『 CAPÍTULO 05 - LA TUMBA 』

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NARRA JOEL PIMENTEL

Abrí mis ojos por el molesto sonido de mi despertador, la cuarta vez que repetía jueves, según mi celular.

Me apresuré en mi aseo personal y bajé cuidadosamente, volviendo a levantar las canicas de Gabo y metiéndolas a mi bolsillo.

- Me tengo que ir mamá, olvidé que tenía que llegar temprano al colegio. – dije saliendo corriendo.

Quizá si evitaba que Erick muriera en el transcurso del día, por fin sobreviviría para contar un viernes más.

Entré rápido al colegio y lo busqué por los pasillos.

- ¡Feliz jueves Joel! – exclamó contento el ojiverde.

- Feliz jueves, Erick. – dije tomándolo de la mano y jalándolo por todo el pasillo de la universidad, entramos al cuarto del conserje y lo lancé contra la pared. – Necesito que te quedes aquí todo el día ¿de acuerdo? – indiqué en desesperación.

- ¿Por qué aquí? – susurró.

- Emm, es difícil de explicar, me creerías loco maldición. – gruñí.

- ¿Estas en problemas y necesitas compañía? – preguntó acercándose a mí.

- No te muevas de ese lugar Erick, por favor, necesito pensar.

- Te daré tiempo para pensar. – vi cómo se movía del lugar de donde estaba. - ¿Qué haces? – Pregunté.

- Buscó el apagador, no veo nada. – comenzó a palmear por las paredes buscando dicho apagador, cuando al fin, lo encontró encendió las luces y me llevé una gran sorpresa.

- ¿Qué mierda es este lugar? – pregunté al ver tijeras gigantes, palas y picos.

- ¿Dónde creías que estábamos? – sonrió.

- En la bodega del conserje. – susurré alejándome de los grandes picos.

- Pues no. – dijo obvio. – es la bodega del jardinero.

- Maldición. – dije moviéndome hasta Erick para sacarlo de ahí, entonces mi chaqueta se atoró con una de las arañas de metal que estaban ahí. - ¿Enserio? – dije frustrado, jalando mi chaqueta.

- Déjame ayudarte. – dijo caminando hasta mí.

Yo seguí jalando mi prenda hasta que esta se desgarró haciendo un gran agujero en el bolsillo, dejando caer todas las canicas de mi hermano, entonces Erick las pisó comenzando a resbalar.

- ¡Erick! – grité tratando de tomarlo de la mano, pero fue inútil, Erick calló al suelo, golpeándose la cabeza en el impacto. – levántate. – dije moviéndolo. - ¡Erick! – grité.

Me puse de pie y comencé a relajarme un poco, cerré mis ojos y comencé a susurrar.

- Bien Joel, despierta, tienes otro jueves en donde puedes hacer mejor las cosas. – extendí mis brazos a los lados esperando despertar, pero nada pasaba. - ¿Que sucede? – dije mirando el cadáver en el suelo, el charco de sangre manchó mis Converse blancos, esto estaba mal, tenía que haber despertado.

¿Por qué lloraba? Erick ni me interesaba, pero me dolía que muriera.

Me recargué en la pared dejando caer poco a poco resbalándome en ella hasta quedar sentado, cubrí mi rostro con las palmas de mis manos y comencé a llorar.

Quería despertar, quería que ya fuera viernes, no quería seguir viendo morir a Erick, por suerte ninguno de los trabajadores de jardinería había interrumpido ese día, no sabría cómo reaccionar si me encontraban con un cadáver.

Miré mi reloj y eran las 11:00 PM, me había quedado dormido en esa bodega, creí que al despertar volvería a ser jueves, pero aún seguía con Erick muerto a mi lado.

No podía dejarlo ahí, sabía que nada importaría al día siguiente, pero algo me decía que no debía abandonarlo, o al menos no así.

Salí de la bodega con una pala y arrastrando el cadáver de Colón por el pasillo, me percaté de que no hubiera nadie, fui hasta la parte trasera del colegio el cual daba directo al bosque, llegamos a un punto en el que nadie me vería ni me escucharía.

Comencé a cavar sin parar, no sabía de donde sacaba fuerzas para hacerlo, solo seguí cavando.

- ¿Necesitas una mano? – dijo alguien detrás de mí.

- Lárgate De Jesús. – grité sin voltear a verlo ni dejar de cavar.

- Vengo en son de paz. – escuché como se acercaba a mí. – vamos, te ayudaré a darle sepultura a mi amigo.

- No te atrevas a llamarlo así. – grité lanzándome sobre él con furia cayendo al suelo. - ¡Si en verdad lo consideraras tu amigo no le harías esto!

- El preferiría estar muerto. – contestó con la misma intensidad violenta en su voz.

- ¿Qué? – pregunté en el llanto.

- ¿No recuerdas todo lo que le has hecho? – preguntó. – lo molestas, lo insultas, lo tratas peor que basura, yo soy siempre el que ha estado para él cuando más lo necesitas, tu solo eres un extraño.

Me puse de pie dejando que Zabdiel hiciera lo mismo, miré el cuerpo de Erick envuelto en una manta y no pude evitar sentir culpa, era verdad, yo le hacía tanto daño al ojiverde por diversión, solo por hacerme sentir bien.

- Tu puedes ponerle fin a esto. – susurró cerca de mi oído. – solo debes decirlo.

- No sé qué es lo que debo decirle. – dije desesperado. – no sé nada sobre esto, sigo diciéndome que es un mal sueño, pero no lo es. – sequé mis lágrimas y volví a tomar la pala. – vete Zabdiel, por favor.

Pedí, pero nadie respondió, di la vuelta y el chico alto ya no estaba ahí.

Después de terminar de cavar y de sepultar a Erick, me senté recargado del tronco de un árbol, solo observando la tumba.

Saqué mi celular y miré la hora, faltaban cuatro minutos para las doce, volví a cerrar mis ojos y quedé dormido, y cuando creí que todo terminaría, el "Bip" de mi despertador, sonó como cada mañana.

Me bañé y vestí, salí de mi habitación y esta vez no tomé las canicas, solo las rodeé, salí de casa sin avisarle nuevamente a mi madre y caminé, necesitaba despejarme.

Curiosamente sabía en donde Erick vivía así que si corría con suerte aun lo encontraría en casa.

Toqué el timbre y esperé a que abrieran, pasaron unos segundos antes de que una mujer abriera.

- Hola, bueno días mi nombre es Joel, soy amigo de su hijo Erick, ¿se encuentra en casa?

- Por supuesto, entra, su habitación está arriba a la derecha. – dijo haciéndose a un lado.

- Gracias. – sonreí entrando, vi como la mujer salía de la casa y cerraba la puerta.

Subí los escalones y toqué la puerta de la habitación.

- Espera madre, estoy en ropa interior. – gritó desde adentro.

- Am, soy yo, Joel. – dije recargando mi oído en la puerta,

- ¿Joel? – preguntó y escuché como se acercaba.

La puerta se abrió y yo me aparté un poco mirando el cuadro completo, a Erick con una toalla enredada en su cintura.

- ¿Joel? – volvió a preguntar. – am, no esperaba tu visita, vamos pasa. – se hizo a un lado.

- Tenemos que hablar. – dije entrando.

- Por supuesto, siéntate, me terminaré de cambiar y saldré en un momento. – sonrió caminando hasta

- Preferiría que no te movieras de tu lugar. – dije caminando hasta él. – tengo que salvar tu vida.

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Jueves ● Joerick ●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora