‒ Mamá, ¿puedes contarnos otra vez la historia del Reino Caído? – preguntó una niña de pelo oscuro mirando con sus grandes ojos esmeralda.
‒ ¡No! Siempre que a Vanessa le toca elegir dice esa – se quejó un niño poco mayor con el cabello igual de oscuro pero ojos azules como el cielo.
‒ Sebastian, si tu hermana quiere esa historia contaré esa historia – le reprochó la madre.
‒ Mañana me toca elegir a mí pero si quieres te cambio el turno- ofreció el tercer niño. Él era el único que poseía el cabello del color de la miel aunque el color de sus ojos coincidía con el de su hermano.
‒ Muy amable por tu parte, Martin. Si algún día yo no estoy, cuida muy bien de tus hermanos pequeños, ¿vale?
‒ Claro que sí, mamá – respondió con mirada orgullosa. Este gesto hizo sonreír a la madre pues en un niño de diez años era más bien cómico.
‒ ¿Pero a dónde te vas? – preguntó Vanessa preocupada.
‒ A ninguna parte, cielo.
‒ Vamos ya con la historia – pidió Sebastian.
‒ De acuerdo – respondió la madre aclarándose la voz –. Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, en el Valle del Sol, existía un próspero reino conocido por todos como Wildmont. En aquel reino, gobernaban un joven rey junto a su bella esposa. Esta feliz pareja contaba con la ayuda de un buen amigo para gobernar. Ellos sin duda no sospecharon de la traición que venía tramando. Convenció a varios soldados y organizó un motín. Durante el paseo del rey y la reina por el mercado, los soldados se abalanzaron sobre el rey y el que creía que era su gran amigo le atravesó con una espada. El cuerpo cayó inerte y el traidor se hizo con la corona autoproclamándose rey.
‒ Entonces llamó a su dragón y quemó el reino entero y a sus habitantes – dijo Sebastian acompañado de un rugido.
‒ No interrumpas – le regañó Vanessa obligándole a sentarse de nuevo.
‒ Eres una mandona.
‒ Y tú eres un maleducado.
‒ Silencio los dos – pidió Martin.
‒ Ya basta, niños – cuando vio que los tres se callaban continuó –. La reina, ante tal atroz acontecimiento, liberó su magia y usó cada pizca de ella para poner a salvo a su pueblo. Todos los súbditos fueron desapareciendo ante la mirada del traidor que poco a poco intentó acercarse a la reina. Cuando todos los súbditos habían sido llevados a un sitio seguro, la magia de la reina era muy débil y el verdugo de su marido fue también el suyo. Ante su último aliento liberó la poca magia que le quedaba en forma de un hechizo que haría que todos olvidaran que aquel reino había sido una vez dichoso y creó una barrera que solo su propia sangre podría romper y que mantendría allí encerrado al nuevo gobernante de aquel reino solitario que su traición le había proporcionado. Fin – anunció la madre bajo la atenta mirada de sus tres hijos.
‒ Ahora dejad a vuestra madre descansar – ordenó Patricia entrando en la habitación.
‒Aquella señora con cara redonda y rosada, se llevó a los niños a su habitación y los arropó con todo el cariño que su madre les daría. Cerró la puerta tras ella y llevó la taza humeante de nuevo a la habitación de la madre.
‒ Jocelyn, te traigo el medicamento – le dijo entregando la taza.
‒ Gracias, Patricia.
‒ Es un placer, querida.
‒ Siento que te causemos tantas molestias.
‒ Llevas siete años viviendo en esta casa y aún no sé cómo explicarte que no hay nada que agradecer.
‒ Aun así todos los días te diré lo mismo.
‒ ¿Sebastian ya lo lleva mejor?
‒ Parece ser que sí. Solo tiene ocho años. Esperaba que no fuera tan pronto.
‒ Martin empezó con nueve.
‒ La que me preocupa es Vanessa.
‒ Puedo pedirle a Clarise algún remedio.
‒ Yo misma hablaré con ella mañana. Tal vez me recomiende algo.
‒ Ahora descansa, tienes que reponer fuerzas.
Patricia ayudó a Jocelyn a recostarse y recogió la taza vacía. Había acogido a Jocelyn y a sus dos hijos hacía siete años e hizo de comadrona en el parto de Vanessa. Aquellos tres niños habían llenado su casa de felicidad. Jocelyn era una amiga cercana y cuando su marido murió, le fueron arrebatadas todas sus pertenencias. No era común en aquella época que una mujer heredara. Apenas existían privilegios. Por suerte, Patricia había tenido un padre muy rico que quiso dejarle una preciosa casa en el Reino de Helmont. Para una mujer que no estaba casada y no tenía hijos, era una casa muy solitaria pero Jocelyn con sus tres hijos la habían llenado de risas y ocupaciones. Patricia se encargó de instruirlos allí. Ayudó a Jocelyn con su frágil salud e hizo el papel de institutriz. Era muy común que una familia con tres niños se educara en casa. Con los años, los niños fueron creciendo y la salud de Jocelyn fue empeorando. Los medicamentos cada vez eran menos eficaces pero Jocelyn seguía tomándolos pues aún quedaban muchas cosas que quería ver. Martin comenzó a entrenar y fue ordenado caballero. Se compró una casa cercana y se casó con una chica de la edad de Vanessa. Silvia era una chica de piel pálida con ojos azules y pelo rubio. Era encantadora y se había hecho amiga de Vanessa durante los paseos y las conversaciones en las horas de té. Sebastian por el contrario había comenzado a trabajar para el sastre y seguía viviendo en casa. Una familia como otra cualquiera en apariencia pero que escondía un secreto que tarde o temprano debería ser desvelado.
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Hidden
Fantasy¿Que harías si un día descubrieras que tienes poderes? ¿Y si escucharas una conversación a escondidas que te llevara a pensar que tu familia te oculta algo? En un mundo de reinos y castillos, príncipes y bailes, Vanessa deberá descubrir quien es y c...