro partido en la radio por 
satélite casi todo el camino, cambiando a la lista de música favorita de su ipod 
cuando el partido se ponía realmente aburrido.

Era genial. Niall era Niall, lleno de deportes y de risas. Tenía esa exuberante 
inocencia en él que le hacía parecer siempre joven y bullicioso, a pesar del hecho de 
que tenía casi mi misma edad. A mí no me iban tanto los deportes como a él, pero 
sabía lo suficiente de MLB para seguirle. El trayecto por la costa era bonito, y el aire 
de finales de verano era lo suficientemente agradable como para que no encendiera el 
aire acondicionado y abriera las ventanas. Miré las olas cuando pude. Fue algo 
decepcionante llegar al Dome repleto de humo de LA, pero la anticipación del 
partido compensaba. Los asientos eran tan fabulosos como pensábamos. El amigo de 
Niall tenía entradas de temporada, tercera base justo en línea con la primera base. 

Era una sección en la que, en mis muchos años de venir al estadio de los Dodgers, 
todavía no me había sentado, así que fue divertido. Me metí en la excitación del 
partido y me perdí en él durante el tiempo que duró. Lo pasé muy bien, aunque 
ganaran los Giants. 

Como fue un 2 a 1 cercano a shutout que casi se convirtió en dos lanzamientos 
extras, la excitación mantuvo a todo el mundo en sus asientos hasta el mismísimo 
final, así que el aparcamiento estaba hasta los topes. Tardamos casi una hora en 
llegar a la I-5 y salir del tráfico, y para entonces era medianoche. 

—Ey, tengo hambre —dijo Niall, la autopista estaba frente a nosotros—. ¿Tienes 
hambre? 

Estimé cómo estaban los perritos calientes y la cerveza de mi estómago. No había 
dejado mi asiento desde el tercer lanzamiento, así que aquella triste excusa de 
comida se había desvanecido hacía horas. 

—Comería algo. 

Condujo saliendo de la ciudad y encontramos un restaurante abierto toda la 
noche. Pedí sándwich de pollo y Niall una hamburguesa y un BLT con ensalada.

¿Mencioné que es un atleta? Seh, bueno, también tiene ese genial metabolismo que le 
permite comer como un toro y no ganar peso jamás. Bastardo. 

Cuando acabé, él todavía estaba comiendo, así que me di un homenaje con un 
helado con caramelo derretido. El agradable día y el partido animado me habían 
puesto de buen humor. No me di cuenta hasta que estuve a mitad de cucharada de 
que estaba murmurando hum-hum y que él me estaba observando. Finalmente noté 
que no había movimiento al otro lado de mi mesa y levanté la vista, sacando la 
cuchara de mis labios. Su mirada estaba en la cuchara, un trozo de carne, olvidada, 
entre sus dedos. 

Oh-oh. De golpe, fui bastante consciente de que él era un hombre y yo una mujer. 
Era una de esas miradas. Maldición, me las había apañado para olvidarme del sexo 
durante unas horas, y ahora volvía como un maremoto, haciéndome retorcerme un 
poco en mi asiento. 

—Harry es un maldito idiota —declaró Niall, levantando los ojos hasta encontrar 
los míos—. ¿Cómo te pudo herir? —Un poco de su acento sureño nativo se dejó notar 
en la frase. Desafortunadamente, eso lo encontré sexy. 

Más seguro mirar el helado con caramelo que tenía frente a mí. 

—No es culpa tuya, Niall.

—Pero yo lo siento. Cuando os presenté pensé que te trataría bien. —Ay, 
maldición, ahí estaba otra vez el acento. "Bien" apenas tiene dos sílabas. Debía estar 
cansado. 

—Durante un tiempo lo hizo. —Levantando la cabeza para otra cucharada, le pillé 
mirando de nuevo. 

Meneando la cabeza, se recostó y empujó apartando el plato vacío y cogió su 
servilleta. 

—Es un maldito idiota. 

Ay dios, ¡pero qué bonita mandíbula tenía! Incluso bajo la suave sombra de barba 
que le había crecido, la graciosa línea de debajo de su oreja, donde el cuello se unía 
con la cabeza, bajaba hasta su barbilla suavemente redondeada. Sin la barbita y el 
corte de pelo masculino, Niall podría casi ser andrógino. De cara, por lo menos. Tal 
vez no tanto de cuerpo. Tendría que perder un montón de tono muscular de su 
cuerpo para parecer una mujer. Mmm, músculos bonitos, mostrados por sus ceñidas 
mangas del jersey. Sus habituales pelos de punta rubios estaban apelmazados por 
haber llevado y sudado una gorra todo el día. Creo que casi lo podría oler y, 
desafortunadamente, el olor no me repelía. 

A diferencia de con Zayn o Liam, el tema de salir en pareja había surgido entre 
Niall y yo una vez, brevemente. Igual de rápido lo habíamos dejado estar de mutuo 
acuerdo. No lo habíamos mencionado más. Y en verdad no debería mencionarlo de 
nuevo. 

Pero si era sólo sexo... 

No, me dije firmemente, raspando el caramelo fundido del fondo de mi plato con 
la cuchara. 

Aún así, volví a cambiar de posición en mi asiento, las costuras de mis tejanos 
presionando en un lugar delicado. 

Levanté otra cucharada llena de helado y caramelo caliente hacia mis labios, 
intentando no ser sugestiva. Pero un recuerdo repentino de Harry y su precioso 
cuerpo duro y cómo solía extender chocolate por mis pechos y luego lamerlo, hizo 
eso imposible. La fría cucharada acarició mi lengua, seguido por un caliente uouuou-uou chocolate y mis labios se cerraron sobre la cuchara asegurando que los 
suculentos sabores no desaparecieran. Era demasiado tarde para suprimir el suspiro 
que me salió por la nariz mientras devoraba la cucharada. Abriendo los ojos, le vi 
observando de nuevo. 

No estaba intentando seducirlo. De verdad. El helado era así de bueno. 

Ya. 

Con una sonrisita, Niall apartó aun más sus casi vacíos platos y llamó a la 
camarera por la cuenta. 

Salimos del restaurante y volvimos al Explorer. Niall encendió el coche y el dial 
de deportes de la radio empezó a soltar una disertación sobre la carrera de un famoso 
jugador del extremo del campo y la sospecha de drogas. Pero Niall no puso en 
marcha el coche. Quedó sentado mirando por el parabrisas un buen rato, ambas 
manos en el volante. Yo estaba callada. Me miró, y luego otra vez adelante. 

Miré por el parabrisas también y casi gemí. Lo vi. Una enorme señal verde y 
amarilla. Holiday Inn. "Libre" parpadeaba debajo de ella.

Sigue adelante. Pero tenía un presentimiento. 

—Ey, ____ —empezó, con la voz profunda incluso aunque se esforzaba por no 
tenerla—, estoy realmente muerto. 

—Ha sido un día muy largo —concordé, con voz suave. 

—¿Qué opinas de pasar la noche aquí y conducir mañana por la mañana? —Oh, 
seeeh, el acento sureño era algo tangible en el coche, como una cálida manta bajo la 
que acurrucarse. 

—Nos perderemos el partido. —Sóftbol. Vida normal. Probablemente no debería 
hacer esto. Olvidar el hecho de que ninguno de los dos había empaquetado una 
maleta. 

Él asintió lentamente. Sus manos regresaron al volante y se giró un poco hacia mí, 
con un gran hombro apoyado contra el respaldo de su asiento. 

—Es que creo que no puedo. A menos que... —podía ver la preciosa curva de sus 
pestañas, pero las luces de los coches al pasar y las farolas hacían sus ojos mucho más 
oscuros de lo que eran. El oscuro concordaba con el peso de su mirada—, tú puedas 
conducir. 

¡Claro! Nos tendría a los dos en casa en un abrir y cerrar de ojos. En vez de eso, me 
lamí los labios y me incliné un poco hacia él. 

—Tampoco creo que pueda. 

Él me miró. Yo le miré. Los coches al pasar dieron luz a su cara, luego sombras. Un 
anuncio de Budweiser reemplazó al informe de cotilleo, un gran camión hizo 
retumbar el pavimento cuando nos pasó. Su cara se acercaba más. ¿Yo me estaba 
inclinando otra vez, o era él? Tal vez ambos. No importaba. Su mano llegó, dedos 
callosos rozando mi barbilla antes de subir hasta mi gorra y apartarla. 

Nos estábamos besando. 

Era extraño. Sólo se tocaban nuestros labios, nada más. Mis manos continuaron 
plácidamente en mi regazo, mi codo en la consola entre nosotros. Ambos estábamos 
en incómodos ángulos. Pero era agradable. Realmente agradable. Tenía unos labios 
suaves y flexibles, y parecía un poco indeciso al usarlos, no tanto incitante como 
dubitativo, lo que me hizo inclinarme más. Su boca se abrió ligeramente, pero no 
había lengua, sólo un masajeo de labios, lo que era tanto agradable como frustrante. 

Cuando mi costado empezó a darme punzadas por culpa del extraño ángulo, me 
separé. 

—Uau —susurró él. 

—Seh. —Igual de susurrante. 

Se lamió los labios. 

—Dilo y conduciré a casa.

Mirándole los labios, meneé la cabeza. 

—Es realmente tarde. 

Niall condujo por la calle, aparcó, y salimos. No nos tomamos de la mano. No 
soltamos risitas. No hicimos ninguna de esas cosas que harían los amantes. Intenté 
no pensar demasiado en lo que estaba pasando porque si lo hacía, me acojonaría. Le 
seguí a la brillantemente iluminada entrada hasta el mostrador de recepción y me 
mantuve justo detrás de su brazo izquierdo mientras él saludaba al recepcionista. 

—¿Tendría una habitación para pasar la noche? —dijo mientras metía la mano en 
su bolsillo buscando la cartera. 

—Por supuesto, señor —un vistazo educado hacia mí—. ¿Doble o con cama 
matrimonial? 

—Matrimonial. 

Él sabe que vais a tener sexo. Tanto el recepcionista como el hombre barriendo el 
suelo detrás de nosotros podían ver que no teníamos equipaje. 

Uau. 

Niall me estaba mirando. 

—Habitación cuatro doce. —Él blandió la llave-tarjeta en su funda verde.

Asintiendo, giré y me encaminé hacia el ascensor. Había un hombre guapo en 
quien confiaba siguiéndome a una habitación para pasar la noche. Mi curiosidad 
estaba azuzada y cosas en la parte baja de mi cuerpo estaban empezando a caldearse 
en respuesta. 

—____. 

Le observé mientras las puertas del ascensor se deslizaban hasta cerrarse. Cuando 
él dio un paso hacia mí, le respondí con un paso a mi vez, levantando mis brazos 
para rodearle el cuello mientras nos deshacíamos en otro beso. Le cogí la gorra de la 
nuca antes de que cayera al suelo. Esta vez era menos dubitativo. Tal vez la 
capacidad de usar su brazo para agarrarme le hacía ser más audaz. Aunque todavía 
nada de lengua. No, espera, un dulce roce contra mi labio inferior... 

Ding. 

Se apartó de mis brazos, recolocándose la gorra en la cabeza y tomando mi mano 
libre en la suya para sacarme del ascensor. 

El vestíbulo estaba desierto mientras caminábamos, mirando adelante, 
apretándonos los dedos el uno al otro. 

Pasó la llave por la cerradura y mantuvo la puerta abierta para mí. Entré en 
nuestro nido de amor y miré alrededor. Una cama matrimonial enorme cubierta por 
uno de esos edredones de hotel horrorosos, verde y amarillo, debajo de una pintura 
abstracta con más o menos los mismos colores. Una bonita ventana grande con el aire 
acondicionado, justo debajo, ya en marcha. También había una butaca con una 
otomana y un escritorio con aspecto poco sólido. 

Le oí soltar la tarjeta-llave y lo que sonó como su cartera y llavero sobre el 
escritorio. Fuertes manos cayeron sobre mis hombros, su cercanía calentando mi 
espalda incluso aunque todavía no me había tocado.

—No tenemos por qué hacerlo. —Ese gruñido sexy llegó por detrás de mi oreja—. 
Podemos sencillamente dormir. O hablar. 

Asentí. Nada de hablar. Si empezaba a hablar, saldría con motivos para no hacer 
esto. 

—Podríamos. —Y podríamos. Ya habíamos tenido largas conversaciones en otras 
ocasiones. Aunque nunca de noche, solos en una habitación de hotel con una cama 
solitaria mirándonos. Girando mi cuello, coloqué mi rostro muy cerca del suyo.
Echándome hacia atrás, descansé algo de mi peso en su fuerte pecho—. ¿Es lo que 
quieres? 

Unos labios rozaron mi cuello. Hombre valiente. Tenía que estar cubierta del 
polvo del estadio y de sudor, pero no pareció importarle. 

—No. No realmente. —Un brazo se deslizó alrededor de mi cintura. Jesús, era 
fuerte. Podía sentir el potencial de los músculos empaquetados que me rodeaban—. 
Pero si estás incómoda... 

Me giré entre sus brazos. Extendiendo mi mano sobre su corazón, miré arriba a 
esos deseosos ojos azules. 

—Si... hacemos esto... —para mí era importante dejar esto bien claro con Niall 
antes de que sucediera nada—, esto es todo lo que será, ¿de acuerdo? Sólo sexo. 

Una Para El Equipo (One Direction y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora