#1: Tuve que conocerlo.

163 4 4
                                    

Estaba bajandome del microbús que me lleva de la escuela a la casa, junto con mi vecina Jessica, nuestro vecindario era como todos, solo que no pasa nada interesante, nunca. Jessica se bajó antes pero yo me tuve que regresar porque olvide mi mochila adentro (¿cómo se me olvido? ni idea.) Me subí y la jalé, estaba algo pesada, me bajé y la tiré a mi espalda con indiferencia.

De repente, oí un golpe seco y mi mochila tembló, de seguro habre golpeado un poste; cerré la puerta y me voltee. Abrí muchos los ojos cuando ví que no había golpeado un poste. Para nada. Era en realidad un chico, guapo para ser honesta, muy fornido, y supongo que alto porque lo veía desde arriba, ya que estaba en el suelo y su patineta a un lado.

¡Oh, Dios! ¡Había golpeado a un chico guapo con mi mochila! Vaya suerte la mía.

Me arrodille y lo ayudé a levantarse, me costo un poco ya que él era más grande y pesado, tenía músculos, eso lo pude sentir. Pero no sé como lo pude botar con mi mochila.

—¿Estas bien?— le pregúnte, ya que no respondió, lo observe fijamente y tenía una piel muy fina y demasiado cuidada, para ser un chico— ¿Eres nuevo aquí?

Levantó la mirada, y me quede sin aliento, tenía unos ojos de infarto, verde jade, un jade tan hermoso y penetrante a la vez que cuesta apartar la mirada. Pude dislimbrar la furia en esos ojos tan hermosos.

La parte de arriba de su mejilla, cerca de su pomulo estaba roja, pero solo roja.

—¿¡Cuál es tu problema?!— me gritó y empezó a sobarse, aturdida lo observe fijamente— ¡Especial bienvenida que me dan! ¡Ja!

Lo miré, desconcertada.

—No tengo ningún problema— respondí con indiferencia y a la defensiva, alguien nuevo no podía hablarme así— Solo quería ayudarte, no quise golpearte, además ¿quién te crees que eres para una bienvenida especial?— terminé.

Él me miró, como si no creyera que le hablara de esa manera y me dijo:

—¿Qué traes ahí? ¿rocas?— su mirada se detuvo en mi mochila, y pude sentir como si la atravesaba con su mirada. ¡Estaba enojado! ¡Con mi mochila! Que infantil.

—Disculpa si un par de cuadernos pueden hacerte llorar, niñita— respondí, burlona. Que nena.

—Estás disculpada—replico, sobandose la mejilla. Ahora él, reia burlón. Pude sentir la ira burbujeando dentro de mí ¿en serio era tan idiota?

—¿Te han dicho que eres un idiota?— le grité furiosa.

—Es unos de mis muchos encantos— respondió con una sonrisa picara y un encogimiento de hombros.

Resoplé, me dí la vuelta y caminé, me faltaban como cinco casas para llegar a la mía, pero con tal de alejarme de él, estaba bien.

No llegué muy lejos cuando unos dedos me agarraron el antebrazo y me voltearon, ahí estaba el idiota, claramente enojado. ¿Ahora que quería? Me zafé de su agarre y le pregunté secamente:

—¿Qué quieres?

—¿No te vas a disculpar?— su voz era ronca. Puse mi cara de ¿Hablas en serio? Él la debió haber notado porque alzo una ceja: — ¿Y bien?

—Creo que tú deberías disculparte, yo solo trataba de ayudarte y te comportaste como un idiota— me defendí, poniendo mi dedo acusador en su pecho. Este chico era un poco infantil. Y engreído.

—¿Perdón?— chilló, con voz infantil e incrédula, apartando mi dedo. Eso me sacó un risita.

—Perdonado— respondí burlonamente, como él había hecho anteriormente conmigo y me reí. Alzó una ceja y pude ver diversión en sus ojos.

—¿No crees que merezca algo de consuelo?— me preguntó descaradamente. Mi quijada topó el suelo y ví la diversión bailar en sus ojos.

Dos pueden jugar ese juego, amigo.

Cerré la boca y sonreí, ahora la diversión fue reemplazada por confusión. Bien.

—Claro, por supuesto— le pícaramente— Solo cierra los ojos —le guiñe un ojo. Creo que soy buena actuando porque él se lo creyo.

—Pareces una zorra— expresó con tono neutral. ¡¿No querías una zorra?!, me pregunté con ira en mi interior, tragué, dejando la ira a un lado y sonreí.

—Tú lo pediste cariño— respondí, jovialmente.

Parece que le gusto mi respuesta, sonrío con malicia y cerró los ojos. Se nota que le gustan las chicas fáciles, así que no perdí tiempo. Le metí un rodillazo en la ingle que lo dejó sin respiración y se puso de rodillas, abrió muchos los ojos y me vió, otra vez, pude ver diversión en ellos ¿que sucede con este tipo?

Para quitarle su cara soncarrona, le dí un puñetazo con todas mis fuerzas donde antes lo había golpeado con la mochila y lo mandé al suelo, dejando mis nudillos rojos y ardiendo.

Los entrenamientos de boxeo dieron resultado.

Y ahora, por segunda vez en el día, veo a un chico guapo tirado en el suelo. Solo que ahora, creo y espero, que este inconsiente.

El idiota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora