El sol entrando por la ventana lo despertó, le costó recordar en donde estaba. Se desperezó, eran las diez de la mañana. Miró su valija, tirada a un lado de la cama. Ethan resopló, resignado, y comenzó a desempacar las pocas cosas que había traído; tampoco es que le habían permitido llevarse demasiado. Apenas había comenzado cuando golpearon la puerta, y vio asomarse por el marco a una chica de pelo castaño y expresión calmada y apacible.
- ¿Ethan Miller? - le preguntó. Debía de ser la chica que lo llevaría a recorrer el lugar.
- Sí. – respondió, tratando de ocultar los nervios; no tenía ni idea de cómo se manejaban las cosas en ese lugar. ¿Debería hacerse el malo? ¿Actuar normal? ¿Revolearle algo en la cara?
- Hola, soy Azul ¿eres nuevo, no? – dijo ella a modo de saludo. Asintió. – bueno, no te hagas problema, ya te vas a acostumbrar.
Azul le cayó bien de inmediato. Le era divertida su forma de gesticular mientras hablaba, y recorría el internado como la palma de su mano. Agradeció a los cielos haberla conocido, si la mayoría de las personas eran como ella, podía tener la suerte de pasarla, por lo menos bien.
Si a Ethan el internado le había parecido grande por fuera, por dentro, se quedó sin palabras. Entre las habitaciones, los baños, el patio y el comedor, ya habría ocupado media manzana. Eso sin nombrar la capilla, el gimnasio, y el par de aulas donde se dictaban clases de diferentes materias.
Al pasar por un pasillo, vieron a una monja que fumaba. ¿¡Estaba fumando?¿Las monjas fumaban? Ethan se quedo con la boca abierta, pero Azul se encogió de hombros, indiferente.
- Guau, e-estas monjas son menos santas de lo que parecen. – dijo con humor , pero vio como ella miraba a los lados, como… perseguida.
- Shh, es verdad, pero no lo digas alto, no vaya a ser que le vayan con el cuento a la Madre.
- ¿¡Que, la Santa Superior fuma tamb…!?
Azul le tapó la boca con la mano, mirándolo fijamente a los ojos. Todo rastro de simpatía en su rostro había desaparecido.
- No te hagas el vivo, esta vieja puede causarte más de un disgusto, Ethan. - le dijo, enseñándole su brazo.
Contuvo un grito. El brazo de Sofía estaba cruzado por al menos cinco cicatrices de aproximadamente 20 centímetros, como si la hubieran… si la hubieran…
- Seis azotes, por desobediencia de tercer grado. – le contestó, confirmando sus sospechas. Volvió a taparse. – este lugar es uno de los internados de más renombre, pero nadie ve detrás de las sonrisas falsas de estas viejas.
Continuaron el recorrido cruzándose con algunos de los otros chicos. Había de edades variadas desde los doce a los dieciséis años, y algunos miraban a Ethan con sorpresa, lástima… incluso desprecio. Aunque Ethan ni se percató de ello, aún necesitaba procesar lo que Sofía le había dicho: ¿dónde lo habían metido sus padres? ¿Sabían ellos sobre esto?Capítulo corto 🤦
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Reformatorio 666
Teen Fiction"Escuchó los disparos y las voces al otro lado de la puerta. La miró, con el corazón en la garganta; buscando esos ojos que eran la fuente de su racionalismo, de su tranquilidad. Pero la desesperación y la angustia en la mirada de ella le dijeron...