capítulo 3

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—¿Qué tal con el lobito? Estás captando toda la atención esta noche por si
no te has fijado en la sala —me comentó Noelia.

—Seguro. Me ha soltado que quiere un revolcón así, sin preámbulos.

—Pues aprovecha tonta desde cuando no... ya sabes.

—Pues ni lo recuerdo, creo que desde que se casó Laly, cuando me lié con
el padrino en su boda.

—¡Pero si su hijo ya va a prescolar! Venga, va por tu lobo. ¡Y no quiero
excusas!

—¿Te recuerdo que soy la espanta hombres?

—¿Y? Nadie te reconoce con el disfraz y antifaz. Maca, nadie diría que eres tú, aprovecha.

—Paso.

—Pues deberías hacerlo por lo menos para quitarte el calentón cada vez
Que ves a tu jefe. Así por lo menos trabajarías más relajada unos días. ¿No dices que cualquier día temes que se dé cuenta de cómo te atrae? Pues ya tienes una excusa para desmelenarte de una vez.

—Solo por eso no sería mala idea pero que va, no puedo. Ya me conoces,
no me atrevería.

—Tú tira de las caipirinhas y veremos dentro de un rato que decides, pero
no tardes mucho a ver si a tu lobito te lo levanta otra.

Me giré y le sonreí al lobo. Era lo único que me atrevía a hacer .
¿Cómo Será lo otro? Definitivamente... ¡No podía! ¡De solo imaginarlo me ruborizaba como nunca!

—De momento tu lobito no te quita el ojo de encima —observó Noelia.

Un camarero se me acercó y me hizo entrega de otra caipirinha: 

—Por gentileza del hombre que va ataviado de lobo —me informó aquel chico señalándome la situación exacta del lobo descarado.

—Ah, dale las gracias de mi parte —le pedí yo.

—¿Ves? Es un comienzo —me dijo Noelia.

Yo puse los ojos en blanco con aire de resignación y me tomé mi bebida
casi de un trago para regresar la vista hacia el lobo. Observé como me
sonreía y comencé a mover la palma de mi mano libre a modo de abanico contra mi rostro, como si estuviese acalorada.

¿cómo si lo estuviese? ¡Es que lo estaba!

—No puedo Noelia ¡No puedo!

—Tiene buen porte, parece guapo aunque con el antifaz que lleva no se ven muy bien sus facciones, pero de cuerpo tiene más que un aprobado.

—¡Y tanto! Pero no puedo.

Noelia me dio un empujón hacia él y me dijo: 

—Anímate, así te quitas a Eugenio de la cabeza.

Cuando iba a replicar y pedirle a Noelia que no me empujase, el lobito se
me acercó y adelantó antes de que yo pudiera abrir la boca para articular
palabra:

—¿Vamos a un sitio más tranquilo Caperucita?

—¿Para qué? —le solté de una forma sumamente seca.

—Para verte mejor, oírte mejor, y quién sabe ...

—¿Eres siempre tan perseverante?

—Si algo me interesa sí, y tú me interesas mucho.

—Está bien, si prometes no meterte tanto en el papel de tu disfraz ni en
el cuento...

—No haré nada que tú no desees, Caperucita —me dijo y me echó un brazo por encima de mis hombros mientras caminábamos hacia la entrada.

LA ESPANTA HOMBRES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora