Capítulo primero

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SÍ, admito que nunca deseé ningún éxito para el Mandril ; solo quise valerme de ellos para ganar algo yo. Y también porque no podía soportar esa manera del Barca de jugar; esa mierda no era fútbol ni nada, tenía que acabar con esa farsa; yo era el elegido.

Cuando gané con el Inter - jugando con Eto'O de carrilero, que se joda por negro- el actual entrenador del Mandril me suplicó.

"Mire usted, - me dijo con esa irritante forma de frotarse las manos al mas puro estilo jesuita- hay dos cosas en el mundo que me horrorizan; la miseria y que el vulgo se vuelva al palco a increparme".

Tranquilo señor Pérez, le respondí. Yo soy su hombre. Acabaré con su pesadilla azulgrana.

Por lo civil o por lo criminal.

Preferentemente por lo segundo.

Cuándo aterricé en el Bernabéu, supe que tenía mucho trabajo. La plantilla estaba plagada de estrellitas consentidas; es verdad, jugadores de mucho talento, pero jugando como niñas. Por suerte, si encontré profesionales de verdad como Pepe o Arbeloa sobre los que edificar mi proyecto. La acogida de la afición no fue tan entusiasta como un special one merece, pero en general fue bastante positiva... es cierto que motivada sobre todo por el ansia casi histérico de sacudirse la aplastante superioridad azulgrana. No me preocupó. El vulgo es voluble y en ningún momento dudé que sería capaz de abducir a esa arrogante masa.

Confesiones de un enterradorWhere stories live. Discover now