Amor por la Música

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Los violines sonaban junto al piano al compas de mis pasos. Bailar, ¿por qué he de hacer eso? Tan solo movimientos sin sentido al ritmo de ruidos que no comprendía.

Música, varios sonidos al mismo tiempo creando una sinfonía, eso era... nada más que eso. ¿Por qué a la gente la volvía tan loca? ¿Por qué la escuchaban a todo momento? ¿Acaso la gente no podía apreciar el silencio?

Esas melodías siempre me habían vuelto loca, siempre odié el ruido, el sonido, la música. Y bailar, tan solo el acto de mover los pies con otra persona me molestaba, me irritaba, de veras que me irritaba.

Basta, en cualquier momento lo gritaría.

 

 ¡Basta!

 

Pero obviamente, ¿quién me escucharía? Tan solo son gritos ahogados en mi mente, porque es el único lugar donde acepto el ruido. La calma no es presente allí.

 

Los vestidos de todas las damas en la fiesta son grandes y voluminosos, con esas grandes faldas esconden sus grandes traseros, ¡asquerosas! Tan solo mujeres hipócritas que fingen amar la música cuando solo esperan conseguir algo luego de esta cena, al igual que gran cantidad de hombres que aquí se encuentran. ¡Ricachones codiciosos!

Todos bailan con máscaras en sus rostros atadas a nosotros con unas telas finas de seda. Cada máscara era más fea que la anterior, horripilantes como la melodía que sonaba en la sala.

 

¡Basta!

 

La gente bailaba con sonrisas en sus rostros, me volvía loca, pero lo que me volvía más loca era mi máscara. Mi padre, el dueño del palacio, el más importante de esta fiesta, ¿por qué me había otorgado a mí, su única hija, la máscara más desastrosa?

Largas narices, ojos deformes, colores extravagantes eran las otras máscaras, todas mostraban la boca de su dueño pero yo tenía una máscara que tapaba todo mi rostro. Yo no era fea, para nada, ¡yo siempre fui hermosa!

Compararme con alguien sería algo ofensivo, debes saberlo, nadie es de mi nivel. Jamás comprendí…

 

¡BASTA!

 

Esa música tan espantosa, ¡no me deja pensar! ¡Su ruido me está volviendo loca! ¡BASTA! ¡BASTA YA! ¡ALTO!

 

Un grito se escuchó. Grité, yo había gritado. Me estaba volviendo loca.

Comencé a gritar, exploté, lo dejé salir todo, mi opinión sobre las damas de la fiesta, sobre las máscaras y sobre la música.

Nadie había tocado sus máscaras, pero no sabía como todas se habían desatado y luego incorporado en el rostro de su poseedor. Mi corazón se paró por un instante, mi vista se volvía más intensa y me asustaba seguir mirando.

La música iba cada vez más rápida y más fuerte, mi repulsión a ella se volvía más molesta que no soportaba escuchar.

Busqué con la mirada a los músicos, todos ellos con sus máscaras fusionadas a sus rostros con sonrisas tenebrosas, miré hacia mi padre, enojado, furioso. Me miraba con una máscara blanca con una nariz gigantesca.

Grité para ahogar el ruido con más ruido pero no funcionaba. Los violines y el piano lograban pasar por alto mis gritos desesperados.

 

¡BASTA!

 

Veía a mí alrededor, todas las parejas danzantes y el suelo se volvía caliente y mis zapatos se estaban quemando. Me quité los tacones rápidamente y salieron volando golpeando a un bailarín en el rostro pero este no hiso caso, tan solo siguió bailando.

Corrí atónita hacia el buffet, debía de haber algo allí para tapar mis oídos hasta que tomé unos pavos, desesperada los agarré con fuerza y llevé hacia mis oídos.

 

¡BASTA!

 

No funcionaba, era inaudito. Mis manos estaban sucias por la salsa, al igual que mi cabello. Miré al frente y había un gran espejo. Me vi, tenía la horripilante máscara aún. Traté de quitármela pero esta se aferraba a mi rostro con fuerza, la máscara estaba fría como el hielo y, el suelo caliente como el fuego. Mi gran vestido era el intermedio y hacía que sudase como un cerdo.

Era asqueroso, ¿por qué me pasaba esto?

 

¡BASTA!

 

Mi máscara era tan horrible que me repulsaba, quería vomitar, daban ganas de vomitar. No lo evité y lo hice. Me sentía horrible, la música me volvía cada vez más trastornada. Tenía que acabar con ello, esa música, esos violines.

Me di media vuelta y miré fijo hacia los músicos nuevamente y comencé a correr con todas mis fuerzas, pero la sala se hacía cada vez más extensa que me hacía pensar que jamás lograría llegar a mi objetivo, así que nuevamente, en medio de todo el salón entre los bailarines quedé.

Grité nuevamente, pero esta vez llorando, mi garganta se cerraba, así se sentía. Estaba sufriendo como nunca antes en mi vida y la música se volvía más violenta.

Me dolía el corazón, iba cada vez más rápido, ¿jamás terminaría? Mis pies comenzaron a hacer lo que más odiaba en el mundo, comenzaron a danzar. Lo detestaba, ¡agh! Era horrible pero no podía detenerme, me había agarrado de otros bailarines para parar pero ellos seguían en la suya.

Miré a mi costado y había un espejo, mi máscara se estaba derritiendo, era una vista asquerosa. No podía ver mis ojos pero yo si podía ver a través de la máscara. ¿Cómo era posible?

Tan extraño, ¿a caso la música me volvía loca? Era posible, ¡estaba bailando y no podía parar!

Dancé desesperadamente hasta llegar nuevamente al  bufet y busqué exasperada un cuchillo hasta logarlo. Lo tomé temblorosa y lo acerqué a mis pies, tenía que terminar, ¡dejar de bailar!

Traté, una y otra vez hasta lograrlo. Me corté los pies y mi vestido se había teñido de carmesí sangre. Había dejado de bailar pero la música seguía.

 

¡BASTA!

 

¿No terminaría nunca? Entonces lo hice, para terminar con aquel sufrimiento me corté las orejas pero seguía oyendo. No sabía cómo, había vuelto a estar de pie, bailando. Sentía mies pies, miré al suelo y allí estaban, tirados, casi blancos.

Sentí como se chorreaba la máscara por mi cuello, se estaba derritiendo.

Me miré al espejo. No, me había equivocado, un líquido rojo era lo que se caía por allí. Mis orejas no estaban, pero ese espacio se había cubierto por mi cabello despeinado.

No podía soportarlo, ¿danzaría hasta el fin? Esperen… ¿Cuál fin? ¡Si esta melodía no me dejaba morir! A no ser…

Tomé el cuchillo esta vez con firmeza y me apuñalé.

 

 

La música paró cuando mi cuerpo dejó de danzar, la máscara se cayó y caí al suelo. La gente seguía danzando mientras yo yacía en el medio de la extensa sala, muerta.

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