Capítulo 3.

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Capitulo 3:

Diana:

Una semana. Una semana habia pasado desde el suceso con el chico de sonrisita burlona. Y aun despues de eso, John seguía comportandose extraño con el hecho.

¿Qué rayos le ocurría? No entendía porque se comportaba de aquella manera. Nunca fue celoso, él supo desde el primer momento en que empezó a salir conmigo que tenia muchos chicos detrás. Siempre los ignoro totalmente, hacia como si no existieran. Pero esta vez fue diferente, vi odio en sus ojos, celos y hasta posiblemente impotencia, algo que no era para nada común en él.

Aun así no podía culparlo, aquel chico… no lo se, era tan distinto a todos los que conozco, a todos lo chicos que estaban acechandome. Su forma de mirar, tan intensa, estoy segura de que esa mirada era capaz de matar a cualquiera que se metiera en su camino; la forma de caminar, arrogante y confiada, su sonrisa, esa que tuve el privilegio de ver; su cuerpo, esculpido por ángeles y, al mismo tiempo, tan natural. Como si directamente hubiera nacido así.

Pero no era perfecto, En absoluto. Después de todo nadie lo es, excepto Dios.

Decidí darme un respiro y andar un rato sola, recorriendo la escuela. Escuela que conocía perfectamente.

 Después de todo nunca me había cambiado, y llevaba allí desde los once años.

El primer día en el que entre estaba tan nerviosa como un ave en su primer vuelo, tan mareada como un pez fuera del agua, escondida en las rodillas de mi madre. Era tímida. Mucho. Tenia tanto miedo de que no me aceptaran, así tal cual era, con mi, en ese momento, largo cabello atado en una cola de caballo desarreglado, con mis frenillos y mi incapacidad de pronunciar palabras siquiera, sin tener temor de que todo saliera mal.

El primer día fue mal. La primera semana feo. El primer mes terrible. El primer año horrible. Mi único consuelo eran mi madre y mis hermanas.

Pero al año siguiente ella ya no estaba. Se había ido por un trabajo.

Se fue cuando tenia doce, volvió mucho tiempo después y se fue nuevamente; ahora tengo dieciséis, y aun no ha vuelto.

Eso fue un golpe muy duro para todos.

Mi padre se obsesiono con el trabajo. Hasta el punto de descuidarnos, de alejarnos de él, de no querer estar más con ninguno de nosotros. Eso le causo un vacío, un dolor tan intenso que hoy en día sigue ahí, solo que cubierto por una manta de indiferencia,

Abigail tomo el control de la casa, fue fuerte, logro mantenerse en pie, por nosotros.

Catherine fue la que más sufrió. Se encerró en si misma, no comía, no dormía, casi no hablaba. Estuvo a punto de caer, pero no lo hizo, porque hubo alguien, un ángel, quizá, que la sujetó antes de que se diera contra el frío y duro suelo. La sujetó y la hizo ascender, la hizo recuperarse y luchar. Pronto su sufrimiento regresó, pero es un tema tabú para ella.

Yo… yo cambie, esa fue mi forma de enfrentar el dolor, ya no tenia a lo que aferrarme, mi vida se convertiría en un infierno si no hacía algo pronto. Y cambié. Tomé coraje de donde ni siquiera sabía que había y cambié. Y, aunque no estaba siendo yo misma en lo absoluto, era mejor que lo que había vivido.

Al pensar en Catherine, me sentí terriblemente mal por lo ocurrido aquella mañana. No volvimos a arreglarnos desde ese día.

—¿Caminas sola? —Escuché a alguien decir. Al voltearme me encontré con aquel chico, recostado sobre la pared en una pose tremendamente sexy... esperen, ¿qué?

Pensé en seguir de largo, pero mi curiosidad me ganó.

— ¿Te importa? —pregunté, cruzandome de brazos.

Mi ángel caídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora