| 08 |

29.8K 4.2K 721
                                    

Cualquier persona con al menos tres dedos de frente se hubiera dispuesto a enfrentar lo que estaba ocurriendo en su vida y habría ido al apartamento de su profesor para finalizar de una vez la extraña aventura en la que se habían visto envueltos por una tonta aplicación.

Más Jimin no era así.

Jimin era un chico de dieciséis años que aún temía el rechazo de las personas. Era un chico que vivía con miedo de mostrarse como era realmente, odiando el hecho de haberse abierto con aquel estúpido anónimo.

Y no solo físicamente.

Había encontrado a alguien más que Hansol que entendiera sus pensamientos y aunque todo había empezado como un sucio juego que solo le había traído placer, ahora era muy distinto y eso dolía un poco al percatarse de la identidad del otro.
Yoongi continuaba enviándoles mensajes por medio del chat, pero no se había atrevido a leer los últimos que el joven profesor enviaba constantemente. Tampoco se atrevió a ir a los lugares en los que le había citado, haciendo pensar al mayor que quizás el castaño se sentiría incómodo en su apartamento y debido eso le propuso otros destinos. Pero sólo recibió la nada como respuesta.

Habían pasado ya casi tres semanas desde que Jimin se había estado ocultando de Yoongi cada vez que se encontraban en la escuela, soportando solo verlo en sus clases y de las cuales solo aguantaba estar un par de minutos, para luego pedir ir a enfermería con bastante dificultad al tener que dirigirle la palabra.

¿Y qué podía hacer el pelinegro ante los ojos cargados de tristeza del castaño?

Absolutamente nada.

Escuchaba los murmullos de los compañeros del chico, enfadándose más al percatarse que ellos creían que Jimin se había vuelto su favorito al permitirle salir de clases cuando quisiera. Si tan solo supieran lo que ocurría.
Entendía que el menor no quisiera verlo y por lo mismo intentaba darle todo el espacio posible, a pesar de que debían actuar maduramente y dejar a un lado sus vidas personales de la escuela para no llamar la atención. Pero no podían.
Había sido demasiada la sorpresa de descubrir que habían estado teniendo poco menos que sexo virtual con el otro, siendo suficiente para que sus cabezas quisiera rodar por el suelo y marcharse a un lugar donde jamás tuvieran que pensar otra vez.

Todo un desastre la verdad.

Yoongi necesitaba cerrar aquel ciclo con ese niño y Jimin temía borrarlo por completo de su vida.

Pero no les quedaba otra opción. Necesitaban hablar de una vez.

— Disculpe...– El pelinegro toca el brazo del anciano que barre la calle y este se da vuelta a verlo con una sonrisa.

— ¿Qué necesita joven?

— ¿Sabe si estoy muy lejos de esta dirección? – Pregunta extendiéndole un trozo de papel rasgado, notando que el hombre mayor coloca las gafas que colgaban en su pecho frente a sus ojos.

— Mire, siga por esta calle y en la esquina tres casas a la derecha. – Sonríe el hombre de cabello completamente blanco devolviendo el trozo de papel a Yoongi. – ¿Es amigo del joven Park?

— Ehh...sí. – Responde sin mucha convicción, viendo confundido al hombre cuando esté camina hasta un mesa que hay en él ante jardín y vuelve a su lado sosteniendo una canasta con lo que parece ser pan recién horneado.

— Justamente mi esposa me ha mandado donde el pequeño Jimin. – Exclama el hombre tendiendo la castaña a las pálidas manos del pelinegro. – Los padres del chico nunca están y últimamente no ha venido a vernos, así que ya que vas donde él entrégale esto de nuestra parte por favor. – Dice dándole palmaditas en la espalda antes de finalmente despedirse de él.

Yoongi camina algo extrañado por la amabilidad del hombre, pero al pensar que está en un barrio bastante humilde deja de constituir sus acciones. Llega hasta la casa indicada por el amable caballero, viendo frente a él la casa de Park Jimin.
Quizás ni se encontraba en casa el chico, pero no perdía nada intentándolo.
Su cuerpo se tensa por la situación, caminando a paso lento hasta llegar a la entrada esperando que realmente no haya nadie en casa. Más cuando toca el timbre y escucha pronto pasos a lo lejos, sabe que no puede escapar. Después de todo había sido su decisión ir a verlo.

Aunque ahora no estaba muy seguro de que hacer.

La puerta se abre, dejando ver a un desordenado castaño con el pelo revuelto y vestido con ropa bastante holgada, la cual parece ser su pijama. Su piel está algo pálida y las ojeras son bastante visibles desde donde se encuentra Yoongi.

— Profesor Min...– Susurra Jimin sin poder creérselo, queriendo cerrar la puerta de un golpe a su invitado pero este es mas rápido. Y aunque intenta cerrar la puerta empujándola con todas su fuerzas, Yoongi logra apartarlo entrando sin permiso alguno a su frío hogar.

— No vengo a pelear contigo Jimin, solo quiero...hablar. – Suspira colapsado y tiende la canasta al niño que le ve con ojos brillosos.

— N-no hay nada de que hablar...– Escupe con resentimiento y dolor, caminando hasta la cocina sintiendo a Yoongi seguirle de cerca.

— ¿Puedes ser un poco maduro, por favor? – Bufa el pelinegro viendo cada movimiento que hace y como lo pone cada vez más nervioso.

Si fueras más maduro,
me gustarías un poco más.

Jimin hace una mueca ante el recuerdo, dejando la canasta de los abuelos Im en el mesón con brusquedad  y se gira para enfrentar a quién lamentablemente había logrado tocar su corazón. Pero como siempre, él saldría lastimado si no hacía algo al respecto.

— ¿Quieres terminar con esto, verdad? – Dice el castaño acercándose a pasos lentos a Yoongi.

— S-si...– Tartamudea sin querer el mayor, sintiéndose un poco intimidado por la forma en cómo el menor ha posado sus manos en su pecho y como las va subiendo lentamente hasta su rostro.

Observa los bellos ojos del chico que lucha por no llorar, preguntándose porque la repentina cercanía de Jimin le quema el alma. Nota los pulgares de este acariciar sus mejillas e intenta buscar el discurso que había ensayado en casa en alguna parte de su mente. Sin embargo la melodiosa voz de su alumno lo hace enmudecer antes de que logre hacerlo.

— Bien, pero lo haremos a mi manera.

Y sus bocas se encuentra con fuerza en un voraz beso que les quita el aliento, procurando borrar sus existencias por al menos esa primera y última tarde que les permitía coincidir la vida.

Sin una pantalla que les impidiera tocarse y observar el cuerpo del otro.

Erotic texts | YM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora