3. Es un trato

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Emma se había ausentado el tiempo suficiente en bailes como para ser olvidada, sobre todo, porque ella no representaba más una belleza juvenil, sino que ahora era solo una joven agradable que había quedado soltera para toda la vida, a la edad que tenía, no sería la elección de ningún caballero y Emma no lo buscaba, su vida era lo suficientemente complicada como para buscar marido y, a los que quedaban, era mejor ni verlos, no eran más que ancianos libidinosos con ansias de carne joven y fresca.

—Hola rubia, hacía mucho que no te veía.

—Charles Donovan, te hacía casado para este momento.

—No me has dicho que sí, así que no veo cómo estaría casado.

Emma empinó un poco de su copa de champaña y sonrió.

—Mira pelirrojo, para que veas que no soy tan mala, te ayudaré a escoger mujer, seguro que te sigo el gusto.

—Seguro que no.

—Mmm... ¿Qué me dices de la virginal Peperpot?

—Querrás decir, de la monja en vestido azul.

—Qué grosero —sonrió—. ¿Y lady Tribet?

—Demasiado delgada, parece que ese vestido se la comió.

—¿Josefine Linder?

—Tiene la cara más larga que la noche.

—¿Traicy Juliot?

—No sabe bailar.

—¿Y tú quién te crees que eres para criticarlas a todas? —lo miró enojada—. Todas ellas son hermosa, demasiado hermosas.

—Sé que para ti todas las mujeres son hermosas, Emma, pero estoy interesado en una en particular, y no las has mencionado.

—Mmm... estarás interesado hasta que te acuestes con ella.

—¿Me dejarás acostarme contigo sin estar casados?

—Idiota.

—Sincero —apuntó.

Emma suspiró cansadamente y lo miró decidida.

—Charles, mi familia no tiene dote, tu madre me odiará desde el momento que pise tu casa y no sabré cómo ser una esposa para ti.

—¿Estás aceptando?

—Te estoy puntualizando los puntos negativos.

—No has dejado de hacerlo —la miró—. Te quiero Emma, en serio lo hago y sabes que es así.

—Lo sé, pero no me quieres... de esa forma.

—Podríamos aprender a hacerlo, sé que no será fácil cambiar de amigos a esposos, pero será un pequeño paso, sólo uno.

Emma asintió despacio.

—¿Por qué tienes tanta presión?

—Mi madre amenazó con desheredarme.

—¿Puede hacer eso?

—Puede convencer a padre para que lo haga —se inclinó de hombros—. Además, él también quiere que me case, algo de sentar cabeza y regresar a Irlanda... o algo así.

—Es verdad —frunció el ceño—. ¿Por qué nunca regresaste a Irlanda? ¿Es acaso tan horrible?

Charles dejó salir una carcajada que atrajo las miradas de la más alta sociedad inglesa de una forma desaprobatoria.

—No, en realidad, es un lugar hermoso.

—¿Entonces?

—No hay nada que me ate a ese lugar, prefiero Londres.

—Pero, en cuanto te cases, te irás para allá.

—Bueno, de allá es mi título, rubia, tengo que volver y me complacería hacerlo con una esposa.

—Pensé que te estaban obligando a ello.

—Es igual —dijo desinteresado—. Quieren que vuelva, que me haga cargo de mis responsabilidades, de mi condado y todas esas tonterías, sé que, si me voy sin mujer, me intentarán conseguir una, lo cual sería un suplicio, por eso tú eres perfecta.

—¿Soy tu salvación de una interminable lista de prospectas?

—Puedo ser tú salvación también.

—¿Qué quieres decir?

—Puedo darte el dinero para que imprimas tu libro, te contactaré con la editorial de tu elección.

—No aceptaré algo como eso, puedo lograrlo por mí misma —dijo orgullosa, pese a que sabía que sería mucho más fácil si un hombre como Charles la respaldaba.

—Bien —se puso frente a ella y la miró fijamente—. Sabía que con eso no lograría convencerte, pero sé con qué sí.

—No lo creo.

—Claro que sí, eres demasiado orgullosa para aceptar cualquier cosa para ti, pero, ¿Qué piensas de hacerlo por tus hermanos?

—¿Qué quieres decir?

—Me enteré que tienes una hermana que está enferma —Emma se puso seria—. Sé que necesitan medicinas, hospitales y demás.

—No es asunto tuyo.

—Quiero que lo sea —le dijo seguro—. Además, ayudaré al resto de tu familia, me haré cargo de la educación y de los gastos menores.

—Creo recordar que cuando una pareja se casa, el que da la dote es la familia de la novia, no del novio.

—Tú eres suficiente dote.

Emma bajó la mirada, no veía como estaba perdiendo en esa situación, se casaría con el hombre que amaba y, además, ayudaría a su familia a salir de la angustiosa situación de una inestabilidad económica. ¡Pero qué decía! No podía, era demasiado orgullosa para aceptar algo así, pero... ¿estaba siendo demasiado egoísta?

No le agradaba la idea de estarse vendiendo por un matrimonio, era lo que estaba haciendo, sólo que lo hacía por voluntad de ella y no la de sus padres... pero, ¿en realidad era como si se estuviera vendiendo? En realidad, no notaba en qué estaba saliendo perjudicad, pero debía haberlo.

—Si acepto... —Charles sonrió—. ¿Qué he de perder?

—Bueno, tu soltería cariño, sólo eso.

—Pero... ¿Me engañarás? —bajó la cabeza—. Tengo que darte libertades y aguantar todo lo que...

Charles tomó sus mejillas con delicadeza y dejó salir una risita.

—Serás mi esposa, no mi esclava, puede que sea un matrimonio arreglado, pero somos amigos, nos haremos el menor daño posible.

—¿Y si no se puede?

—Somos nosotros, sabremos resolverlo —Emma bajó la mirada—. ¿Tenemos un trato?

Ella se mostró insegura por un momento, dice que le sería fiel, pero no podía creerle y, ciertamente no sabía si podría soportar que él tuviera otras mujeres. Sin embargo, se desconoció cuando sus labios hablaron mucho antes de que su razón le dijera que no lo hiciera.

—Es un trato —suspiró la chica.

Se sentía la persona más alocada en ese momento, sabía que estaba en una total desventaja al aceptar algo así, ella lo amaba, siempre lo había hecho, incluso nunca le había importado que él la desplazara a una zona de total amistad.

Desde que era una niña, recordaba seguirlo por doquier, le gustaba su risa y la forma traviesa en la que miraba a todo el mundo, era como si la vida de Charles Donovan fuera de lo más entretenida, lista para ser plasmada en una historia y a ella le encantaban las historias. 

Siempre fuiste tú (Saga Los Bermont 7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora