Alexander se incorporó llevándose las manos a la cabeza y retirándose los negros cabellos hacia atrás, tal como solía peinarse.
«¿Y ahora qué?» pensó, aún tembloroso y sin recuperarse del mal sueño. Se cruzó de brazos y se acomodó en la arena.
El sol proseguía en lo más alto, expectante, las rojas dunas petrificadas en el tiempo, impasibles, y el príncipe solitario contemplando la nada a su alrededor.
Estaba sediento, agotado, los párpados le pesaban y casi le costaba mantener la consciencia mientras los rayos del sol caían sobre él como una ola de puro fuego. Gotas de sudor perlado se abrían paso por todo su cuerpo, le faltaba el aliento, sentía que se ahogaba y tenía la boca completamente seca.
De repente, un ruido muy familiar rompió la calma antinatural que envolvía aquel desierto rojizo.
—Oh, joder.—decía el príncipe, llevando una mano a su estómago, de donde procedía el sonido- Lo que me faltaba.
Con un suspiro de resignación, el joven príncipe se puso en pie y comenzó a caminar, en un vano intento por desviar la atención de su estómago y olvidarse del hambre que sentía y que no sabía realmente cuando tiempo hacía de su última comida.
Mientras caminaba a través del desierto, rodeado por aquella atmósfera ondulante, se retiraba el sudor y boqueaba constantemente. Poco a poco el sofoco le resultaba más insoportable, los labios se le cuarteaban, la lengua se le hinchaba, la vista se le nublaba, los pensamientos fluían cada vez con más dificultad, le costaba entender el entorno, el horizonte se desdibujaba cada vez con más facilidad, parpadeaba repetidamente y se frotaba los ojos una vez tras otra. Hundía los pies en las brasas del suelo y sentía que le quemaban incluso a través de las botas. Finalmente, Alexander se desplomó una vez más, cayendo de rodillas sobre las dunas.
Cerró los ojos y alzó el rostro hacia el cielo, dejando que el sol bañase sus facciones. Lentamente fue desabrochándose los botones del chaleco para despojarse de él a continuación, y también de su camisa, dejando a la vista una peculiar joya que refulgía, plateada, en su brazo izquierdo bajo los incesantes rayos del sol.
Con una mirada nostálgica, el muchacho acarició la joya con suma delicadeza. Se trataba de un brazalete de plata relativamente simple, apenas una placa de metal, de unos tres o cuatro centímetros de anchura, abierta por detrás, con una hendidura donde faltaba una pieza con la forma de la flor de elanor, el blasón de su familia. Aquel brazalete era visiblemente femenino, por ello Alexander siempre lo llevaba oculto bajo la ropa y al mismo tiempo jamás se lo quitaba.
Tiempo atrás, cuando el príncipe apenas levantaba media vara del suelo, aquella prenda había pertenecido a su madre, cuando la gema engastada de la flor de elanor aún descansaba en su lugar.
Con cierta expresión melancólica, Alexander rememoraba aquella historia que innumerables veces había escuchado en boca de tantos, aún incluso pretendiendo huir de ella, como la liebre huye del galgo.
Hacía veinticuatro años, cuando el joven príncipe dormitaba al son de una nana mecido en su cuna, un pobre desdichado había logrado penetrar en el Castillo de Elanor haciéndose pasar por uno más del servicio. Por alguna razón inexplicable, nadie advirtió su presencia, absolutamente ninguno de los lores, invitados, nobles, ni criados ni cocineros, ni la guardia ni la escolta, ni el vigía ni el sereno, ni por supuesto, la propia familia real; ninguno de los presentes en el enorme castillo recordó haber visto a aquel miserable antes de presenciar su funesto destino.
En las horas del crepúsculo que preceden a la confusión de las sombras y la oscuridad absoluta, cuando ya la luna se ve en lo alto, pálida e impasible, acariciada por los vestigios de los últimos rayos del día, de tonos rosas y anaranjados, la dulce Helena acunaba a su adorado retoño, un joven príncipe que recientemente había cumplido los tres años de edad.
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El Mundo Que Nunca Fue: Caminante
FantasyAlexander despierta súbitamente en un lugar extraño justo después de su cumpleaños. ¿Algún tipo de broma macabra? Deberá averiguar cómo ha llegado allí y desvelar los misterios de su pasado utilizando sus poderes para escapar junto a los compañeros...