Hijo de la Luna

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Al volver a casa, Levi fue directo en busca de su madre. No podía sacarse de la mente el recuerdo del joven que había conocido, pero tuvo que obligarse a disimular sus emociones cuando llegó ante la presencia de su madre.

—Bienvenido a casa. —Le saludó la Luna, atrayéndole en un apretado abrazo. Aunque ya hubieran pasado varios días, no podía acostumbrarse a ver a su hijo partir lejos de ella.

Correspondiendo a su abrazo, Levi se preguntó qué pensaría su madre si supiera lo que había pasado esa noche. Aunque ella amaba a los humanos, no había forma en que ella aprobara que su hijo se interesara en uno. Ante ese pensamiento, Levi dudó por un momento. Ni siquiera estaba seguro de qué era lo que pensaba del chico que conoció, e incluso era incapaz de decir que le conocía. Si tenía que ponerle un nombre a lo que sentía en ese momento, ese sería Curiosidad.

Como cada día, Levi le contó lo que había hecho, los lugares que había conocido y las personas con las que había hablado, omitiendo el tiempo que pasó con Erwin. Aunque su madre podía ver todo lo que pasaba en la Tierra, él le había hecho prometer que no le vigilaría y confiaba totalmente en ella, por lo que al menos estaba seguro de que ella no sabía nada sobre eso. El simple recuerdo de aquella sensación desconocida hacía su pecho vibrar.

La Luna le escuchaba con atención, notando un extraño brillo en los ojos de su hijo que nunca antes había visto. Quizás era la emoción, o al menos eso era lo que parecía. Había deseado tanto hacer ese viaje que la Luna comprendía el sentimiento que reflejaban sus ojos. Además, ella mejor que nadie conocía lo mucho que su hijo amaba ver a los humanos en sus actividades nocturnas, pero vivirlo de cerca debía ser una experiencia maravillosa para él.

—Madre, ¿por qué no puedo quedarme durante el día?

—Hay muchas más personas durante el día, algo podría pasarte. —Respondió ella simplemente, segura de que no volvería a preguntar.

A Levi no le gustaban las multitudes, aun recordaba las muchas veces que, siendo tan sólo un niño, salió corriendo para esconderse tras las piernas de su madre cada vez que las estrellas se reunían para jugar con él. Odiaba las multitudes, al igual que odiaba ser el centro de atención, pero tal vez no tendría que estar entre una. Tal vez podrían pasar el día en ese lugar donde se habían conocido.

—¿Y si no salgo del bosque?

La pregunta la dejó confundida. Su hijo nunca insistía o cuestionaba sus decisiones, y no había nada en el día que no pudiera ver por la noche. ¿Por qué entonces insistía en quedarse a comprobarlo? Seguramente había escuchado sobre eso en alguna de sus visitas, pero una vez le había comentado que sólo le interesaba ver a los humanos durante las noches, cuando mostraban su lado artístico. Algo debió hacerle cambiar de opinión.

Apenas estuvo sólo, Erwin se permitió dejar escapar un profundo suspiro

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Apenas estuvo sólo, Erwin se permitió dejar escapar un profundo suspiro. En los meses que llevaba en la Tierra, había visto cosas majestuosas, bellezas sin igual, maravillas naturales, pero ninguna podría competir con la soberbia belleza de Levi. A su lado, todas esas cosas no eran más que simples adornos. Y qué decir de aquella gloriosa imagen, la pálida piel de sus mejillas coloreándose con un tenue carmín cuando le hablaba al oído.

La leyenda del Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora