Mamá

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Me acomodé en su regazo,
donde siempre encontraba consuelo.
Me envolvió con cariño entre sus brazos,
y con aquel gesto se fueron mis miedos.

Comenzó a hablarme con su dulce voz
y me apartó el flequillo con ternura.
En sus ojos solo se veía amor,
no había maldad alguna.

Sus palabras enseñan y curan,
sus palabras bailan como el fuego;
lentas, brillantes, cálidas y esenciales,
pero son transparentes y puras.

Ella continúa mirando al frente,
con su mirada sabia.
Es tan hermosa y poco frecuente...

No soy escritora, y esto no es un libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora