Capitulo 2

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- ¿Nombre?

La Madre Superiora estaba haciendo un adjunte de sus datos personales.

- Ethan Miller.

La mujer lo miró alzando las cejas. Ethan resopló, sin disimular su mal humor.
Sí, su padre era el dueño de las Industrias Miller. Sí, su madre era una vedette reconocida.
¿Y qué? Él era simplemente el resultado de un condón roto, al que utilizaban para llenar sus bolsillos de dinero y las revistas con sus fotografías.  La monja pareció captar el mensaje de Ethan “como nombres a mis padres me tiro un olímpico por la ventana”, ya que siguió anotando en silencio, y consultó lo mínimo necesario.
Cuando terminó, lo acompañó ella misma a lo que sería su habitación.

Esta estaba algo apartada del resto para suerte de Ethan, era bastante amplia y tenía una ventana que daba a un patio.
Si ignorabas los insectos muertos pegados en las paredes, la lámpara que tambaleaba en el techo a punto de caerse, las camas de caño casi oxidado y la cajonera con solo dos cajones sanos, (llena de grabados que no eran precisamente halagos a las monjas); el cuarto podría pasar por… decente.
La madre debió darse cuenta de la  incomodidad del chico, ya que le dijo que lo que necesitase solo lo pidiese, y luego de informarle  que alguno de sus compañeros le daría un recorrido por el lugar, se fue, alegando un alentador “Dios te bendiga”. Yupi.

Durante unos segundos, Ethan se quedó parado donde estaba, inmóvil. Entró a la habitación y se derrumbó en una de las camas. ¿Cómo había terminado en ese lugar? ¿Cómo había pasado de ser un reconocido joven, envidia de sus conocidos, a ser la lástima, la vergüenza de todos ellos? ¿Qué había sido del Ethan, codiciado y despreocupado de semanas atrás?
Miró su reflejo en un pequeño espejo de pared. Ojeroso, despeinado, con una expresión vacía. Parecía una de las estatuillas del reformatorio.
Eran las siete de la mañana, y sentía su cuerpo cansado y pesado. Muy a su pesar, se acomodó en el duro colchón,  y se quedó dormido.

Soñó con la noche causante de todos sus disgustos. Recordaba la fiesta, era en una discoteca. Luces. Música. Ruido. Gente por todos lados. Chicas por todos lados. Ese vaso con líquido transparente que no debería haber tomado. Mejor dicho esos vasos. ¿Qué hacía él ahí? Ah, sí, era el cumpleaños de… ¿quién? Tal vez el hijo de algún empresario, abogado o… de ese tipo de mala fama… ¿John Walker?. Ese malparido.
Un idiota nacido en cuna de oro que se la pasaba contando cuentos de cómo había escapado de la policía numerables veces, según él; pero nunca nadie le creía.
Ojalá si lo hubiera hecho.

En determinado momento, unos gendarmes irrumpieron en el lugar sacándolos a todos. Recordaba que lo llevaron a rastras, ya que se había quedado dormido en un sillón, y que cuando los llevaron a declarar… ah, ahí fue la cosa.
John Walker lo inculpó, lavándose las manos. Dólares van, dólares vienen; tomaron a Ethan como anfitrión de esta fiesta ilegalizada, y se llevó con eso todos los honores de su estúpido compañero. En el papeleo nombraban varios tipos de delitos, desde robos hasta consumo de drogas, todos realizados por John. ¿Y qué habían hecho sus padres? Luego de una charla justificando lo injustificable, le dijeron que lo enviarían al Reformatorio. Un mes después de lo sucedido, con todo el juicio, y los ornamentos; era un hecho.
Mil noventa y cinco días de castigo. Y el hijo de puta de Walker, disfrutando de la vida.





Bueno, ahí fueron los primeros dos capítulos, para que se den una idea de cómo va la cosa.
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Reformatorio 666Donde viven las historias. Descúbrelo ahora