Prólogo

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Destrucción. Todo había sido destruido. No quedaba mucho de aquel edificio, ni de ninguno cercano. El cêpan despertó, observando a su alrededor alarmado. Reconoció la pequeña figura de cabellos rubios en el suelo a unos cuantos metros siendo protegida por una más grande, ambas inmóviles. Aquel joven negó con la cabeza, levantándose para correr hacia allí.
No podían estar muertos. No siendo esa niña parte del futuro de Lorien. El hombre estaba muerto. Apartó el cuerpo suavemente, casi reverente. La pequeña estaba golpeada, con un rastro de sangre escurriendo desde su abdomen a través de su traje característico de los garde. Pero estaba viva. La pulsera del hombre pitaba, y el joven lo supo de inmediato: debía irse con la niña. Con el corazón el la mano, agarro la pulsera colocándosela y alzando delicadamente el pequeño cuerpo.
Se suponía que las luces eran por la celebración.
Se dio la vuelta, comenzando a correr. Estaba demasiado lejos, Deloon estaba demasiado lejos. Nunca debieron apartar a la niña del lado de su abuela, ni en esos días. Ella lo sabía, por eso ellas dos estaban en Ciudad Capital. Se desvió de su camino, hacia un lugar que nadie conoció menos unos pocos selectos. Tenía que salvar la vida de la que en el momento en el que tomó la pulsera se volvió su protegida. Quizá no formalmente, pero así debían ser las cosas. Nueve niños saldrían, y ninguno jamás sabría que habrían dejado a uno atrás. Una voz se escuchó desde la pulsera, poniéndole los nervios de punta. "Tendremos que conformarnos con ocho." dijo aquel hombre, Brandon. No, no podía ser así. Intento mucho, pero no logro comunicarse con nadie. Su tiempo se reducía a cada segundo que pasaba, su tiempo para salvar una vida inocente.
Dos niños, dos cêpan. En serio que el mundo estaba jodido.
Con una triste mirada a la ciudad conde creció, entró al lugar donde trabajaba y donde se escondería durante... quien sabe cuánto tiempo.

Años habían pasado y el dúo de lorienses estaban abordando una nave que los llevaría al lugar donde encontrarían al resto. Ya solo quedaban ocho de los diez: Número Uno y Número Dos habían muerto, pero ella sabía que eso no los detendría.
— Lashk. –llamó suavemente la pequeña a su mayor.
— ¿Si Drinni? –le respondió él montando las últimas cajas ayudado por su acompañante.
— ¿Sabes adonde vamos? ¿O si alguien nos espera? –preguntó la inocente niña, aún sabiendo la cruel repuesta que le podría dar su cêpan.
— Drinni... a nosotros nadie nos espera. Pero recuerda que un día encontraras a más de nosotros. –le dijo en un vano intento de animarla.
— Ya veo. –su tristeza y envidia se notaba en sus palabras.
El dúo quedó en silencio, no por que fuera cómodo sino más bien porque no tenían nada que decirse el uno al otro. Hasta que la niña volvió a interrumpirlo.
— ¿Que sucedió con él? –su cêpan la volvió a ver confundida– Nos tendremos que conformar con ocho. ¿Que sucedió con él, con mi amigo? Su cêpan murió, lo sé. Pero...
El hombre cerró los ojos unos segundos, antes de volverlos a abrir y ver hacia el frente.
— Él está allí, y está esperando. Un día lo volverás a ver. Tanto él como tú serán muy importantes, Drimænni. Nunca lo pongas en duda.
Nada más de oyó durante mucho tiempo, a excepción de sus respiraciones.

Arena era lo único que veían; habían aterrizado en un desierto. No era el mejor lugar pero al menos no los encontrarían allí.
— Drinni, dame el collar. –le ordenó Lashk a Drinni.
— Pero Lashk, nadie nos encontrará. Creo que ni siquiera nosotros sobreviviremos, Lorien nos trataba de ayudar cuando estábamos allí. –trató de convencer una Drinni de once años.
— Drinni, dije el collar. –le respondió su protector entre dientes.
A la joven se le formó un nudo en la garganta, su cêpan era lo único que le quedaba y no le gustaba que se enojara con ella.
— Si Lashk. –contestó la joven sin mirarlo, quitándose el collar que usaba como pulsera y entregárselo al hombro que extendía la mano.
Lashk lo cogió suavemente de su mano y lo guardo en un bolsillo. Caminó hacia la nave a hacer una lista de las provisiones que tenían. Cuando Drinni notó que su cêpan no la veía, salió corriendo. Ella no le preocupaba perderse, sabía que si lo hacía Lashk la buscaría por cielo, mar y tierra. Ella se quedó viendo algo que solo ella sabría porque encontraba interesante. Lashk no la entrenaba en Lorien ya que sospechaba que los mogadoriano podrían encontrarlos así, por lo que ella salía de vez en cuando solo para pasar el tiempo subiendo en árboles que allí no habían. Se quedó allí hasta que se extinguió la luz solar en su totalidad, notando que no recordaba por donde había ido. No oía la voz de Lashk que seguramente se había dormido temprano como de costumbre, así que solo le quedaba dormir allí. «Oh arena, si pudieras transformarte en otra cosa...» susurró la joven agarrando un pequeño puño y presionándolo contra su pecho. Se recostó viendo hacia el cielo pintado de estrellas. Busco algo allí arriba, sin saber realmente que. Y sin despegar ni un momento la mirada de la noche, se durmió.
Su sueño era algo peculiar.
Se trataba de su cêpan buscándola, llamándola a gritos con voz quebrada. Él bien sabía que ella no tendía alejarse demasiado, y si por alguna razón lo hacía era por que había visto alguna cosa. Pero allí no había nada. Tras un grupo de cactus se encontraba la chica dormida en la misma posición en la que había caído a los brazos del sueño. Drinni despertó abriendo los ojos lentamente por la luz del alba que ya empezaba a inundar el desierto. Sintió una textura diferente entre sus manos, por lo que dirigió su vaga mirada al punto entre sus manos. Un saco de color arena se encontraba entre ellas, con objetos que se sentían algo duros en su interior. Se levantó tambaleante, queriendo acercándose donde quería creer estaba su cêpan.
Y efectivamente, allí estaba.
Incluso estando desde allí pudo notar que él estaba llorando. Aquello la hizo sentir mal. Lashk volvió a ver donde ella se encontraba, y suspirando aliviado corrió hacia ella. Al sentir los brazos de él a su alrededor abrazando, la culpabilidad que pesaba en su pecho salió en forma de suaves lágrimas que surcaban sus sonrojadas mejillas.
— Lo siento. –sollozaron ambos.
La joven rubia limpió sus lágrimas bajando su mirada.
— No me di cuenta que te habías ido. Soy un pésimo cêpan. –río amargamente– Me preocupaste.
Drinni lo abrazó con más fuerza, dándole a entender que realmente lo sentía y no le importaban ahora que ni se hubiera dado cuenta. Nada le importaba en ese momento. Desde que llegaron a la Tierra, eran parte de la guerra y sabían los riesgos que eso con llevaba.

El Legado Desaparecido (Lorien Legacies)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora