4 de enero.
La silueta hace un gesto con su mano desde la oscuridad, y al sonido de las notas musicales del piano, me acerco hacia ella. El volumen de la música aumenta, y siento como si o tuviera autonomía en mis movimientos. Él me atrae hacia sí mismo, y no me deja márgenes para decidir. Sumiso a la vez que asombrado, sigo acercándome hacia él.
Comienzo a pensar que me estoy volviendo loco, pero este lugar en el que me he despertado y en el que ahora me encuentro es excesivamente real como para ser solo una alucinación. Tal vez ha llegado mi hora y la silueta no es más que el ser purificador que me juzgará y determinará mi destino. La pregunta qué más me atormenta ahora mismo es, de nuevo, ¿dónde estoy? Este lugar es como mi hogar, pero toma un ambiente más frío y oscuro, más solitario y menos alegre de lo normal. En efecto, una vez más estoy solo, caminando por el estrecho pasillo que comunicaría mi cuarto con el salón.
La silueta comienza a susurrar frases en un idioma que yo no entiendo, y sigue haciéndome gestos para ganar más cercanía con él. Por alguna razón, necesita que me acerque, aunque ignoro por completo su plan. Si soy sincero, empiezo a sospechar que esa silueta es la muerte, pues nunca me había sentido tan vivo y tan muerto al mismo tiempo. Es como si a cada paso, un fuerte escalofrío me hiciera temblar por completo, a la vez que sentía como si mi alma se desvaneciera. Noto como el frío aumenta a cada paso que doy, y cómo mis oídos se agudizan un poco más a cada crujido de la madera sobre la que camino.
La silueta, al fondo del pasillo, gana de repente una forma indescriptible, como si de repente se hubiera derretido, y entra en mi cuarto. Chopin deja de sonar, y el sonido de platos rompiéndose invade mi cabeza. Me freno en seco y, con ojos vacíos y una gran seriedad, intentando ocultar la profundidad del miedo que tengo ahora, miro abrirse la puerta de mi habitación, que produce un horrible rechinar.
Oigo los susurros de la criatura y sigo avanzando, lanzándome hacia la cara desconocida de el lugar que más conozco. Alcanzo mi puerta poco después y entro en mi habitación. Como no veo a la silueta, cojo una linterna de mi mesilla y la enciendo. No funciona.
Los susurros de la silueta, cuyo paradero desconozco, y el sonido de platos rompiéndose me provocan un tremendo dolor de cabeza. Cuando comienzo a gemir del dolor, observo cómo, a menos de un metro de mí, se alza de nuevo la silueta. Una vez más, cuando la miro, me veo a mí mismo. Muerto, pero sigo siendo yo.
La lúgubre figura, se muestra seria y sus ojos están dominados por un vacío inconcebible por la mente humana. Esos ojos, completamente negros, ya por la oscuridad o porque de verdad son así, comienzan a conquistar mi mente, poco a poco. Dentro de mí, vuelve a sonar esa música del noveno nocturno de Chopin. El frío se apodera de mí, y comienzo a tener visiones de toda mi vida. Mi infancia, adolescencia y lo poco vivido de mi madurez, pasan volando a través de mis ojos, como si se tratara de una película que trata sobre mí, generada por mi mente, y de la cual soy y seré el único espectador. En efecto, estoy muriendo.
Estas imágenes de mi cabeza se convierten en un eterno blanco al tiempo que mi cabeza toca el suelo con un golpe seco.
Ahora estoy yo, moviéndome por el blanco inmenso en el que ahora me encuentro. No me duele la cabeza, como antes, y mi cuerpo se siente más liviano que nunca. Veo como de repente mi cuerpo se queda atrás, y puedo volverme para apreciarlo con detalle una última vez. Ahí está, y lo que queda de mí se aleja de él. Esta es la última vez que lo veré.
Cuando giro la cabeza otra figura se forma frente a mí, y me mira seria. Incluso parece estar enfadada.
Como ya no puedo hacer nada, aunque la situación en la que estoy me infunde un inconmensurable miedo, cierro los ojos y dejo que ocurra lo que tiene que ocurrir. Deduzco que ahora mismo, esa figura será quien juzgará mi alma.
Despierto en mi cuarto.
El despertar, es un arma de doble filo. Puede quitarte problemas, o puede devolvértelos.
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Memorias de la enfermedad.
ParanormalEsta es una recopilación de relatos muy, muy cortos. Sin explicaciones, y sin reparo en la realidad. Me gustaría dedicárselo, principalmente, a mis dos amigos Mateo y Jara, que me ayudaron a mejorar esta narración mía.