1. "El perdedor"

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  Y el siguiente recuerdo es que estoy sobre una mesa, todos se han marchado:
el más valiente 
bajo los focos, amenazante, tumbándome a golpes...
y después un tipo asqueroso de pie, fumado un puro:

"Chico, tu no sabes pelear" me dijo.
y yo me levanté y le lancé de un golpe por encima
de una silla.

Fue como una escena de película y
allí quedó sobre su enorme trasero diciendo
sin cesar "Dios mío, Dios mío, pero ¿qué es lo que
te ocurre?" y yo me levanté y me vestí,
las manos aún vendadas, y al llegar a casa
me arranqué las vendas de las manos y
escribí mi primer poema,
y no he dejado de pelear
desde entonces.  

  — Charles Bukowski (El perdedor) 

1. 

Neil.

El muchacho estaba ansioso, esperando en su auto con las manos apretando el volante hasta que sus propias uñas le tocaban la carne de sus palmas. Era un día grande, sí, y estuvo esperando su llegada durante seis meses. Fue un milagro que recordara la fecha, en realidad, pues la culpa no se había hecho presente durante ese periodo de tiempo hasta que el gran día llegó, el gran día en el que Neil saldría de la cárcel. 

Las puertas se abrieron, dejando salir al castaño de expresión malhumorada que daba pisotones hasta el vehículo que aguardaba por él con el responsable de que hubiera estado cautivo durante seis meses increíblemente largos. El conductor le ofreció una sonrisa asomando la cabeza por la ventana, moviendo la mano a modo de saludo en un gesto exagerado que el ex convicto ignoró antes de rodear el automóvil para adentrarse en el mismo. Ni siquiera vio a su rizado conductor cuando estiró una mano para tocarle la cabeza, su cabello había crecido mucho. Demasiado. De no ser porque era alto, fornido, sin tetas y con pene, Jackson habría confundido a su amigo con una mujer por lo largo de su cabellera.

— Deja de tocarme la cabeza o en un futuro cercano vas a tener qué intentar masturbarte con un muñón cada mañana — amenazó Neil, consiguiendo que Jack apartara la mano en una acción rápida y se pegara a su puerta como si se preparara para saltar del auto en cualquier momento, siendo que el vehículo no estaba en movimiento y él era el conductor.

— Ya te pedí perdón, hermano — alargó, girando la llave y encendiendo el motor. Neil seguía sin verlo.

— Un perdón no basta, tú nunca has estado en la cárcel — le recriminó el muchacho. Jackson suspiró, rascando la parte corta de su cabello y preparándose para defenderse nuevamente.

— ¡No fue mi culpa que te atraparan!

— Tienes razón. No fue tu culpa — por primera vez en el día, Neil se giró totalmente para ver a Jack al rostro —. Fue culpa de tu madre por haber abierto las patas.

— Ay, qué malhumorado — Jackson hizo un sutil puchero por el comentario, se había ofendido en un nivel impersonal, lo que significaba que el propósito de Neil se había cumplido. El vehículo andaba por la ciudad con un aire atrofiado, al igual que las personas que iban dentro de él.

Neil estaba cansado, no había podido dormir durante todo ese tiempo y los asientos eran más acolchados de lo que recordaba, se podía deslizar sobre el cuero frío con suavidad hasta recargar su mejilla contra el mismo, cerrando sus ojos que se quejaban del escozor. Era satisfactorio estar afuera, aunque odiara tanto la ciudad en la que se encontraban. Y no había sentido tanta paz como en ese momento, mientras que su amigo sentía todo lo contrario; conducía con incomodidad, odiando que su trasero se resbalara del asiento, con el cabello en la cara y los conductores agresivos, además de que el viaje estaba siendo muy silencioso. La guantera fue abierta y un disco compacto fue introducido, dejando que la voz de Michael Jackson interrumpiera la paz del cansado muchacho en el asiento del copiloto, casi tenía ganas de hacer un berrinche en su lugar porque lo único que deseaba era algo de silencio y unos minutos de sueño decentes. 

Aquellos que querían ser el cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora