Capítulos 21-25

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  Las discusiones sobre el ofrecimiento de Collins tocaban a su fin; Elizabeth ya notenía que soportar más que esa sensación incómoda, que inevitablemente sederiva de tales situaciones, y, de vez en cuando algunas alusiones puntillosas de sumadre. En cuanto al caballero, no demostraba estar turbado, ni abatido, ni tratabade evitar a Elizabeth, sino que expresaba sus sentimientos con una actitud derigidez y con un resentido silencio. Casi no le hablaba; y aquellas asiduasatenciones tan de apreciar por su parte, las dedicó todo el día a la señorita Lucasque le escuchaba amablemente, proporcionando a todos y en especial a su amigaElizabeth un gran alivio.A la mañana siguiente, el mal humor y el mal estado de salud de la señoraBennet no habían amainado. El señor Collins también sufría la herida de suorgullo. Elizabeth crey ó que su resentimiento acortaría su visita; pero los planesdel señor Collins no parecieron alterarse en lo más mínimo. Había pensado desdeun principio marcharse el sábado y hasta el sábado pensaba quedarse.Después del almuerzo las muchachas fueron a Mery ton para averiguar siWickham había regresado, y lamentar su ausencia en el baile de Netherfield. Leencontraron al entrar en el pueblo y las acompañó a casa de su tía, donde secharló largo y tendido sobre su ausencia y su desgracia y la consternación que atodos había producido. Pero ante Elizabeth reconoció voluntariamente que suausencia había sido premeditada.—Al acercarse el momento —dijo— me pareció que haría mejor en noencontrarme con Darcy, pues el estar juntos en un salón durante tantas horashubiera sido superior a mis fuerzas y la situación podía haberse hechodesagradable, además, a otras personas.Elizabeth aprobó por completo la conducta de Wickham y ambos ladiscutieron ampliamente haciéndose elogios mutuos mientras iban haciaLongbourn, adonde Wickham y otro oficial acompañaron a las muchachas.Durante el paseo Wickham se dedicó por entero a Elizabeth, y le proporcionó unadoble satisfacción: recibir sus cumplidos y tener la ocasión de presentárselo a suspadres.Al poco rato de haber llegado, trajeron una carta para Jane. Venía deNetherfield y la joven la abrió inmediatamente. El sobre contenía una hojita depapel muy elegante y satinado, cubierta por la escritura de una hermosa y ágilmano de mujer. Elizabeth notó que el semblante de su hermana cambiaba al leery que se detenía fijamente en determinados párrafos. Jane se sobrepuso enseguida; dejó la carta y trató de intervenir con su alegría de siempre en laconversación de todos; pero Elizabeth sentía tanta curiosidad que incluso dejó deprestar atención a Wickham. Y en cuanto él y su compañero se fueron, Jane lainvitó con una mirada a que la acompañase al piso de arriba. Una vez en sucuarto, Jane le mostró la carta y le dijo:—Es de Caroline Bingley; su contenido me ha sorprendido muchísimo. Todoslos de la casa han abandonado Netherfield y a estas horas están de camino a lacapital, de donde no piensan regresar. Oye lo que dice.Jane leyó en voz alta el primer párrafo donde se manifestaba que habíandecidido ir con su hermano a Londres y que tenían la intención de comer aquelmismo día en la calle Grosvenor, donde el señor Hurst tenía su casa. Lo siguienteestaba redactado de la siguiente forma: « No siento dejar Hertfordshire más quepor ti, queridísima amiga; pero espero volver a disfrutar más adelante de losdeliciosos momentos que pasamos juntas y entre tanto podemos aminorar lapena de la separación con cartas muy frecuentes y efusivas. Cuento con tucorrespondencia.» Elizabeth escuchó todas estas soberbias expresiones conimpasibilidad por la desconfianza que le merecían. Le sorprendía la precipitacióncon la que se habían marchado, pero en realidad no veía por qué lamentarlo. Nopodía suponerse que el hecho de que ellas no estuviesen en Netherfield impidiesevenir a Bingley; y en cuanto a la ausencia de las damas, estaba segura de queJane se consolaría con la presencia del hermano.—Es una lástima —le dijo después de una breve pausa— que no hayaspodido ver a tus amigas antes de que se fueran. Pero ¿no podemos tener laesperanza de que ese « más adelante» de futura felicidad que tu amiga tantodesea llegue antes de lo que ella cree y que esa estupenda relación que habéistenido como amigas se renueve con mayor satisfacción como hermanas? Ellasno van a detener al señor Bingley en Londres.—Caroline dice que decididamente ninguno volverá a Hertfordshire esteinvierno. Te lo leeré: « Cuando mi hermano nos dejó ayer, se imaginaba que losasuntos que le llamaban a Londres podrían despacharse en tres o cuatro días;pero como sabemos que no será así y convencidas, al mismo tiempo, de quecuando Charles va a la capital no tiene prisa por volver, hemos determinado irnoscon él para que no tenga que pasarse las horas que le quedan libres en un hotel,sin ninguna comodidad. Muchas de nuestras relaciones están ya allí para pasar elinvierno; me gustaría saber si usted, queridísima amiga, piensa hacer lo mismo;pero no lo creo posible. Deseo sinceramente que las navidades en Hertfordshiresean pródigas en las alegrías propias de esas festividades, y que sus galanes seantan numerosos que les impidan sentir la pérdida de los tres caballeros que lesarrebatamos.»—Por lo tanto, es evidente —añadió Jane— que el señor Bingley no va avolver este invierno.—Lo único que es evidente es que la señorita Bingley es la que dice que él nova a volver.—¿Por qué lo crees así? Debe de ser cosa del señor Bingley : No depende denadie. Pero no lo sabes todo aún. Voy a leerte el pasaje que más me hiere. Noquiero ocultarte nada. « El señor Darcy está impaciente por ver a su hermana, yla verdad es que nosotras no estamos menos deseosas de verla. Creo queGeorgina Darcy no tiene igual por su belleza, elegancia y talento, y el afecto quenos inspira a Louisa y a mí aumenta con la esperanza que abrigamos de que seaen el futuro nuestra hermana. No sé si alguna vez le he manifestado a usted misentir sobre este particular; pero no quiero irme sin confiárselo, y me figuro quelo encontrará muy razonable. Mi hermano ya siente gran admiración por ella, yahora tendrá frecuentes ocasiones de verla con la may or intimidad. La familiade Georgina desea esta unión tanto como nosotras, y no creo que me ciegue lapasión de hermana al pensar que Charles es muy capaz de conquistar el corazónde cualquier mujer. Con todas estas circunstancias en favor de esta relación y sinnada que la impida, no puedo equivocarme, queridísima Jane, si tengo laesperanza de que se realice el acontecimiento que traería la felicidad a tantosseres.»—¿Qué opinas de este párrafo, Lizzy ? —preguntó Jane al terminar de leer—.¿No está bastante claro? ¿No expresa claramente que Caroline ni espera ni deseaque y o sea su hermana, que está completamente convencida de la indiferenciade su hermano, y que si sospecha la naturaleza de mis sentimientos hacia él, sepropone, con toda amabilidad, eso sí, ponerme en guardia? ¿Puede darse otrainterpretación a este asunto?—Sí se puede. Yo lo interpreto de modo muy distinto. ¿Quieres saber cómo?—Claro que sí.—Te lo diré en pocas palabras. La señorita Bingley se ha dado cuenta de quesu hermano está enamorado de ti y ella quiere que se case con la señorita Darcy.Se ha ido a la capital detrás de él, con la esperanza de retenerlo allí, y trata deconvencerte de que a Bingley no le importas nada.Jane lo negó con la cabeza.—Así es, Jane; debes creerme. Nadie que os haya visto juntos puede dudardel cariño de Bingley. Su hermana no lo duda tampoco, no es tan tonta. Si hubiesevisto en Darcy la mitad de ese afecto hacia ella, ya habría encargado el traje denovia. Pero lo que pasa es lo siguiente: que no somos lo bastante ricas ni lobastante distinguidas para ellos. Si la señorita Bingley tiene tal afán en casar a laseñorita Darcy con su hermano, es porque de este modo le sería a ella menosdifícil casarse con el propio Darcy ; lo que me parece un poco ingenuo por suparte. Pero me atrevería a creer que lograría sus anhelos si no estuviese de pormedio la señorita de Bourgh. Sin embargo, tú no puedes pensar en serio que porel hecho de que la señorita Bingley te diga que a su hermano le gusta la señoritaDarcy, él esté menos enamorado de ti de lo que estaba el jueves al despedirse; nique le sea posible a su hermana convencerle de que en vez de quererte a ti quieraa la señorita Darcy.—Si nuestra opinión sobre la señorita Bingley fuese la misma —repuso Jane—, tu explicación me tranquilizaría. Pero me consta que eres injusta con ella.Caroline es incapaz de engañar a nadie; lo único que puedo esperar en este casoes que se esté engañando a sí misma.—Eso es. No podía habérsete ocurrido una idea mejor, y a que la mía no teconsuela. Supón que se engaña. Así quedarás bien con ella y verás que no tienespor qué preocuparte.—Pero Lizzy, ¿puedo ser feliz, aun suponiendo lo mejor, al aceptar a unhombre cuy as hermanas y amigos desean que se case con otra?—Eso debes decidirlo tú misma —dijo Elizabeth—, si después de una madurareflexión encuentras que la desgracia de disgustar a sus hermanas es más queequivalente a la felicidad de ser su mujer, te aconsejo, desde luego, que rechacesa Bingley.—¡Qué cosas tienes! —dijo Jane con una leve sonrisa—. Debes saber queaunque me apenaría mucho su desaprobación, no vacilaría.—Ya me lo figuraba, y siendo así, no creo que pueda compadecerme de tusituación.—Pero si no vuelve en todo el invierno, mi elección no servirá de nada.¡Pueden pasar tantas cosas en seis meses!Elizabeth rechazaba la idea de que Bingley no volviese; le parecíasencillamente una sugerencia de los interesados deseos de Caroline, y no podíasuponer ni por un momento que semejantes deseos, tanto si los manifestaba clarao encubiertamente, influyesen en el animo de un hombre tan independiente.Expuso a su hermana lo más elocuentemente que pudo su modo de ver, y notardó en observar el buen efecto de sus palabras. Jane era por naturalezaoptimista, lo que la fue llevando gradualmente a la esperanza de que Bingleyvolvería a Netherfield y llenaría todos los anhelos de su corazón, aunque la dudala asaltase de vez en cuando.Acordaron que no informarían a la señora Bennet más que de la partida de lafamilia, para que no se alarmase demasiado; pero se alarmó de todos modosbastante; y lamentó la tremenda desgracia de que las damas se hubiesenmarchado precisamente cuando habían intimado tanto. Se dolió mucho de ello,pero se consoló pensando que Bingley no tardaría en volver para comer enLongbourn, y acabó declarando que a pesar de que le habían invitado a comersólo en familia, tendría buen cuidado de preparar para aquel día dos platos deprimera.  

Orgullo y prejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora