Ahora empieza mi vida

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Era de noche, todo estaba oscuro, yo volvía a mi casa después de comprar lo que me había mandado mi madre, por el camino iba cantando el opening de un anime de vampiros. Se me pasó por la cabeza la estúpida idea de que me mordería un vampiro guapísimo de camino a casa, pero se supone que no existen, así que mi ilusión se fue a tomar viento. Pasé por delante del espejo que había en la puerta de casa de la vecina y me miré. Tenía los ojos marrones como el chocolate con leche, brillantes y profundos, a la vez que misteriosos, si me fijaba bien podía verme reflejada en ellos. Mi pelo era castaño oscuro, aunque de día era clarito y brillante, ahora no, estaba cortado en capas, el flequillo lo tenía recogido hacia atrás con algunas horquillas, el pelo sobrante se movía con el soplo del viento de otoño, mi lacio y suave pelo se puso en mi redondita cara, haciendo que los ojos se me cerraran por unos instantes. La verdad es que yo no era fea, pero al ser gordita, los mismos inútiles sin educación de siempre se metían conmigo, aunque yo pasaba de ellos, pero el simple hecho de que me restregaran por la cara mi apariencia me hacía estar mal. Por esa época yo pensaba mucho en amor y esos temas, la verdad es que había salido con varios chicos, pero ninguno consiguió besarme, de hecho, mi primer beso fue a la edad de diez u once años, en ese tiempo un beso para mi era símbolo de mejores amigos, sin embargo no era así. Al pensar en eso miré mis perfilados y gorditos labios, la gente me decía que mis labios me favorecían mucho, la verdad es que me hacían parecer mas mujer, aunque yo solo tenía trece años. Mirando mirando, vi ese moratón, signo de maltrato, si, como suena, la pareja de mi madre me pegaba, ella no lo sabía, pero tanto a mi como a mis hermanos nos pegaba, quizá así se sentía mas hombre, pero eso no era así. Decidí seguir mi camino y volver a casa, sabiendo lo que me esperaba, una vida llena de dolor, sufrimiento y llanto. De repente, sin saber porque, sentí que debía mirar hacia atrás, y, como siempre, yo seguí mis instintos y miré. Allí estaba, un guapísimo chico de piel pálida, con ojos amarillos y muy brillantes, un largo pelo lacio y negro. Vestía una capa larga recogida alrededor del cuello, su vestimenta era elegante y un tanto antigua, me dio por mirar sus labios y allí estaban, unos enormes colmillos que...¿COLMILLOS? Salí corriendo sin saber a donde iba, asustada por lo que acababa de ver, ese chico era un vampiro, ¡Un vampiro de verdad!

 

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