Cap 1: El muchacho que mató a la abuela...

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Lo confieso, yo la mate...


Justo ahora les diría algo como "la mate un martes a las tres de la tarde", o "la mate bajo el crepúsculo próximo a la noche fría de un jueves", pero eso son mentiras, porque yo no sé cuándo la maté, en la cabaña de madera y esterilla no habían almanaques, tampoco relojes, no había nada que tan siquiera me diera la capacidad de saber a qué horas había despachado a doña Devora al otro lado. Justo ahora la llevo aquí en una carretilla vieja de color naranja que le tiembla la llanta tapada con una cobija de cuadros vino tinto y verdes, por un lado de la carreta se le sale un pie arrugado y lleno de venas varices de vez en cuando y yo, como con miedo y como con asco lo cojo de la punta del zapato y vuelvo y lo meto en la carreta.


Yo no sé qué me dio fuerzas para matarla, pero no voy a decir que fue un accidente, yo sabía que la iba a matar, yo la quería matar, yo había planeado matarla varias veces, esta mujer era el diablo o al menos lo conocía de cerca... Lo conocía como a un mejor amigo. Estoy llevando la carreta con esfuerzo y entonces miro que el pie otra vez, como un niño impaciente por un dulce, vuelve a salirse de abajo de la cobija con olor a humo con esas cotizas viejas y sucias que alguna vez en un pasado muy, muy lejano fueron blancas. Ahora trato de volver a meter el pie pero la vieja esta ya se está entiesando, su piel está rígida como el cuero de ganado, no me imagino la expresión de su rostro, no me he atrevido a destaparlo. Agarro la puntica de la cotiza con los dedos para volverle a meter le pie a la carreta, pero el cuerpo está tieso y no cede, le hago fuerza, lo agarro mejor, entonces no se ni como pero quedo con la cotiza en la mano, el pie que tiene una gruesa capa de callosidad está completamente sucio, sus uñas son una mezcla entre amarillento y negro de una forma curvada y están largas, muy largas; ¿ahora como hago para meterle ese pie otra vez a la carreta?

Me siento a un lado de la carreta y deje la cotiza a un lado en el suelo tratando de hacerme memoria de como llegue a este punto...


Tengo 17 años y soy de caldas, Colombia; mis papás me mandaron aquí donde mi abuela, y ella... Ella... Yo no sé qué era eso, pero eso no era mi abuela; entonces yo la mate, yo la mate porque ella me iba a matar, me iba a clavar una aguja en el corazón por la noche, me iba a rellenar de bichos, me iba a descuartizar y a comerme o algo así... Yo vivía en un pueblito de caldas Colombia que se llama Victoria, mis papas me querían mucho... Ha no, mentiras, esos señores no me querían, ellos no, ellos son malos también... Todos son malos incluso yo, incluso yo aquí en medio de este bosque gigante, la maldad es tan grande que se vino volando hasta aquí y a mí también me hizo su esclavo.

La carretillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora