Capítulo Dos

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Salto, pero no caigo. Me mantengo suspendida, en lo que escucho sonidos tras de mí. Empiezo a desesperarme pensando en la posibilidad que me han encontrado, de que me van a matar ahora y porque no puedo ver detrás mío. Escucho pasos que vienen en mi dirección, en lo que caigo sobre mis rodillas en la superficie del techo. Me doy la vuelta, demasiado asustada para poder usar cualquiera de mis legados o incluso la daga. Quien está detrás mío es un chico que podría decir que tiene unos dieciséis años, con cabello castaño oscuro, con piel levemente morena y ojos verdes. Saco de algún lugar valor para hablar.
— ¿Quien eres? ¿Que haces aquí? –digo intentando que mi voz suene firme, algo que no logro necesariamente.
— Soy Jonathan, y de nada linda. –dice limpiándose el polvo que se encuentra en su ropa.
Intento hacerme hacia atrás, topándome con el borde. Acerco una de mis manos disimuladamente hacia el bolsillo donde se encuentra daga.
— Bien Jonathan, ¿porque debería agradecerte en primera estancia?
— Porqué te salve la vida. –contesta simplemente guardando un cuchillo en una de sus botas.
— Jamás pedí tal cosa. –empiezo a sospechar mucho más de este tipo.
— Si te hubieras caído, te hubieras matado o te hubieras quebrado las piernas y no hubieras podido huir del piken que soltaron a tres kilómetros. Así que con invitación o no, te hubiera salvado, linda.
Cuando dice la palabra "piken" un escalofrío recorre mi columna. Eso fue lo que escuchamos Lashk y yo.
— ¿Piken? –tartamudeo mirando alrededor, hasta que reacciono– Pero... no me contestaste: ¿que haces aquí?
— Lo dije alrededor de tres veces: salvarte. Recoge tus cosas, nos vamos. –responde caminando al lado del techo donde se encuentra la ventana de mi habitación que supongo sigue abierta.
Me levanto comenzando a seguirlo, con la mano en el bolsillo donde reposa la daga. Sigo sin confiar en él.
— ¿Y mi cêpan? –pregunto viéndolo guindarse del borde del techo.
— Probablemente cuando llegue no exista esta casa. –parece concentrado en bajar– Eso, o el piken ya lo mató.
¿En serio? No es ni tan difícil llegar hasta mi ventana. Sonrío levemente ante eso, ya que con su estatura no debería serle tan complicado. Al darme cuenta del sentido de sus palabras, mi sonrisa se borra y un peso se instala en mi pecho.
— ¿Cuál es tu número y como sabías de mí? –lo veo seriamente.
— No tengo número y era fácil deducirlo. No sales de día, solo tienes un "padre", viven a ocho kilómetros del pueblo más cercano y no vas a la escuela. Hasta un mog bien tarado se daría cuenta.
Lo de que no salgo de día sonó a que soy un vampiro. No soy un vampiro.
— ¡Claro que si salgo de día! –exclamo ofendida– Y son diez kilómetros, no ocho. Todos los mogadorianos son tarados, ¿te refieres a uno especialmente tarado?
Ya había logrando entrar, por lo que me cuelgo yo. Me ayuda a entrar, ya que no toco el alféizar.
— El punto es que nos tenemos que ir, agarra tus cosas de importancia. Nos vemos afuera. –dice saliendo por la puerta que ahora está destruida.
Me acerco a la cajonera, frunciendo el ceño.
— Bien. –susurro abriendo uno de los cajones sacando el collar de mi abuela, y comenzando a buscar más profundo una mochila que siempre tengo lista por si debemos irnos– ¿En serio no tiene un número? ¿Entonces? ¿Es un humano con poderes?
Desde arriba puedo verlo buscar cosas, seguramente dinero o quizá queriendo encontrar un inexistente cofre donde debería estar mi inexistente herencia. Cuando voy a comenzar a bajar las escaleras, veo la puerta de la habitación de Lashk. Pienso inmediatamente el otro collar, y asegurándome de que no está viéndome corro hacia allí. Dentro, mi collar está sobre un escritorio rodeado por papeles. Lo agarro guardándolo en la mochila que llevo al hombro, y me dirijo hacia las escaleras esta vez bajando corriendo. Cuando salgo, el chico ya se encuentra afuera esperándome posiblemente. A unos metros distingo una moto, que sospecho es de él.
— ¿Lista? –me pregunta viéndome directamente a los ojos.
— Eso creo. –aparto la mirada, dirigiéndola al suelo.
— Bueno, entonces ve. –levanto la mirada y veo que señala la moto– Móntate, yo en un momento iré.
Vuelve a entrar a la casa, dejando la puerta abierta. Intento decir algo, aunque al ver que ya está dentro me lo guardo comenzando a caminar. Veo que prende el gas de la cocina al máximo, abriendo la puerta del horno. Prende un fósforo y lo lanza hacia el horno. En ese momento ya estoy en la moto. La casa explota volviéndose una hoguera, y para cuando me doy cuenta ya está a mi lado. Él se monta rápidamente en la moto, prendiéndola y arrancando. Vuelvo a ver hacia atrás, observando las llamas de lo que fue aquella casa. Suspiro borrando las lágrimas que se habían formado pensando en Lashk y si realmente puede ya estar muerto. No sé la razón por la cual confió en este chico, pero... de alguna forma me inspira confianza. Devuelvo mi vista al frente, pensando en si esto será lo correcto.

El Legado Desaparecido (Lorien Legacies)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora