Cap 9: Yo siento que está pasando algo...

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Me levanto del suelo y me voy hasta la carretilla, está llena de agua, la inclino un poco para que salga el exceso y después me agacho sobre ella y agarro el cuerpo envuelto en la cobija, el cual ya está tieso por completo; lo levanto fácilmente y me lo hecho al hombro como si fuera un bulto, cuando veo que el agua que quedó en la carretilla está llena de sangre de esta vieja que a lo mejor por la humedad se descoaguló; la cargo hasta el tronco y lo paso por encima con dificultad; del otro lado dejo el cuerpo recostado en una piedra grande y me devuelvo para pasar la carretilla; la arrastro y la agarro para empujarla sobre el tronco; hago un esfuerzo y de un solo tirón la aviento al otro lado y escucho como del otro lado cae con fuerza; un nuevo relámpago alumbra y miro hacia mi pecho viendo mi camiseta blanca cuya mitad ahora está roja por la sangre. Paso de nuevo sobre el tronco, acomodo la carreta y luego voy por el cuerpo, para cuando voy a ponerlo en la carretilla de nuevo está llena de agua, sin embargo lo dejo caer y me salpica por doquier, inclino de nuevo la carreta para que salga el agua y continuo llevándola por el estrecho y tortuoso camino; es entonces cuando noto que una de las manos de la anciana está por fuera de las cobijas con sus dedos esqueléticos y morenos que ya están pálidos y fríos, con sus venas marcadas de color morado y piel arrugada y dura; la mano está con sus dedos cerrados ligeramente, excepto el índice que está estirado hacia el frente señalando a mi cabeza... Me petrifico por un momento pensando que esta criatura aún me atormenta desde el infierno cuando me doy cuenta de que no señala en mi dirección... Me doy vuelta despacio y miro atrás de mí y a unos cuantos metros, tendido en la rama de un árbol justo a donde su dedo apunta, está el gallinazo que vi anoche en mi sueño, muerto con las vísceras escurriendo de una abertura en su pecho, su negra cabeza colgando inerte y su enorme ojo abierto mirando al vacío.


Doy un respingo al ver la escena y retrocedo varios pasos; el agua continua cayendo en todas las direcciones posibles y siento por un segundo que las gotas son como flechas, pero más allá de la piel se me clavan en la mente; agarro la carretilla y la empujo falda abajo despacito y con cuidado mientras siento que se me aflojan los mocos por el llanto y por el frío que me está colando en los huesos mientras mi cuero tiembla tanto por el temor como por el frío...

Así mismo como me siento ahora después de ver el ave muerta me sentí una vez que había llegado la cabaña por la tarde después de echarle comida a los conejos, que estaban en una jaula de madera por un lado de la casa al lado del galpón de los pollos. Cuando era chiquito, como de doce años, de las poquitas veces que mi mamá me habló de mi abuela, me contó que cuando ella era niña, una vez jugando en un palo de guayabo se cayó y se clavó una estaca de madera en el ojo, eso fue todo un escándalo, mi bisabuela lloró y la regañó, la llevaron urgente al puesto de salud y luego la mandaron a un hospital de verdad, entonces fueron al médico de esa entonces y le mandaron a poner un ojo de vidrio. Yo no había recordado esa historia en años, se me había perdido entre recuerdos de la infancia que valían más la pena, ni siquiera recordé cuando mi mamá con cara de odio me dijo que me iba a mandar donde mi abuela, solo lo recordé hasta esa tarde. Les había recogido hojas a los conejos por montones y los dejé comiendo, entonces cuando entré en la casa, me la encontré sentada en una silla al frente del comedor; un ojo lo tenía cerrado, el otro no lo tenía... Se había quitado el ojo para limpiarlo y se quedó dormida ahí sentada, con el ojo puesto en un plato con agua encima de la mesa frente a ella, con esa cuenca vacía abierta y a través de ella no se veía más que oscuridad; no tenía ojo pero yo sentía que de esa oscuridad algo en el interior de ella me estaba observando, me miraba ahí parado en el marco de la puerta, me detallaba en cada manera posible, me descifraba como si fuera un mapa...


La carretillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora