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Poco después de las emotivas palabras de All Might (para cuando también me queda poco tiempo) miento que iré sólo ha cambiarme por el uniforme y vuelvo en un minuto, pero en realidad pretendo irme, como mis compañeros quienes ya se han ido: mañana no habrá clases y que mejor, pues dudo estar consciente por lo menos mañana al anochecer. Voy al aula, no por más que la cartera en la cual guardo mis llaves y otras cosas así; sólo quiero… irme.

Cuando salgo sigo sin fuerzas, arrastrando los pies rumbo a la salida y cuando llego al arco de la entrada, el que activa la barrera U.A…

—Te ves fatal.

—S… Shoto…

Intento dirigirme hacia él mientras le extiendo mis llaves: no lleva su mochila sino la mía y ya se ha cambiado el traje de héroe por el uniforme, pues como no somos héroes oficiales no podemos andar por allí con los trajes. Bueno, excepto yo que, nótese, no acato órdenes.

Caminar deja de ser sólo avanzar con los pies: me cuesta respirar, estoy hiperventilando, la cabeza me da vueltas y me siento lejana al lugar. Deben de quedarme alrededor de 15 minutos y aunque esto ya me ha pasado antes, esta vez es diferente. Cuento con Shoto, lo que me hace ceder, sólo por esta vez.

En cuanto llego a él le pego las llaves al pecho.

—Ya… no puedo… –creo que me voy de lado un poco porque Shoto me sostiene con sus brazos.

—¿¡Tora!?

—Es un… efecto… –estoy jadeando y tengo frío, junto con escalofríos que hacen temblar mis piernas y espalda. Venga, venga; ya se de que va todo esto…

Shoto me carga en su espalda, pasándose mi mochila al frente y echando mis brazos en su cuello y su chaqueta a mi espalda, llevándome así a casa.

—¿Por qué? –pregunto mientras estoy cuerda: a este paso tal vez consigamos llegar antes del anochecer. La tarde es color melocotón y casi no hay gente; supongo que los lugareños se enteraron de los villanos o si no, hoy todos están demasiado ocupados. No importa; entonces eso es como si hubiesen reservado esta tarde para nosotros.

Ah, te lo prometí –dice Shoto, suspirando su aliento frío; con cuidado se detiene y se recarga en una pared para liberar su mano derecha, pasando uno de sus dedos por mi frente, creando una ligera capa de hielo… que conveniente. Vuelve a sostenerme y sigue avanzando– prometí que te cuidaría, aunque eres una bastarda por no contarme.

—No quería contarte que así acababa cada vez… Shoto, no te asustes de lo que ocurra: posiblemente me voy a desconectar hasta mañana o tal vez hasta después, no estoy segura…

—Entonces te cuidaré mientras tanto.

—Perdón. No es tu trabajo y te lo agradezco; debí confiarte la historia desde el principio.

—De cualquier modo, ahora tendrás que contármela cuando estés estable.

—Shoto…

Durante el camino es como apagar y encender una vela, una transición bastante desagradable: sólo quiero quedarme consciente o caer en tinieblas, pero no andar de una a otra. Llegando a casa Shoto me sienta en el sillón y se va a dejar mi mochila a mi habitación, después volviendo; me quita los guantes, el antifaz y otras cosas que traía. Luego crea una ligerísima capa de hielo entre un pañuelo de tela y me lo pone en la frente. Sabemos atender estos casos: los primeros auxilios y tratamiento a enfermedades es básico. Aún así, pronto el teléfono de Shoto suena y hasta donde estoy y con mis idas y venidas, todavía escucho a su hermana.

¿¡Shoto, se puede saber donde estás!? ¿¡Te encuentras bien!?

—Estoy con Tora, Fuyumi.

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