Lexa, mi amor,No pasa un solo día sin que piense en ti. Han pasado tres años desde que te fuiste, y cada día te extraño más. Todavía puedo escuchar tu voz pronunciando mi nombre con esa dulzura que solo tú tenías. Recuerdo la última vez que estuvimos juntas, cuando me susurraste aquellas palabras que jamás olvidaré: "Ai hod yu in, Clarke kom Skaikru".
No supe qué responder en ese momento. No entendí su significado hasta que fue demasiado tarde. Y no hay nada en este mundo que lamente más que no haberte dicho lo que mi corazón gritaba. Yo también te amo, Lexa kom Trikru.
No sé cómo es posible, pero Titus tenía razón: los natblida son especiales. Lexa… tuvimos una hija. Su nombre es Maddie. Tiene sangre natblida, como tú. Y cada vez que la miro, veo tu reflejo.
Su nacimiento fue un milagro. En un mundo donde no quedaban más natblida, su existencia evitó un cónclave. Pero a veces me pregunto si hice bien en permitir que la conocieran. Ser Comandante es un destino cruel, y temo que termine arrebatándole la vida… como te la arrebató a ti.
Ojalá estuvieras aquí. Sé que nunca te olvidaré. Dejamos tantas cosas pendientes… Pero quiero creer que en otra vida nos volveremos a encontrar.
Te amo, Lexa.
PD: Maddie siempre pregunta por ti.***
Clarke dejó el lápiz con un suspiro tembloroso y pasó la mano por el papel, como si con ello pudiera acercarse más a Lexa.
—Bien, terminé… —murmuró para sí misma. Luego, respiró hondo y se giró hacia la cama—. Maddie, hija, despierta.
La niña se removió entre las mantas.
—Cinco minutos más, mami… —murmuró con voz adormilada.
Clarke sonrió con ternura y estaba a punto de responderle cuando Abby irrumpió en la habitación, visiblemente agitada.
—Clarke, rápido, debes venir a la entrada. Yo me quedo con Maddie.
Clarke frunció el ceño.
—¿Qué? No entiendo…
—¡Solo ve!
La urgencia en su voz hizo que Clarke no dudara más. Salió apresurada de la habitación y recorrió los pasillos hasta la entrada de Arkadia. Pero lo que vio al llegar la dejó sin aliento.
Una figura se encontraba allí, de espaldas a ella.
No puede ser…
—¿Lexa…?
La mujer giró lentamente. Y en cuanto Clarke vio su rostro, sintió que el mundo se detenía.
—¡LEXA! —gritó, corriendo hacia ella con lágrimas ardiendo en sus ojos—. ¿Cómo…? ¿Cómo es posible que estés aquí?
Los ojos de Lexa también se llenaron de lágrimas.
—Te dije que siempre estaría contigo —susurró. Se tomó un momento para recuperar la voz y continuó—. Becca… me ayudó. Me dijo que había una manera de volver, pero que mi cuerpo tardaría en sanar y estabilizarse.
Clarke no pudo resistirlo más. Se lanzó a sus brazos y la abrazó con toda la fuerza de sus emociones reprimidas.
—Ven… hay alguien que debes conocer.
Tomándola de la mano, casi corriendo, Clarke la llevó a su habitación. Maddie ya estaba despierta, sentada en la cama con los ojos curiosos.
—Mami… ¿por qué lloras? —preguntó con preocupación.
