Un grito sale de mi boca, despierto, mi respiración esta descontrolada y el sudor me moja por completo, solo fue un mal sueño. Escucho los golpes en mi puerta casi al instante, siempre tocan por cortesía pero las puertas no tienen pestillo. Una señora con bata blanca entra en mi habitación, no se ve asustada, ella está acostumbrada a esto, no me imagino como debe ser trabajar aquí, supongo que no es bonito.
-¿otra pesadilla?- me observa como un animal herido y no respondo. No me molesto en hablar con ella, como si les importara mi vida, ni a mí me importa.
-¿quieres que te de un calmante para que puedas dormir un rato más?- Sigue sin obtener una respuesta de mí, su voz es dulce pero su cara no es sincera, no le importo, ella solo hace su trabajo. -¿prefieres salir?- su propuesta me interesa, llevo un buen tiempo sin salir de aquí y sentir el sol no me haría mal, así que me pongo de pie y atravieso la puerta sin mirar atrás.
Puedo sentirla caminar detrás de mí, caminar se siente extraño, paso la mayor parte del tiempo sentada, suelto mi cabello y disfruto de la brisa que llega hasta la sala de estar, aquí ocurren las visitas, es un cuarto amplio, con muebles sencillos y una mesita en el medio.
La enfermera se adelanta y saca un manojo de llaves de su bolsillo, cuando encuentra la correcta me abre la puerta, salgo y ella me sigue, esta vez dándome más espacio, levanto la cabeza y miro el cielo; amo el verano, el sol calentando mi piel, el cielo tan azul, simplemente perfecto. Hay algunas personas acá fuera, pero no lo suficientemente cerca para que me importe. Me quito los zapatos y noto la mirada de la señora sobre mí, niego con la cabeza indicándole que no aré nada para herirme y no tratare de huir.
Me siento en el césped y lo acaricio, se siente tan bien, huele a flores aunque no es primavera, me acuesto completamente y dejo que la magia del momento me llene. Siento que alguien me observa de nuevo, es la sensación más desagradable del mundo y me quita toda la tranquilidad del momento. Me siento y miro alrededor, la enfermera no está; no es normal que me dejen sin vigilancia, ella debería aprender a no confiar en los locos.
-¿Que tanto hay en esa cabecita tuya?- me sobresalto un poco por la cercanía de la voz, por su familiaridad. Volteo de inmediato y observo al chico alto que se dedica a sonreír, hago una mueca y me niego a responder.
-¿no sabes hablar?- pregunta y parece que no bromea, cree que no se hablar. No respondo y lo miro, sus ojos son casi negros, su cabello es rubio (es extraño), su piel parece terciopelo blanco, me obligo a no pasar mis dedos sobre sus pómulos.
Niego con la cabeza apenas recordando lo que preguntó. Su sonrisa crece y se vuelve burlona, se está burlando de mí, seguramente no me cree, pero porque no lo haría?, ni siquiera me conoce. Tal vez solo es un idiota tratando de reírse un rato. “Tal vez se está riendo de lo horrenda que eres”. Auch, genial, allí están otra vez. La primera vez que escuche las voces tenía 14 años y ya vivía en el internado psiquiátrico, esto es otro nivel de sufrimiento y locura, es una alarma en tu mente que te indica que ya no tienes control sobre ti, el cerebro empieza a crear ciertas cosas, te hace escuchar otras, en mi caso, insultos, burlas, de todo, solo que nada es bueno. Pero estas atacan justo donde más me duele, yo les he dado el poder de aparecer cuando quieran y ya no puedo pararlas.
Necesito una distracción, miro al frente y el chico no está, ni siquiera note cuando se marchó. Recojo mis zapatos y me trenzo el pelo, necesito volver a dentro, tengo que callar las voces.
-¿te vas tan pronto?- lleva un cuaderno en la mano y su cara esta roja, como si hubiera corrido.
-asiento-
-oh- responde.
Miro el cuaderno en sus manos y la curiosidad no me deja caminar a mi habitación, el parece notarlo.
-Ah, esto es para que puedas hablar conmigo- dice sin preocupaciones mientras mi yo interior se da contra las paredes, aquí vienen. “El solo está buscando a quien metérsela” “Eres patética si crees que le importas” “se una estúpida otra vez y deja que te hunda más”. Tapo mis oídos con las manos y las lágrimas salen sin previo aviso.
-¿Qué pasa? Dije algo malo?- se agacha a mi altura e intenta mirar mi rostro, las lágrimas no paran y mis demonios no se callan, ¡BASTA! “idiota” Ridícula” “porque no te matas de una vez?” “eres basura” “no sirves para nada” “nadie nunca va a quererte”
-por favor-susurro en un intento de acallarlos. Lo hacen y sollozo hasta que logro calmarme, me pongo de pie y camino a mi habitación, el me observa, siento sus ojos negros sobre mí. Entro a mi habitación y me aplico un sedante y apenas tengo tiempo de llegar a la cama hasta que haga efecto.