Cap 5: Eso son bobadas suyas...

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Llevo ya como dos horas caminando sin parar, la linterna no alumbra sino como cuatro metros al frente, lo único que se ve es apenas un rastro del camino y maleza y árboles de todos los tamaños por todos lados, este bosque es tan grande que a pesar de haber sido de los más altos del salón aquí me siento pequeñito, muy pequeñito. Esta noche no hay luna que me alumbre, y eso que estamos en plena luna llena, pero está tan nublado el cielo que yo más bien creería que va es a caer un aguacero. El viento está soplando duro, hace un frío terrible pero yo solo sudo sin parar; descargo la carretilla un momentico y me siento a un lado, quisiera como devolverme hasta la loma donde tengo un poquito más de luz para dormir, pero ya cuando miro hacia atrás hasta alumbrando con la linterna, no se ve absolutamente nada, es como si ya el bosque me hubiera comido y lo único que puedo hacer es seguir andando y andando hasta el final.


¿Cómo es que llegué aquí? ¿Por qué deje que mis papas me mandaran acá? ¿Por qué que me quede quieto mientras mi papá me pegaba y me insultaba? por qué no le grite que no, que yo no soy el diablo, que yo no estoy enfermo y que el único enfermo y degenerado es él, ellos... Por qué le hice acaso al marica ese de Andrés, por qué yo no fui capaz de decirle que no, ¿por qué? ¿Por qué lo seguí besando? ¿Por qué él no está aquí conmigo?... En serio que una de las cosas que más lamento de todo fue no habérmelo podido comer la última vez... Puta vieja loca, yo no entiendo quién es más malo, si yo por ser así, si mis papás por mandarme aquí o si Devora pues... Por lo que hizo... Me acuerdo que una noche, como dos días después de que llegué me acosté a dormir y me levante por allá tarde a la noche por unos ruidos; yo dormía en la camita de madera con mi abuela, ella a la orilla y yo al rincón. Estaba completamente oscuro y mire para todos lados, pero allá no se quedaba viendo nada cuando era de noche cuando entonces mire al frente y por la rendija que quedaban en las esterillas de la pared vi que habían unos ojos mirándome...


Me senté de un brinco y mande la mano para despertar a mi abuela Devora, pero no había nada, ella no estaba. Entonces escuche que eso que estaba afuera se fue porque se oía el pasto moviéndose y las hojas chasqueando cuando las pisaba. No me atreví a mirar para asegurarme, me levanté y me fui a pie limpio hasta la cortina que daba a la sala, la puerta principal estaba abierta, no había nadie tampoco y yo estaba segura que mi abuela la había dejado cerrada; caminé hasta la cocina como medio agachado con miedo de que alguien me viera y tanteando la pared y el viejo comedor de madera con patas de guadua, no le quitaba la mirada a la puerta abierta y afuera se veía el patio medio iluminado por la luna y se escuchaba a lo lejos el sonido del agua del caño pequeñito. Cuando entre en la cocina a través de la otra cortina me di cuenta de que yo estaba solo en la casa, mi abuela se había ido... Estaba lleno de pánico como para volver a la pieza a dormir y me senté en el comedor mirando atento a la puerta abierta sin quitarle un ojo esperando que esa señora se apareciera otra vez porque me estaba temblando todo y no del frío, estuve ahí en medio de la oscuridad tratando de no pensar en esos ojos mirándome, entonces me puse a recordar a Andrés, pero recordarlo era recordar a mis papas y yo no quería saber nada de ellos así como ellos no querían saber nada de mí; así que me puse a recordar una vez que fui a unas fiestas en victoria, Andrés también estaba pero en esa entonces él tenía como trece años y por esos tiempos no nos hablábamos tanto, era yo quien tenía quince y había ido con una prima que se llama Diana que si era como de 18 años, igual como yo aparento ser mayor nadie me pedía cedula para entrar a las discotecas y nos pusimos a tomar y bailar. Mi prima ya sabía que a mí me gustaban los hombres porque como nos llevábamos tan bien y ella vivía en Manizales era de mente más abierta que mis papas, entonces vi a un pelado lo más de lindo, blanquito, de pelo negro y corto con los ojos grandes, estaba vestido con una camisa blanca abotonada hasta el cuello y un corbatín negro, me sonrió y se me arrimo y nos pusimos a hablar, se llamaba Francisco y venía de Medellín para la fiesta porque una tía era de Victoria; estuvimos hablando y hablando y en un momento yo le dije que iba a ir al baño, me dijo que me acompañaba y nos fuimos juntos al de la discoteca. Cuando entramos estaba vacío, yo fui a orinar y él se quedó mirándome, entonces me puse rojo porque obvio, me dio pena, el solo se sonreía y se mordió el labio; entonces cuando terminé me le acerqué y comencé a besarlo y a besarlo, tenía tufo de aguardiente, pero uf, era tan lindo, tan tierno, tan delicado... Nunca había tenido entre mis manos algo tan suave, tan... De alta calidad... Era como cuando uno todos los días come pan viejo y por primera vez se come uno esponjoso y recién horneado. De ahí en adelante casi no recordaba porque tome mucho y terminé en el apartamento de un tío vomitando hasta las tripas, lo único bueno fue que no se pueden vomitar los besos, porque vomitar los besos de Francisco sería una desgracia para cualquiera.


Al final estaba tan cansado que me fui muerto del miedo y me acosté en la cama bien en la orilla y dándole la espalda a la pared; me tape la cabeza con la cobija y al rato comencé a sudar, pero no me atrevía a destaparme ni hacer nada, entonces me puse a llorar porque tenía mucho miedo y mucha rabia, luego me dormí... Al otro día cuando me desperté tenía la cabeza destapada y estaba bien en el rincón con la cara casi pegada a la pared mirando al hueco en las esterillas... Y mi abuela como si nada durmiendo a mi lado... Le conté lo que me pasó y no me creyó, me dijo que ella había dormido como un roble, que eso yo era un chismoso y que eran solas bobadas, demás me había soñado. Yo estaba tan asustado que preferí creerle y decirle que sí, que había sido solo una pesadilla...Y justo ahora estoy llorando otra vez, estoy llorando porque tengo mucho miedo, porque no sé si lo que hice está bien, porque no tengo a donde ir, porque Andrés está muy lejos...

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