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  —Tío, déjalos. 

Tras haber pasado por unos largos minutos de absoluta incomodidad, Jungkook fue el único que se atrevió a contradecir la palabra de Mihua, caminando hasta nosotros y posando su mano sobre el tenso hombro del trillizo. Su mirada era comprensiva y se encontraba algo apenada, no supe si por Dooly o por mí, pero sí supe que él comprendía la situación.  

Todo lo contrario a Josephine, quien se mantenía sentada sobre la cama del tatuado con los brazos cruzados y una mueca de molestia plasmada en su rostro. Se mordía las mejillas, tal y como si le hubiesen quitado su juguete más preciado. 

Mihua observó la cálida mano de su amigo y dejó salir el aire de sus pulmones en un gesto de resignación, como si no tuviese más remedio que aceptar. Algo inútil, puesto que Mihua no era quien debía decidir sobre Dooly. Su hermano era totalmente libre de elegir su opinión.

  —Vámonos, Dooly —siseé por lo bajo, desviando la mirada hasta el nombrado.

Asintió levemente con la cabeza y se inclinó hasta la mesita de noche, alcanzando su móvil encogido y tímido, teniendo miedo de llamar demasiado la atención.  Era un gesto típico de él que me molestaba; me molestaba que actuase con miedo a ser juzgado, que se sintiese entre la espada y la pared. 

Dooly debía aprender a valerse por sí mismo.

  —Ven a dormir —una vez más, el tono demandante de su hermano salió a la luz. 

Era suficiente. Su actitud estaba llegando a un extremo límite, aquella posesión con la que se refería era desesperante. Lo observé de manera amenazante y apreté los labios para evitar soltar un improperio, aunque pronto Jungkook se adelantó a decir con aires burlones:

  —Tranquilo, con Brooke seguro que estará seguro. 

  —¿Qué?  

  —Que si tiene que volver a darle un golpe a Dylan, se lo dará.

Los ojos del rubio se tiñeron en confusión, giró la vista hasta mí y seguidamente hacia Dooly, tratando de buscar una respuesta a lo dicho. Y es que tal y como lo sospechaba, Mihua no tenía ni idea de lo ocurrido con Dylan, ni el papel que jugué en aquella estúpida pelea, ni de mi intento por proteger a Dooly antes que a mí. Él tan sólo había especulado lo que quería, sin preguntar ni saber, sin ninguna consciencia al respecto. 

Tampoco lo juzgaba por aquello, pero en el fondo, seguía doliendome. 

  —Sí, bueno. Según Mihua soy una amiga de mierda —nuestras miradas conectaron en aquél momento, esta vez siendo yo quién lo escrutaba con inexpresividad. Mis dedos buscaron los de Dooly sólo para hacerle ver que estaba ahí para él, aferrándome a su mano y regalándole una suave caricia en el dorso. 

No obstante, fue un pequeño gesto que logró traer de vuelta su confianza. 

{-}

  —Mi habitación es un desastre, no te asustes.  

En efecto, lo era. Tenía todos los libros y los apuntes de clase esparcidos por el escritorio, ropa en cada esquina, la cama sin hacer y algunos envoltorios de comida tirados por el suelo. Y es que nunca había sido muy organizada, aquello era cosa de mi hermano, que se encargaba de limpiar nuestra casa y mantenerla reluciente a cada segundo. 

Si bien, ahora era yo quien debía ocuparme de aquello y la pereza superaba con creces.

Me hice a un lado para dejarlo pasar y reí nerviosamente, observando cómo analizaba cada rincón con curiosidad. No era un lugar acogedor, desde luego, pero cualquier cosa era mejor que permanecer en el dormitorio de los trillizos con Mihua y Josephine opinando sobre cada gesto y palabra que realizásemos. Dooly negó con la cabeza y me dedicó una pequeña sonrisa tranquilizadora, tratando de no incomodarme en lo absoluto.

Trillizos Park. - btsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora