Capítulo 7

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FRANCESCO

A la mañana siguiente, siento el cuerpo desnudo y pegajoso de Samantha. Como siempre duerme profundamente, las sabanas solo cubren una pequeña parte de su operado trasero dejándome contemplar sus largas piernas. Su cabello rubio esparcido por la almohada y su respiración lenta. Me levanto. Tengo muchas cosas por arreglar.

Una ducha. Un cambio de ropa. Saco, pantalón, corbata, lentes, cartera, llaves y listo. En menos de media hora salgo con rumbo a mi oficina.

Los siguientes días, todo sigue igual. Paso la mayor parte del día tratando de resolver el gran problema en que nos metió el estúpido de mi primo. Gracias a él no solo perdimos la oportunidad del nuevo hotel en Paris, sino que también una demanda de varios inversionistas. Este proyecto había sido mi vida entera por los últimos años, y ahora tenía que lidiar con las cenizas de lo que pudo ser. Will pasa la mayor parte del día hablando con los abogados que quieren mi cabeza mientras yo trato de salvar lo poco que queda del contrato firmado hacía más de tres años.

Domingo. Diez de la mañana. Solo mi secretaria y yo estamos en la empresa. Se supone que debería estar descansando, pero hace tanto tiempo que no sé lo que significa esa palabra. El resto del día sigue igual. Trabajo y más trabajo. De pronto la puerta de mi ofician se abre de golpe. Will entra furioso y me ve como si fuera la peor basura del mundo.

—¿Qué jodidos te pasa imbécil? ¿Acaso perdiste la razón?

—¿De qué hablas? ¡Y no grites! Lo último que quiero es ser el chisme del día de las secretarias.

—¡Pues ya lo eres imbécil! —Dice mientras deja caer un artículo en mi mesa.

Se dice que el incasable playboll Francesco Ciampi, uno de los más codiciados solteros de toda Europa ha sido casado. Se especula que el italiano contrajo nupcias secretas hace algunos meses con una desconocida. Nuestra fuente nos informa que este romance lleva varios meses en el horno. Pronto les tendremos más noticias de la boda realizada en América.

—¡QUE JODIDOS ES ESTO!

—Eso quisiera saber yo. Se supone que nadie sabía de esto. —Suspiró Will mientras empecé a sentir como mi mundo se venía abajo— ¿Alguna idea de quien filtro la información?

—¡POR SUPUESTO QUE NO!

—Independientemente de quien lo haya hecho, tenemos que llamar a Sofía y decirle que  esto le va a caer tarde o temprano, también…

Sofía. Santiago. La custodia. Durante tres semanas me hundí en el trabajo que los olvide por completo. Ni siquiera la llame para preguntarle el resultado del juicio… La puerta se abrió violentamente. Y Samantha apareció con el jodido artículo en la mano.

—¿¡QUE MIERDA ES ESTO FRANCESCO!?

—Señorita Bishop, le pido…—Dijo Will tratando de tranquilizarla.

—¡No te metas William!

—¡Deja de gritar Samantha! —Le exigí.

—¿Cómo jodidos me pides que no grite después todas estas noches que hemos pasamos juntos? —Sentí la mirada acusatoria de Will, lo ignoré. —¡De verdad espero que esto sea solo un rumor, porque si es verdad! ¡Te juro que te destruiré Francesco!

Samantha salió furiosa de mi oficina, y en el camino tiró al suelo a mi secretaria. Ni siquiera miré a Will, solo salí.

Tenía que salir de ahí.

Todo el stress, todos los problemas, todo absolutamente todo estaba por fin cayendo sobre mí. Sentí como si hubiera guardado todo el cansancio en una caja y de repente la hubiera abierto.

Tarde solo unos minutos en salir de la oficina. Treinta minutos en llegar a casa. Y solo treinta segundos en dormir profundamente. Mi celular no dejaba de sonar. Me levante y lo lance, solo escuche como se estrellaba contra el muro. Cerré las malditas cortinas. Desconecte el teléfono y me metí a la cama. Pero el sueño nunca llego. Mi mente divagaba entre todos los problemas que empezaban a caer sobre mis espaldas, la maldita amenaza de Samantha y el escándalo que empezaba a salir a la luz. La imagen de mis padres vino a mi mente. Tendría que lidiar con ellos también. Mi paciencia estaba llegando al límite.

Mi cabeza empezó a doler. Sentí mucho frío. Me levante y tome otra manta. Aumente unos grados la temperatura de la habitación. Pocos minutos después caí profundamente dormido. Me desperté de golpe al sentir la espada fría y húmeda. Mis piernas, brazos, todo dolía. Tomé una pastilla y dormí.

Sentí algo frío en mi cabeza. Poco a poco me empecé a sentir mejor. Aún seguía con el dolor en el cuerpo, pero el frío iba desapareciendo poco a poco.

No sé cuánto tiempo pasó, pero sentí como si hubiera dormido por días enteros. Me sentía relajado.  Me sentía bien. Mis fuerzas habían vuelto y mi mente era clara, lo suficiente para reconocer las voces de afuera. Me levante de la cama y vi un recipiente con agua y unas toallas. Había una silla y varias mantas en ella. Pude respirar un perfume familiar.

Las voces se hacían más fuertes. Discutían. Todo empezaba a escucharse más claro.

—¡No te metas imbécil!

—Deja de gritar Samantha…No es el momento ni el lugar.

—¡Es el maldito momento! —Dijo Samantha. Estaba furiosa. Su voz estaba llena de rabia y odio. Que sorpresa. Esos dos siempre han terminado discutiendo— ¡Más te vale que te largues perra o te juro que…!

Slap.

 

Salí a la sala y me congele. Mi hermana. William. Samantha en el suelo. Y Sofía con la mano en el aire. 

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