Capítulo 2 "La montaña"

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Lo primero que sentí cuando volví a abrir los ojos fue la cálida luz del sol que iluminaba mi rostro. Pasó un buen rato hasta que mi vista se acostumbró a tanta luz. Estaba tumbada sobre el césped de un enorme prado, repleto de flores. 

Intenté reincorporarme como pude y miré a mi alrededor. Nada. A lo lejos solo se podía divisar una enorme montaña verde, repleta de árboles. La brisa mecía suavemente mi cabello y, consciente ahora de mi respiración, pude inhalar el aire puro que llenaba el prado. 

Sentí mi cuerpo ligero, casi como si estuviera flotando, y me dio la sensación de que aquello no era más que un sueño. No recordaba cómo había llegado hasta allí. ¿Dónde se encontraban los hombres de negro?, ¿había logrado escapar de ellos? Todo eran imágenes borrosas y yo estaba muy confusa. 

Comencé a caminar por aquel prado en busca de respuestas, angustiada por no saber dónde me encontraba. Me dirigí hacia la montaña, a sabiendas de que no tenía otro lugar hacia el que dirigirme. Aquel lugar era completamente extraño, no se trataba del bosque que ella muy bien conocía ni de ningún otro lugar en el que hubiese estado antes. 

Solo esperaba toparme con alguien que pudiese despejar todas esas dudas que me atormentaban. Cada vez estaba más cerca de la montaña, y empecé a darme cuenta de lo inmensa que era en realidad. No sabía lo que haría cuando llegase a ella, aunque realmente lo que realmente esperaba era despertarme en algún momento de este extraño sueño.

Para mi sorpresa  no había ladera por la que subir, ni ninguna forma de escalar aquella enorme montaña. Tampoco me serviría de mucho rodearla, ya que tardaría al menos unos días en conseguirlo. No tenía con qué alimentarme en ese tiempo y aquel sol haría que me deshidratase sin agua de la cual abastecerme.

Comenzó a anochecer y me sorprendió sentir la calidez del aire cuando esperaba morirme de frío frente a aquella montaña. Me acosté sobre la hierba y observé maravillada la gran cantidad de estrellas que recorrían el cielo. Aquel cielo brillaba mucho más que el que solía ver desde el bosque. En aquella cabañita siempre me quedaba un rato observando las constelaciones antes de quedarme dormida. En esos momentos mis padres aún estaban a mi lado y yo estaba en casa, a salvo. O eso pensaba.

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Abrí los ojos de golpe ante un ruido extraño que provenía de la montaña, fue casi como un rugido, como si tratara de decirme algo. Pero nada se movió. Aún así, me sentí observada, como si unos ojos estuvieran observándome desde alguna parte.  Aún era de noche y poco podía ver. Segundos después, volví a escuchar el mismo rugido pero esta vez con más fuerza. Sabía que aquello de donde provenía cada vez se encontraba más cerca. Comencé a temblar asustada, incapaz de imaginar por qué animal salvaje podría ser devorada aquella noche. 

Cerré los ojos muy fuerte y recé para, si aquello realmente era un sueño, despertarme cuanto antes. Aquello siempre había funcionado cuando era pequeña y tenía pesadillas. Sin embargo, en aquel momento, cuando volví a abrir los ojos, seguía en aquel inquietante prado. Escuché cómo algo respiraba lentamente y con fuerza justo a mis espaldas. Fuera lo que fuera, lo sentía muy cerca, y sabía que si alargaba la mano hacia atrás podría tocarlo.

Me giré lentamente hasta quedar de frente con aquella extraña criatura. Se trataba de un lobo enorme, con los ojos brillantes y hambrientos. Me miraba fijamente, seguramente viéndome como una presa fácil a la que atacar. Mis pies se inmovilizaron y no tuve el valor de correr o gritar. Tan solo pude devolverle la mirada, petrificada, esperando ser devorada. 

Cuando era pequeña, mis padres alguna vez me leyeron la historia de "Caperucita Roja" o "Los tres Cerditos", y yo, cada vez que salía de la cabaña a jugar en el bosque, observaba detenidamente los alrededores. Temerosa de que algún día una de esas aterradoras bestias viniera a por mí. Otras veces, simplemente no me atrevía a salir. Escuchaba los crujidos de las ramas, los sonidos de lo más hondo del bosque, como si me invitaran a entrar y perderme, y me negaba a atravesar la puerta de madera. 

De todas formas, adoraba pasar el día entre las páginas de un buen libro, ya que, al no poder ver qué había más allá de aquellos árboles, la única forma de transportarme a otros lugares era a través de esas historias que me llevaban a mundos ficticios pero maravillosos. Cuentos de hadas, de dragones, castillos encantados, que más tarde se convirtieron en novelas románticas o de misterio. Soñaba con escribir mi propia historia, pero, había visto tan poco del mundo, que poco podía contar. Algún día, cuando mis padres no tuviesen tanto trabajo, viajaríamos, conoceríamos el mundo, haría algún amigo y lograría averiguar lo que significaba ser un niño de verdad.

Pero con el tiempo me di cuenta de que esa infancia ya había sido perdida, ya no regresaría. A causa de algo que ni siquiera podía llegar a entender. Y ahora estaba allí, perdida de nuevo, sin nadie con quien hablar, frente a una de esas bestias que tanto había temido y que para nada se parecía a la que alguna vez imaginó leyendo aquellos cuentos. 

Inesperadamente sus ojos se suavizaron, y me acerqué sigilosamente cortando la poca distancia que nos separaba. Se quedó parado junto a mí, cauteloso. Yo extendí la mano, quería tocarlo, necesitaba comprobar que era real. Acerqué las yemas de mis dedos a su pelaje, negro como el carbón, mientras él observaba cada uno de mis movimientos. Pasé mi mano por su cabeza, entre las orejas, y el lobo entrecerró los ojos como si aquello le provocase placer. Quizás me hubiese vuelto loca. Quizás aquellos hombres de negro hubiesen conseguido atraparme y esto no era más que otra alucinación creada por Amy Davis. Pero mientras lo viviera, mientras fuese mi realidad, no tenía que temer porque me volvieran a encontrar o porque me atormentaran de nuevo. Quizás era mejor así.

 Cuando me aparté, él se reclinó sobre la hierba y me miró con una invitación silenciosa. 

-¿Quieres que monte encima de ti? - la criatura sólo siguió observándome, era obvio que no iba a responderme. Así que me acerqué y, tratando de averiguar si él podía conducirme a alguna parte, pasé una pierna sobre su lomo y me subí encima.

En ese momento se levantó y yo me tambaleé, pero conseguí erguirme y agarrarme a su abundante pelaje. Comenzó a caminar bajo la luminosidad de las estrellas de la noche, con paso tranquilo. Me resultó curioso cómo, mientras avanzaba, consiguió trasladarse en completo silencio. No hizo crujir la hierba, ni dejó rastro de haber estado allí. Se dirigió hacia el borde de la montaña, para luego seguirlo sin descanso, en dirección este. No recuerdo en qué momento cerré los ojos, pero la calidez de su cuerpo me llevó junto a Orfeo.

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Para cuando desperté, nos habíamos detenido en un lugar exactamente igual a aquel del que habíamos partido. Solamente prado y la inmensa pared de piedra de la montaña a nuestro lado. No habría dormido más de una hora, tenía el cuerpo demasiado agotado. 

Al fin y al cabo era de esperar que aquel lobo no sabía a dónde se dirigía, simplemente caminó con ella bajo la noche, sin rumbo fijo. Seguramente él vivía libre en aquellos prados, no podía pedirle nada a aquel animal que ni siquiera podía entenderme. Así que me bajé de su lomo y él se quedó mirándome. Se dio media vuelta quedando de cara a la montaña, y con paso firme se dirigió hacia las rocas.

Intenté detenerlo, evitar que se hiciera daño. Pero no fue el impacto contra la inmensa pared lo que me sorprendió, si no, el hecho de que atravesase la piedra mientras un destello de luz me cegaba completamente. El lobo desapareció en ese instante, junto con aquella luz brillante. Y yo me quedé de piedra. No sabía que significaba aquello. No podía ser cierto. Aquello solo sucedía en mis cuentos, en mi propia imaginación. 

No sabía si seguirlo. Aunque por otro lado mi mente me recordó que no tenía otra opción. No había nada que perder. Estaba sola en aquel lugar, y nada se podía ver más allá de aquella montaña. Por lo que me acerqué a la rojiza piedra y coloqué mi mano sobre ella. Un haz de luz rodeó mis dedos enseguida, haciéndome cosquillas, como si tratara de decirme algo. Me llamaba a entrar en su interior, a seguirla. Di un paso más y esta se hizo más grande aún. Cuando menos me di cuenta, me envolvió por completo y atravesé aquella pared.

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⏰ Última actualización: Oct 01, 2022 ⏰

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