°Hello, i don't like you°

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Hamilton cruzaba octavo semestre de licenciatura en derecho.

Los trabajos eran estrictos, los plazos eran cortos y el tiempo pasaba rápido. La típica vida de un universitario. Despertaba, estudiaba, estudiaba, estudiaba, comía y dormía –algunas veces-. Era difícil, sí, pero su sueño era ese.

A veces, cuando hablaba con sus amigos sobre eso, no paraba de insistir en que querer cambiar el mundo. Laurens se emocionaba junto con él, Mulligan y Lafayette reían con calidez, y Burr no paraba de contradecir. Y a pesar de todo, eran la mejor pandilla del lugar. Tenían problemas, amoríos y más problemas, pero estos nunca llegaron a ser tan fuertes como los que vivieron cuándo Thomas Jefferson volvió de su intercambio.

Hamilton no había siquiera escuchado a cerca del joven que se había ido de intercambio en tercer semestre. Era popular, y no sólo por ser apuesto; muchos lo describían como un genio. Claro que Hamilton prácticamente ser carcajeó en sus caras. Él no se dejaría llevar por chismes y palabrerías de personas nada cercanas al individuo.

Aún recordaba aquel día en que se habían encontrado por primera vez.

Era una mañana de invierno en el campus. Los alumnos corrían de un lado a otro, tratando de mojarse lo menos posible con la torrencial lluvia que caía. Hamilton, en cambio, caminaba tranquilamente con un paraguas en la mano. Recordaba perfectamente. Ese día llevaba puesto una sudadera color verde oscuro, una bufanda blanca, pantalones de mezclilla y zapatos deportivos. Sus lentes estaban levemente empañados y su humor no era de lo mejor.

A mitad del camino se encontró con su grupo de amigos –a excepción de Burr- quienes lo saludaron animadamente. Laurens no paraba de sonreír y bromear sobre emborracharse en la noche, Mulligan ayudaba con burlas sexuales y Lafayette –a diferencia de todos- se encontraba callado, pensativo. Alexander incluso se atrevió a pensar que el joven francés se encontraba preocupado.

-¿Sucede algo?- Preguntó Alexander al francés mientras los otros dos reían. Lafayette lo miró fugazmente e hizo una mueca que expresaba preocupación pura.

-A decir verdad, sí.- Respondió Lafayette.

-¿Se puede saber?- Dijo el más bajo.- Digo, si no es una molestia, claro.

Lafayette rio cariñosamente y revolvió los cabellos del menor. Hamilton frunció el ceño y sacudió su cabeza.

-Es sólo que hoy llega Thomas.- Lafayette suspiró.- Tiene años que no sé nada de él.

Hamilton se quedó callado ante la extraña confesión. ¿Era su amante?¿Un viejo o muy buen amigo?...¿Quién era Thomas?

-Creí que amabas a Mulligan.- Dijo Hamiton testarudamente. El francés se sonrojó violentamente y le tapó la boca al menor. Este protestó con un gruñido.

-¡Idiota! Thomas no es mi amante ni nada por el estilo.- Respondió por lo bajo.

-Mulligan tampoco lo es.

Lo único que se ganó fue un suspiro cansado y una mirada con desaprobación fingida de parte de su acompañante.

-Thomas se fue de intercambio a Francia en el tercer semestre. Tiene tanto que no lo veo. No sé si haya cambiado, no sé si sea el mismo. Tal vez ni siquiera se acuerde de mí. –Aclaró con desdén el francés.

-¿En el tercer semestre?- Respondió Hamilton ignorando olímpicamente la emocional y dramática razón por la que su amigo se encontraba de ese modo. Lafayette gruñó molesto.

-Todos conocen a Thomas Jefferson, Hamilton

-Yo no soy todos.

-Tú formas parte de todos. O al menos así debería ser.

-¿Debería? ¿Es obligatorio conocerlo?

-¡Basta!- Lafayette se tomó el puente de la nariz y le hizo una señal de silencio a Hamilton, quien simplemente se encogió de hombros. Poco después se encontraría saltando del susto. Un grupo de chicas habían soltado un grito agudo, casi en alabanza.

Hamilton se sobó el oído izquierdo y movió su vista hasta la puerta de entrada. Un auto gris se había estacionado frente a esta, y de él estaba saliendo un chico. Alto, tez oscura, rizos casi en afro, barba de al menos una semana, ropa cómoda y sonrisa encantadora. Alexander volteó a ver hacia su amigo y se dio cuenta de que este estaba sonriendo con alegría.

Lafayette llamó la atención de sus tres amigos y los guio hacia la entrada, donde el moreno saludaba con una amabilidad casi egocentrista a las jóvenes que se le acercaban. El francés, como pudo, se abrió paso entre la multitud. Ambos chicos –Laffy y el intruso- se quedaron viendo por un par de segundos, antes de abrazarse cariñosamente frente a todos. Ahí fue cuando Alexander pudo apreciar en todo su esplendor la encantadora sonrisa que portaba aquel individuo. Y ahí entendió.

Él era Thomas. El Thomas Jefferson que su amigo no paraba de mencionar. Y nombre que curiosamente había sido mencionado por algunos estudiantes desde la semana pasada.

Lafayette no perdió tiempo y presentó a sus amigos con Thomas. Mulligan le dio una amable mirada, Laurens le saludó tímido y Hamilton lo miró con atención.

-Así que tú eres el famoso Hamilton.- Fueron las primeras palabras dirigidas hacia el más bajo.

-No es el término que más me agrada para describirme.- Respondió el mencionado.

-¡Oh!- Soltó el más alto.- Es chiquito pero picoso

Hamilton lo miró con enojo.

-Solo para que lo sepas.- Dijo el mayor entonces.- No me agrada mucho tu forma de pensar. Veremos que podemos cambiar.

Y ahí explotó.

-No puedes cambiar mucho de cualquiera si ni siquiera tu saludo es amistoso.

Thomas sonrió con diversión.

-Tú comenzaste.

Lafayette, quien escuchaba todo atento, los separó con un leve empujón.

-Dejes de pelear, damitas.

-Cierto, es hora de entrar en clase.

Y así Thomas, junto con Lafayette caminaron hacia el edificio donde se daría la primera clase del día.

Mulligan bufó con celos, Laurens suspiró fastidiado.

-No se ve de lo mejor.- Dijo Laurens abrazando por la cadera a Hamilton.

-No lo es.- Respondió Alexander pegando más de cerca a John.

Issues (Jamilton/Modern-Au)Where stories live. Discover now