{♥} capítulo 2: Hora de comerse el mundo.

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Después de aquello tardé unas dos semanas en encontrar un nuevo trabajo; y uno mucho peor, a decir verdad. Tenía por seguro que me costaría olvidar aquella rutina a la que me acostumbraba. Aquel día en el que me decidí a seguir adelante, no fue fácil levantarme de la cama; no lo fue, sabiendo que no era para trabajar en el taller.

Me puse la ropa con desgana y con cansancio. Últimamente no me había sido fácil coger el sueño. Mi apartamento era muy pequeño, y con el desorden que se iba acumulando allí, era casi imposible andar.

Me miré al espejo del baño. Dios mío, ¿desde cuando aquel rostro agotado y demacrado era el mío? Me toqueteé la cara e hice varias muecas delante del espejo, en un estúpido intento de cambiar algo.

Finalmente me resigné con desánimo y salí del baño para tomar rápidamente, algunos restos de la pizza de la noche anterior y salir cortando de aquel revuelto cuartucho. Caminaba con los ojos medio cerrados hacia la pequeña cocina cuando el sonido del timbre me sacó de mis pensamientos.

- Joder...- Dije tropezando con un montón de ropa que había junto al sofá. Y volvieron a llamar al timbre, esta vez con más empeño. - Ya voy, joder, ya voy...

Abrí la puerta con cara de pocos de amigos y, precisamente eran ellos.

- ¡¿Dónde te habías metido pedazo de idiota?! - Me gritó Yeri, abalanzándose hacia mí para abrazarme con fuerza.

Minho y Yeri. Ellos eran mis dos mejores amigos; y yo no les había hablado en dos semanas. Era obvio que en algún momento querrían saber algo de mí.

Mientras Yeri hablaba sin parar y no paraba de agitarme como si fuera un muñeco, Minho cogió una cerveza que había por allí y se sentó en el sofá.

Aquella escena representaba exactamente como eran ellos. Yeri era charlatana, idealista, alegre, despistada, de actitud positiva y gritaba mucho. Le encantaba imaginar cómo serían nuestras vidas si tuviéramos mucho dinero, y su sueño era hacer esas fantasías realidad uniéndose a una compañía de Idols. Ella insistía en que lo haría bien, a pesar de que ya la hubieran rechazado seis veces. Yeri cantaba muy bien, eso es cierto; pero las agencias de Idols también se fijan en lo estético, y Yeri no pegaba ni con cola en esos lugares.

Ella siempre llevaba el pelo teñido de algún color extravagante (por aquella época lo llevaba pelirrojo castaño, algo "normalito" comparado con lo que solía llevar). Su peinado estrella eran dos trenzas bajas a los lados, pero aquel día lo llevaba suelto. En ese momento llevaba una camiseta negra de manga corta ceñida a su figura, que le llegaba a la altura de su ombligo; y unos pantalones de cuadros blancos y grises, junto a unas deportivas blancas ya bastante desgastadas.

Por otro lado estaba Minho, un chico de 24 años sin ningún propósito aparente. Minho era bastante calmado y a veces te podías olvidar incluso, de que estaba allí. Era muy malhablado, por ello, cada vez que abría la boca, lo hacía para soltar alguna palabrota. Le encantaba la cerveza, y difícilmente se emborrachaba. Minho había sido mi amigo desde que me mudé con mi primera familia de acogida (más tarde, en el instituto, vino Yeri). Tenía el cabello negro como el carbón y la tez algo bronceada; y siempre adornaba su oreja derecha con múltiples pendientes, mientras que la izquierda estaba completamente libre de accesorios. 

Él solía vestir con una chaqueta vaquera dos tallas más grande que la suya, encima de una sudadera negra; variando únicamente en el dibujo o mensaje de la sudadera (ese día llevaba una simple camiseta de manga corta debido al intenso calor del mes de julio). Con respecto a pantalones, llevaba unos negros con diversas roturas; y unas deportivas negras con la puntera blanca.

- Lo siento, ¿vale? Lo siento...- Dije poniendo mi mano sobre mi frente. La cabeza me dolía como un demonio. Y me dirigí a la nevera para coger un trozo de pizza.

Eternal. ❁ SUGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora