capítulo 1

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Palpaba a tientas la mesilla de noche mientras pensaba ¡apágate maldito despertador! Y poco después noté algo húmedo en mi mejilla. Era mi perrita Kitty dándome los buenos días a su modo con sus cariñitos húmedos y babosos.

Debería haber un colutorio o algo especial para el aliento de las mascotas,com todo lo que inventan no sé como a alguien no se le habría ocurrido, quizá debería patentarlo.

En un acto de esquivar los lametones de Kitty se me cayó el despertador al suelo. Creo que es el tercero que me cargo esta semana, pensaba.

—¡Kitty! Te he dicho que no te subas a mi cama, tienes la tuya —le grité a mi mascota. Ella de un brinco se bajó de la cama. Pero sabía que lo volvería a repetir. En cuanto me quedase dormida por la noche estaba segura que volvería a meterse conmigo en la cama.

Preparé el café, me duché, cojí mi pantalón gris y mi blusa y terminé de arreglarme para ir a trabajar. Mientras me miraba al espejo, hacía resumen de mi vida; Me llaman la espanta hombres, no sé si es por mi indumentaria y mi torpeza o por que cuando tengo una cita me dicen Y a te llamo yo, y nunca lo hacen. Quizá debería preguntarles cuándo será eso o pedirles que especifiquen si ese Ya te llamo yo será en este siglo.

Tengo 35 años y soy una solterona. Todas mis amigas están casadas y con hijos y un trabajo estable, yo ni siquiera tengo novio ni casa propia. Que depre. No tengo sentido de la moda y soy muy torpe. ¿Torpe? Eso me recuerda que tengo que comprarme otro despertador. El chino de la tienda de la esquina debió imaginar que era una terrorista por que no hacía más que comprarle despertadores o pensar que estaba montando bombas caseras de relojería o peor, que me sentía atraída por él y que iba a su tienda a comprar todas las semanas para verlo; dudaba por aquel entonces cuál de las dos opciones era peor.

Se me morían hasta las plantas y hasta a la pobre de Kitty la había dejado sin comer alguna vez. Todo lo hacía mal... menos trabajar. Era y soy buena em eso. Hace años que entré como becaria en aquella oficina y pese a tener um contrato a tiempo completo desde hacía tiempo, continuaba esperando el ascenso prometido y salir de la centralita. Pero nunca llegaba. A veces creía que ni sabían que existía y puede que la culpa la tuviese mi indumentaria, si enseñase las piernas como las demás quizás se darían cuenta de que la central de llamadas no se atendía sola.

Encima era la típica que no sabía decir No, y cuando me pedían que hiciese tareas que no estaban estipuladas en mi contrato iba como una borreguita y lo hacía.

Aquella mañana tomé mi coche y recordé casi por casualidad que tenía que recoger a uno de mis pocos amigos, Javi, por que se le ha estropeado el suyo.

Si llego a olvidarme me mata, pero claro ¿os recuerdo el desastre que soy?

—Ya pensé que te habías olvidado de mí, vamos a coger la hora punta en la autovía —me recriminó Javi subiéndose a mi coche destartalado.

— ¿Cómo iba a olvidarme? —repuse poniendo los ojos en blanco e intentando ser convincente y esconder mi sentido de vergüenza pensando en que sí, casi me había olvidado de él.

— ¿Qué tal tu fin de semana? Nosotros salimos el sábado a cenar a un hindú  Y a un local nuevo, por cierto vi a tu jefe muy bien acompañado por una rubia maciza.

—Ya, lo raro es no verlo acompañado por alguna mujer despampanante.

Pues mi fin de semana lo pasé de colada y ordenando mi pequeña biblioteca por orden alfabético.

—Por orden... ¿quééé? Macarena. Tienes que salir más. ¿Vienes a cenar esta noche?

—Sí claro, no tengo ningún plan mejor que hacer de carabina a mis mejores amigos —le dije con resignación.

LA ESPANTA HOMBRES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora