°Please, just another nightnare° 2

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-Laurens acaba de tener un accidente- Se escuchó en la llamada. Lafayette se escuchaba ronco.

Su pecho dolió.

-¡¿Qué?!- Gritó Hamilton- ¡¿Dónde está?!

Después de tener la dirección en sus manos, corrió hacia la avenida principal y tomó un taxi. Le rogó al conductor que manejara hacia el lugar lo más rápido posible. A lo largo del camino se sintió desvanecer, no le sorprendería desmayarse en cualquier momento. Sus manos temblaban, sudaba frío y los escalofríos recorrían su cuerpo continuamente.

Cuando llegó, corrió hacia emergencias. Ahí se encontraba Mulligan y Lafayette, hablando con un doctor. Quiso correr hacia ellos, pero cuando bajaron la cabeza, algo se rompió dentro de él.

Alexander avanzó unos cuantos pasos más, antes de quedarse completamente estático. Lafayette lo había alcanzado a ver, y no dudo en correr hacia él y abrazarlo. Hamilton lo separó de él sin querer verse tan grosero.

-¿Dónde está?- Prácticamente imploró con la voz quebrada. Sus ojos ardían, su corazón bombeaba mucha adrenalina.

Lafayette señaló a la habitación del final del pasillo. Alexander lo separó levemente de él y caminó con lentitud hacia aquel lugar. Todo se veía borroso, demasiado brillante. Escuchó gritos, lloriqueos, jadeos, pitidos, todo simplemente de ambiente.

Cuando abrió la puerta de la habitación, se encontró con un cuerpo tapado en medio de esta. Ni siquiera espero a adaptarse a la oscuridad. Alexander caminó lentamente hacia este y lo destapó. Ahí estaba. El labio roto, una herida en la cabeza y la ceja abierta. Las ojeras se marcaban en su rostro, sus ojos estaban cerrados, como si durmiera todavía.

Acercó su mano a la mejilla del chico y la acarició, no entendiendo que sucedía. ¿Por qué no se movía? ¿Por qué no estaba sonriendo?

¿Dónde estaba Laurens?

Hace algunas horas todavía estaba con él, sonriendo, besándolo y amándolo tanto como Alexander le amaba.

Y entonces sus ojos se llenaron de lágrimas. Su garganta ardía, su cuerpo estaba entumido y sentía que en cualquier momento vomitaría. Se inclinó hacia el inerte cuerpo.

-Laurens- murmuró.- Laurens, amor, despierta.

Lafayette entró junto con Mulligan a la habitación, y observaron el acontecimiento.

-Mi sol, despierta.- Dijo al borde de un ataque.- ¡Por favor!- Comenzó a implorar a gritos.- ¡No me dejes! ¡No ahora! ¡No te vayas! ¡Por favor! ¡Por favor!

-¡Hamilton, para!- Gritó Lafayette con voz quebrada.

-¡Laurens!¡Por favor!- Imploró Alexander completamente destrozado. Estaba vacío.

¡Laurens!

...

El funeral se llevó a cabo el día siguiente.

Alexander estuvo toda la ceremonia completamente callado, incluso cuando le pidieron que dijera algunas palabras.

Los padres de su difunto novio no se molestaron. Estaban tan destrozados como él.

Ya cuando todos se habían ido del lugar, Alexander se agachó y tomó un puño de tierra.

-El día que te conocí.- Comenzó.- Observé en tu rostro una enorme sonrisa, la cual iluminó la habitación cual sol de verano. Tus cabellos se movían cual flama ardiente, y tus ojos brillaban con fervor.

Hizo una pequeña pausa, tratando de hacer que las palabras no salieran quebradas. Falló.

-En ese momento supe que tú eras aquel que iluminaría mis mañanas, que me abrazaría en pesadillas y sonreiría en tormentas.- Sollozó.- Tú lo eras todo para mí...- ¿Por qué?- Lloró amargamente.- ¿Por qué te fuiste? ¿Cómo se permitió que alguien como tú abandonara la vida?- Cerró los ojos, tratando de evitar que más lágrimas salieran de sus ojos.- ¿Es un castigo? ¿Es alguna especie de enseñanza?

