Antes de Algo

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Observo el exterior de la ciudad, de la nueva ciudad en mi vida. Es bonita, está llena de rascacielos, de casas bonitas, bloques de apartamentos sencillos y gente. Un montón de gente. Justamente lo que me cuesta. Puedo sobrellevar la historia, puedo entender las matemáticas, pero no puedo socializar. Por eso me he mudado, para conseguirlo. Es una ciudad completamente distinta de mi hogar donde puedo empezar una vida diferente, dónde nadie me juzgue sin previo aviso porque conocen mi intrahistoria.

—Hemos llegado, son veintidós con cincuenta.—Pago el taxi, el conductor me ayuda a bajar la maleta y observo.
La puerta del edificio es amplia, de cristales tintados, hay telefonillos que indican que es un edificio completamente privado. Pulso el botón del 5° D y espero.

—¿Sí?—una voz masculina me confunde, ya que esperaba compartir piso con chicas.

—Soy Murphy Vázquez, soy nueva en la residencia.

—¡Ah, sí! Por fin llega alguien, pasa.
Un pitido me avisa de que puedo entrar al edificio.

Cojo el ascensor y acomodo la mochila en mis hombros mientras respiro profundamente. Soy capaz de hacer esto, es simple, comienzas con un «Hola» y dejas que la conversación fluya, o lo intentas, que es lo importante. Venga Murphy, puedes hacer esto.
Las puertas del ascensor se abren y camino hacia la puerta que está abierta con un chico apoyada en ella. Es de mi misma altura, castaño de ojos y cabello. Mirada penetrante. Va vestido con un jersey gris y unos pantalones de chándal. Está descalzo. Puedo ver que igual que yo lo estoy analizando, él lo está haciendo conmigo.

—Gared Joseph.—Extiende su mano dispuesto a que se la estreche y me presente, cosa que rechazo.

—Mmm...Soy Murphy Vázquez, encantada. Ya que vamos a vivir juntos sólo quiero decir que rechazo el contacto humano. No tengo ningún problema serio, sólo no me gusta. Lo siento.—Observo su mirada confusa y como vuelve su mano a la posición normal, dejando caer el brazo a su costado.

—Vale. ¿Sólo traes ese equipaje?
—Viajo ligera.
—Está bien. Perdona, pasa.—camino al interior del apartamento. Es amplio, más de lo que parece en las fotos, y acogedor.
Las paredes son de ladrillo visto rojo. Hay una televisión colgada de la pared y tres sofás formando una «C» enfrente de ella. La cocina es estilo americano y con una barra de desayuno. Un pasillo casi escondido justo a la derecha de la entrada es lo que supongo que lleva a las habitaciones.

—Puedes elegir habitación, aunque sólo hay dos para elegir.

Paso a su lado y lo huelo disimuladamente, porque puedo y porque es una costumbre rara que tengo. Él no se da cuenta y camino por donde me señaló, abro la puerta que está enfrente de su habitación para echarle un ojo. Todas las paredes son grises claro y están totalmente desnudas excepto por una gran ventana que ocupa la pared enfrente de la puerta. Me asomo al pasillo y le digo que me voy a quedar con esta. Me da igual como de grande sea la otra habitación, necesito esta ventana con la cama debajo. Las paredes son perfectas para llenarlas de hilos, luces y fotos que haré. Simplemente puedo imaginármela.

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