#5: Hamburguesa idiota.

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Después de ese no tan agradable encuentro con Chris, decidí que él no podía hacerme enojar cuando él quisiera. Me molestaba, más verle que eso lo divertía. Era un idiota, en todos los sentidos.

Aunque me quede con una duda, su apellido. No era el mismo, supongo que es un séudonimo. Para despejarme quise ir a correr, y después comer algo. Uhhhm, comida. Ya me estaba haciendo la idea mientras me cambiaba. Ropa comoda, pero no muy sofocante. Un moño desordenado, tennis y lista.

Bajé, Nath, Jenn y Zoe estaban desayunando, mientras mi mamá limpiaba el desastre de Marie. Vómito. No muy bonita escena. Como siempre, Marie nunca se percataba de lo que hacía, solo reía sin parar todo el día. Hice una mueca, mientras cogía algunos trapos y le ayudaba a mamá.

—Gracias—su voz sonaba sincera y cansada. El sonido del televisor encendido y la regadera en la parte de arriba inundaban el silencio de la casa. Mamá es hermosa, tenía el mismo pelo rojo fuego que yo, sus ojos azules. Nath y Marie lo tenían menos rojo, sacaron los ojos verdes de papá. Jenn y Wen, tenían ojos azules, Zoe los tenía verdes igual que Morris y Frank. Todos eramos pelirrojos, extrañamente. Terminé de limpiar y me lavé las manos.

¿Mencione que eramos 8 hermanos?

Morris vinó corriendo desde la sala.

—¡Mia! ¿Me haces un batido, porfavor? —pidió, mientras hacia un puchero. Ese niño de 9 años,que no se le podía negar nada.

—¡Yo igual! —Zoe.

—¡Me uno! — Jenn.

—Cualquier cosa esta bien—declaro secamente Wen, entrando en la cocina.

Estaba algo desconcertada, pero decidí hacerlo. Mamá sonrío, mientras salía a botar la basura.

—¡Batidos para todos!— anuncié, mientras la cocina se inundaba de  gritos de emoción.

Sandía, banana, kiwi, fresa y mango. Las frutas más deliciosas que pude encontrar, abrí el refrigerador para buscar leche, pero no me dí cuenta que Marie; la más pequeña de todos, andaba caminado sin rumbo y como la licuadora estaba sin tapa y Marie estaba obsesionada con pequeños objetos redondos, apretó el botón.

Todo pasó en unos segundos: Marie riendo como loca, pedazos de frutas en la ropa de Jenn, Wen y Nath que gritaban para limpiarse. Morris, corrió escapandosé de salpicarse pero se tropezó con Frank que venía corriendo de la parte de arriba, ambos cayendose. La leche que tenía en la mano se cayó, empapando más a Wen, que me miraba enojada. Sonreí para disculparme. Las tostadas se quemaron y cuando quise caminar, Marie se le ocurrió agarrarme del pie. Y bueno, caí.

Mamá vinó corriendo, suspiró para calmarse al ver el desastre que habíamos hecho. Todos la mirabamos con disculpa en los ojos. Se oyó un pitido: un par de tostadas quemadas salieron de tostador.

***

Las 8 de la mañana eran cuando el desastre pasó, ahora eran las 10:20 A.M y todo parecía como nuevo. Nos tuvimis que volvera bañar y cambiarnos de ropa. Mamá nos había restringido la licuadora a Marie y a mí, ¡como si yo tuviera la culpa!

—Mia, me iré el viernes y regresare el martes. Llevaré a Marie conmigo, ¿crees que podrías cuidar a tus hermanos, sin causar destrozos? —me informó mamá, mientras me miraba entre curiosa, divertida, enojada y esperanzada.

Mamá trabaja en un almacen importante de modas en New York, y le pagaban lo suficiente para mantenernos, aunque a veces no la veamos por 5 días seguidos. O más.

Rode los ojos.

—Claro mamá, no te preocupes yo los cuidare.—le dí mi promesa más sincera, ella asintió, creyendome.

—Bueno esta bien, Mia, ¿puedes pasar dejando a los niños a sus prácticas a sus prácticas?—me preguntó mamá, dije que sí. Wen, Jenn, y Nath empezaron a farfullar mientras iban por sus mochilas.

—Bueno mamá, iré a casa de Fae— le informe.

Fae me defendió desde que en el kinder Natasha me molestaba diciendo que mi pelo era falso, y que era demasiado tonta como para colorear un simple dibujo. Fae es femenina, pero también defendía sus pensamientos. Pensé que ella era mi amiga por lástima, pero esa tarde cuando ví que le metío zancadilla a Natasha y la zampó al lodo, ensuciandole su muy refinado vestido blanco, fuimos mejores amigas inmediatamente. Desde ese mismo día, Natasha nos ha hecho la vida imposble.

—Espero que se diviertan, lleva tu celular y si pasa algo, llamame.—dijo, despidiendome con la mano. ¿Ven? eso me encanta de ella, me deja libertad. A veces me preguntó si no le preocupo, pero me dice que por eso las clases de boxeo.

Estaba abriendo la puerta cuando mi mamá me gritó:

—¿No olvidas algo?— llegó a la puerta y levanto una ceja roja, irónicamente—¿tres, pequeños, pelirrojos?

Oh, claro.

—¡Chicos! —grité, a lo que las gemelas y Nath salían disparados, despidiendose de mamá rápidamente. Le dí un beso en la frente y cerré la puerta.

Después de dos calles corriendo y haciendo que los chiquillos me alcanzara a duras penas, los dejé en en la cancha del entrenador Zebowski, o sí, el tío de Jessica, Y de Chris.

Les desee suerte y fui trotando hacia las montañas. Demonios, debí traer mi Mp3. Pero me encantaba la naturaleza, el olor de la tierra recién llovida que se filtraba por mis zapatos, el canto de los pájaros me tranquilizaba y el sonido pacifíco que hacían las casacadas me hacía sentir en un mundo mágico. Mi mundo.

Después de correr durante....en realidad, no sé cuanto tiempo corrí, jadeé sobre el otro lado de las montañas, donde estaba mi destino; la casa de Fae. Y un Mc'Donalds.

Pero primero, la comida. Lo siento Fae.

Sudorosa, entré al McDonald's con los zapatos llenos de lodo, a lo que recibí miradas no muy amistosas de empleados que limpiaban. Ops. No estaba tan lleno, solo una pareja de gays y un abuelo, con su nieto.

Según el reloj eran las 12:34 p.m. Uhmm...bueno, ordené una botella de agua, y una mega hamburguesa de triple carne, con barbacoa, cebolla tostada y papas fritas. No pasé desapercibida la mirada de la cajera mientras me atendía.

Me sirvieron primero el agua, a lo que la debore como si fuera la primera agua que tomo en dias. Se sentía refrescante en mi garganta. Como un cubo de hielo, enmedio del desierto.

Cuando recibí la hamburguesa, no lo pense. Me avalance a ella como un tigre a su presa. No sabía cuanta salsa, barbacoa o lo que sea cayera a mi camisa, tenía hambre. Y cuando tengo hambre, tengo hambre.

De repente algo blanco entró en mi zona visual, una servilleta. Lentamente alzé la vista. Cuando lo ví no pudé evitar resoplar haciendo que pedazos de comida salieran disparadas de mi boca. Lo que le sacó una risa burlona. No me importaba.

¿Qué siempre tenía que estar en el mismo lugar que yo? ¿En serio?

El idiota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora