Capítulo 3 "Just was a play"
El efecto secundario de los calmantes son las pesadillas, a lo que me atengo cuando las voces no se callan y normalmente no lo hacen hasta que la sangre corre. Elegir resulta lastimero, tengo dos salidas, ninguna de ellas con un buen final.
Me despierto y sé que es tarde, la luz del sol llena parte de la habitación, deben ser mas de las doce; nunca duermo más allá de las nueve y siento llegar a las encargadas con la comida, cosa que hoy no pasó.
No recuerdo las pesadillas, siempre las recuerdo al despertar y poco a poco se van desvaneciendo en mi mente; hoy es diferente, ningún recuerdo me agobia. Esto no es ni medio normal, se me pasa por la cabeza que estoy dentro de una de mis tan nombrados malos sueños. Llevo mi mano donde debería estar mi cachete izquierdo con brusquedad y no pasa nada, aprieto la piel de mi antebrazo derecho con fuerza y sigo igual. Me siento bien, no recuerdo haber dormido así desde que era una niña.
-Esto es real-susurro sin saber que lo he hecho fuera de mi cabeza, necesito decirlo.
Golpeo con desesperación la puerta de madera usando mis manos y pies, casi de inmediato aparece una chica, no muy mayor que me mira exaltada.
-Necesito salir-escupo en un susurro ronco.-NECESITO SALIR- repito más fuerte.
Ella parece salir del estado de shock de escucharme hablar y rápidamente busca a su supervisora, le habla nerviosamente y la señora de cabello encanecido niega rotundamente. Me resisto a salir sin permiso porque se lo que pasara, me atraparan y sedaran. No quiero dormir más; La misma chica camina hacia mi cabizbaja y sacude la cabeza casi imperceptiblemente.
Mis ojos no la miran más, cierro la puerta en su cara, estoy furiosa, necesito salir de lo que sea que sea esto. No puede ser real.
Halo mi cabello con fuerza buscando alivio.
-No, no, no-repito desesperadamente.
Lo que veo me desconcierta, la luz del sol se ha ido, la comida amontonada en mi mesa de noche. Todo está igual que otros días, sé que es temprano, las ocho más o menos. Estoy empeorando. Escucho sus risas en mi cabeza, ellos lo hicieron, jugaron conmigo.
Mis demonios continúan por el resto de lo que creo es la mañana, a la hora del almuerzo en el momento en que la chica entra con mi plato tomo el tenedor y lo entierro con fuerza en mi brazo izquierdo. El dolor repentino me roba un agresivo grito. La chica me observa horrorizada mientras mi gesto cambia a una media sonrisa aliviada. El silencio me consume y relaja, no iba a lograr soportarlo un segundo más.
La chica frente a mí se rompe en lágrimas, se lo que está pensando ¿Cómo puede hacerse eso a si misma?
-Tú no sabes nada-digo con desprecio.
-¿Por qué?-su voz temblorosa casi me da risa. Me tiene miedo.
-Vete-digo entregándole el tenedor.
Ella no se mueve, sé que quiere correr a decirle a la misma señora de antes pero su compasión por esta triste jovencita la consume.
-Es mejor que no digas nada-le doy mi mirada perdida, ya no hay solución, tiene que entender que no puede ayudarme. Nadie puede.
Observa mi herida, deja el plato a un lado y saca un pañuelo.
-Ni se te ocurra tocarme.-digo fuerte y claro.
La chica luce asustada nuevamente, me doy la vuelta y espero escuchar la puerta cerrarse. Después de unos segundos, se va.
Pruebo un poco del plato que trajo la chica y termino comiéndolo todo, el esfuerzo de tragarlo me provoca arcadas y me obligo a mantenerlo dentro.
A pesar de la repentina energía que tengo por el buen sueño no puedo salir así que me pongo a escribir en las paredes, en el momento en el que termino la "o" escucho la puerta, supongo que serán medicamentos, ni siquiera observo a la encargada hasta que siento que alguien hunde el otro lado de la cama, volteo y tengo que sostenerme para no caer.
-Hola-y como si fuera lo más normal del mundo, se acomoda sobre mi colcha.
Es el chico...