Y rompió en llanto.

-¿Por qué duele tanto?

Lafayette y Mulligan observaban a la distancia, cuidando los pasos de su amigo, y acompañándolo en tan dolorosa situación.

Ambos sabían que desde ese momento algo cambiaría. El poco cariño que era externado de Alexander ya no tendría razón para salir. Les dolía, sí. Pero sabían que no debían interferir. Sabían que estaban ahí para evitar otra catástrofe.

...

-Alex.- Dijo Lafayette una vez más mientras tocaba la puerta de la habitación- Abre, por favor.

No hubo respuesta.

El francés suspiró con cansancio y se recargó en la puerta. Mulligan miraba todo a la distancia, observando como Lafayette trataba de mantenerlo con vida.

¿Se puede mantener con vida algo sin alma?

Hércules suspiró y caminó hacia el francés, sólo para darse cuenta de que este había roto en llanto. Lafayette lo miró unos segundos y se abalanzó hacia él. Ambos se fundieron en un abrazo, complementándose.

Alexander por el contrario, se encontraba recostado en su cama. Sus cortinas estaban cerradas, impidiendo completamente el paso de la luz, su cuarto estaba ordenado, a excepción de la cama y el escritorio, en el cuál estaban regadas todas las cartas que alguna vez fueron escritas por Laurence y Hamilton. Este último estaba devastado. Ojos rojos, ojeras, la garganta destruida y el cuerpo débil.

Estaba por cerrar los ojos, pero se escucharon un par de golpes en la puerta. También se escuchó como Lafayette se separaba del suelo y junto con Mulligan abrían.

Se oyeron voces, quejidos y preguntas, no prestó mucha atención en realidad hasta que unos fuertes pasos se dirigieron a su puerta.

-¿Hamilton?- Se escuchó aquella voz indeseable.

Thomas Jefferson estaba en su casa.

-Hamilton, sé que estás ahí.- Sentenció.- Abre. He venido a ayudarte.

"¿Cómo podrías ayudarme tú?"

-Alexander.- Siguió la voz.- Sé que es triste, pero deberías superarlo y ya. Tienes una vida, ¿sabes?

Y entonces la puerta se abrió tan rápido como el golpe llegó a la nariz del mayor.

Lafayette y Mulligan soltaron una exclamación.

Alexander seguía sobre Thomas, tratando de atinar golpes a su rostro y cuerpo, soltando patadas y arañazos.

Jefferson logró levantarlo y ponerlo de espaldas, Alexander soltó un quejido.

-¡Basta!- Rugió Thomas con la nariz sangrante.

-¡Tú no sabes nada!- El grito quebrado del menor dejó a todos en silencio. Volteó hacia Jefferson y se tiró encima de él, tomándole el cuello de la sudadera con fuerza.

-Tú.- Masculló.- No sabes por lo que yo pasé.

Thomas lo miró con atención.

-Él lo era todo para mí.- Lafayette se tapó la boca con los ojos cristalinos.- Él me sacó del abismo con su sonrisa, sus ojos, su todo.- Alexander sonrió con dolor.- Pero él ya no está. Se ha ido. Jamás podré ver aquella sonrisa, jamás podré sentir sus brazos rodeándome con cariño, jamás podré escucharlo saludándome cuando llego a casa, jamás podré sentirlo entre mis brazos, jamás sentiré sus manos consolándome en noches de pesadillas. Y tú, jamás podrás entenderlo.- Y soltó al llanto.

Sus lloriqueos y quejidos se volvieron intensos, y sus manos dejaron de apretar la camisa del mayor.

Thomas miró a Hamilton, y lo atrajo hacia él en un abrazo. Alexander no tenía fuerzas para negarlo. Comenzó a acariciar sus cabellos mientras Lafayette y Mulligan se arrodillaban a su lado, dando palmadas en la espalda del menor.

Esa tarde el sol no salió.

Ni la siguiente, ni la siguiente, ni la siguiente.

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⏰ Last updated: Feb 04, 2018 ⏰

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