capítulo 2

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Supongo que mi rostro le dijo todo lo que no dije. Pero no se la iba a
hacer tan fácil.

—Dilo, ¿crees que no sé —y lo tuteé, por fin, después de tantos años. Estaba fuera de mí— como me llaman aquí? Con la espanta
hombres, no te cortes.

—Lo siento —expresó incapaz de mirarme directamente.

—Estoy acostumbrada, tranquilo.

Entonces se me cayó el móvil al suelo, mi torpeza acompañándome
siempre, como no. Eugenio se agachó para cogerlo al mismo tiempo que yo y nos tocamos las manos. Él se quedó mirándome y yo quedé petrificada porque jamás lo había tenido tan cerca, el corazón me latía a mil, la boca se me secó, casi podía sentir su aliento en mi rostro y se quedó allí, así sin inmutarse mirándome.

—No me había dado cuenta antes de que ... tienes unos ojos verdes oscuros preciosos — me soltó con su crónica mirada seductora e irresistible.

—¿Te medicas? —le pregunté mirándolo con escepticismo.

Eugenio no contestó, esbozó una sonrisa y yo me derretí y comencé a
sentirme pequeña, diminuta como si estuviese a punto de desaparecer ¡ay
madre!

Nos incorporamos después y yo me sorprendí de poder hacerlo porque las
rodillas no dejaban de temblar y odiaba que hiciese esos estragos en mí un
asalta camas como él.

Entonces su mirada abandonó la mía y descendió hacia la abertura de mi
blusa, yo recordé que Teresa me la había desabotonado. Mientras pensaba,será descarado...

—Tienes un cuerpo muy bonito siempre me he preguntado por que vistes
así, ¿eres una especie de feminista?

—Que no me guste exhibirme no significa que sea una feminista

—Pues es una pena que no desees compartir con el resto del mundo... algo tan bonito —me soltó sin cortarse deslizando su dedo índice desde mi
Clavícula hasta donde terminaba la apertura de mi blusa.

¿Acaso coqueteaba conmigo? ¡Era de locos!

Ese atrevido dedo en contacto con mi piel era comparable a una descarga
eléctrica. Estaba de los nervios, no paraba de pensar en violarlo ¡y varias
veces! Y comencé a tartamudear intentando cambiar de conversación: 

Sa....Sa.... ¿Salva qué te ha dicho? ¿Nos sacan de aquí hoy o qué?

Eugenio palpó mi nerviosismo y bajó la cabeza soltando una carcajada,
pero un instante después volvió a poner esa cara seductora mientras dirigía de nuevo su mirada a la mía y me dijo: —Si no fueses tan eficiente...

—Si no fueses tan eficiente ¿qué? —le pregunté.

—Me acostaría contigo.

—Tú definitivamente te medicas. ¿Y quién te ha dicho que yo accedería?— le espeté, aunque en realidad era mi mayor fantasía, pero que él lo supiese
No entraba en mi lista de prioridades.

Eugenio me acorraló contra la pared entre sus fuertes y robustos brazos
después de escuchar mi respuesta y me dijo con una mirada penetrante:

— Accederías, tenlo por seguro.

Me temblaban las piernas, el corazón estaba a punto de salírseme del
cuerpo, comencé a tener palpitaciones y no en el pecho precisamente, en un gran esfuerzo le solté:

—Eres un poco arrogante ¿no? ¡Pues lo llevas claro!

A Eugenio eso lo descolocó, quizás no estaba acostumbrado a recibir ese
Tipo de respuesta y ni yo misma sabía como había tenido el valor de pronunciar esas palabras. Él aun me mantenía acorralada, escudriñaba mi mirada como si me estuviese psicoanalizando o intentando descubrir como pudo recibir una negativa de alguien como yo.



LA ESPANTA HOMBRES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora