In situ

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Era un día normal, tan así que pensé sería uno de esos aburridos en los que sabes que nada extraordinario ocurrirá pero en eso créanme que me equivocaba. Simplemente salí con mi perro Ray a pasearlo por el Central Park. Ray salió corriendo y esto no era común en él. Lo sentía tenso antes de salir de casa, como si alguien estuviera persiguiéndonos o algo, pues así actuaba cuando creía ver alguna presencia rara o peligrosa. Por lo que me hizo ir por él corriendo por todo el parque sin ninguna dirección fija y fue cuando sentí que alguien o esa cosa me echó algo en los ojos y no veía nada. Blanco, negro, blanco, muchos colores... fue lo que dije mientras mis ojos empezaron a abrirse y de repente sentí que el aire congelaba hasta los huesos; no estaba en Nueva York...eso era algo seguro como que mi apellido es Evans y estoy despierto.


Caía nieve en cuanto terminaron de arrastrarme por un lugar que ni yo reconocía. ¿Cuánto llevaba dormido? ¿Qué clase de pirado me ataría de pies a cabeza? Desperté y lo único que pensé fue en mis padres. Por supuesto estarían preocupados o algo. No sé, estoy medio drogado medio dormido y lo único que hago es respirar fuerte. Esto fue así; como todo comenzó.


Día 158/Febrero/2019

Soy Jim Evans. Vivo en Nueva York. ¿Edad? Al carajo, el tiempo lo dirá. Llevo atado de manos y pies en una cueva tan fría que ni sé qué está pasando realmente. He observado todo y repasado cada detalle en mi mente, tratando de descifrar el código invisible que me rodea en este invierno peligroso.


Tengo miedo; tiemblan mis piernas y sólo quiero huir. Unos extraños (seres que detesto) me han detenido en contra de mi voluntad (¡Claro!) y no sé qué pretenden. Supongo que llevo mucho tiempo encerrado, puesto que siento como si hubiesen pasado meses. He cambiado, y pierdo la cordura a cada segundo y minuto; hora tras hora. Son tan horribles que me dan ganas de vomitarles en su puta cara cada que me intentan dar de comer.


No soporto la idea de siquiera comer la porquería, pero aun así hay veces que cuando me dejan solo con esa asquerosa basura me entran unas ganas infernales de probar y sin masticar, paso eso por mi garganta. Nunca ha sabido nada bien desde que sufro solo en este maldito calabozo como lo llamo.


Hoy se supone es mi día de salir a ver ese sol tan picante(los muy malditos me dejaban hacer esto cada semana) que me gustaría reflejara en mi casa; justo en la cama al lado de mi ventana leyendo algún libro de terror con un café o chocolate. No olvido esas tardes de primavera o verano, mis estaciones preferidas. Me gustaba hacer eso delante del sol mañanero. Lo mejor que el ser humano puede disfrutar mientras se lleva el gran susto de su vida mientras lee cada palabra que te pasma hasta la más mínima fibra corporal, ¡ja, ja,ja!


Escribo desde el claro de la mañana; distraigo mi mente, no quiero perder la poca cordura que me queda. Uno de ellos sabe algo de inglés y no entiendo una mierda cuando hablan en esa lengua indescriptible para mí. Soy ajeno a todo lo que planean detrás y frente de mí. Me siento absurdo. Calculo cada movimiento, cada gesto que se les puede al menos ver en esos rostros tan gruesos y desdeñosos. Nada. Nada. Da lo mismo que los vea o no ¿o eso creo? Me huele a que me harán hacer cosas que me van a hacer enfadar bastante. Seguro que estoy pendiendo de una cuerda floja y no me he enterado aún o quiero evadir lo que me espera. Es terrible estar solo frente a unos mutantes que me tienen de rehén sin (hasta el momento) alguna razón clara.

Los inestables más deseablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora