Cuarto para dos

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En algún antro nocturno de California, se encontraba el joven cantante proeza de México, Miguel Rivera, "el ángel de oro" para la mayoría de la gente que se dirigía a él desde que su carrera había despegado; se encontraba en plena celebración por el final de una gira exitosa, aunque en su cara se podía notar que no estaba de ánimos para festejar junto a todo el staff que prácticamente lo había obligado a venir.

Para ser un hombre de 23 años no le parecía precisamente llamativo pasar la noche ahí, la gente amotinada, las luces que resplandecían y apagaban tan rápido que pensó que le terminarían dañando la retina y para ser sinceros no era muy fan del alcohol, pero solo por esta vez lo pasaría, lo necesitaba; estaba cansado, fatigado y aburrido, sí había logrado lo que deseaba de niño, ser un gran músico pero en ningún momento pensó en las letras pequeñas que ese estilo de vida le suponía, pero volviendo al lugar donde se encontraba lo que más le molestaba era esa música, tan arrítmica y sintética, amaba la música por igual pero esta en especifico le era molesta, tal vez a causa del liquido embriagante que tenía en mano – si meto mi celular a la licuadora suena igual- dijo en voz baja para no amargarles la fiesta al resto.

Ya no estaba en sus 5 sentidos, la garganta seca y el mareo se lo indicaban pero eso no impido que siguiera bebiendo, sus ojos ya no querían ver a un solo punto y entre todos esos vistazos rápidos cruzo su mirada con los ojos más bellamente inexpresivos que su hebrea conciencia habían visto.

Delgado, cara alargada, cabellos semi desordenados, ojos rasgados, sí, perfectamente bello –ya estoy tan hasta la madre que ya hasta joteo- soltó entre dientes sosteniéndose la cabeza pero sin apartar la mirada, tan sumergido estaba en aquel hombre que no pensó fuera más grande que él que ya ni la música entraba a sus tímpanos, mucho menos las risas de sus compañeros, solo volvió en si cuando noto al contrario pararse de la mesa donde se encontraban otras personas que no le podían importar menos, con paso tambaleante en dirección al sanitario.

Miguel se levantó con una acción rápida que le provoco un mayor mareo –voy al baño-dijo a la mujer que estaba a su derecha la cual era su manager y con paso veloz para un borracho un poco loco en busca de esos ojos en forma de almendra.

Por otra parte, el mitad japonés apenas y supo cómo llegar a aquel lugar que estaba impregnado con un olor putrefacto, pero en serio necesitaba sentir el agua en su rostro; cuando su amigo Fred les sugirió celebrar el recién éxito por su nombramiento como líder de investigación en el área de robótica de la defensa nacional a sus 28 años, no pensó que terminaría ahí, casi a punto de vomitar estaba tan perdido que ni siquiera podía enfocar bien al chico de la mesa de enfrente con el que casualmente tuvo que cruzar mirada, pero de igual forma no dejo de verlo por pura y mera curiosidad.

Estaba frente al espejo con las manos apoyadas en el sobre ese remedo de lavado cuando escucho el abrir de la puerta para que al alzar la mirada pudiera ver justamente a aquel chico reflejado con una sonrisa que no sabía si definir como altanera, mórbida o perdida.

-¿estás bien?- escucho que le dijo aquel de piel bronceada pero con un asentó algo extraño. Claramente extranjero pensó.

-si... es solo que...este lugar me hace sentir ahogado- le respondió el asiático pero apenas entendible por la música de fuera y por lo complicado que es para un ebrio hablar.

-Te entiendo, me llamo Miguel- dijo para acercarse con paso poco firme y extender su mano al contrario y de forma algo petulante preguntar-¿quieres salir de aquí?-

El otro no sabía si por efecto del alcohol o sí de verdad ya no soportaba ese lugar le sonrió para contestar a la par de extender su mano al otro –Soy Hiro y si, vámonos-.

No fue difícil escabullirse de sus acompañantes correspondientes pues parecía que estaban bastante ocupados en terminar cada botella que se atrevía a posarse en su mesa. Una vez afuera de ese lugar solo se dedicaron a correr aunque nadie los persiguiera y aunque a penas y pudieran sostenerse, pero sin soltar sus manos; caminaron sin rumbo solo riendo de lo que decía el otro aunque ni siquiera fuera algo gracioso terminando en una zona que ya estaba algo alejada del bullicio de la gran ciudad, un barrio tranquilo en donde solo las luces de los faros y la luna les hacían compañía.

El moreno freno su andar y por ende el otro también lo hizo –te quiero- dijo el músico y sin dar tiempo a una respuesta del otro lo beso con desespero aunque sin recibir reprimenda incluso fue correspondido de la misma forma.

Entre besos, suspiros y caricias algo bruscas terminaron en un hotel de paso pidiendo una habitación donde terminaron sucumbiendo al deseo de manera casi celestial, para después caer rendidos ante el sueño.

El ruido lejano de su celular terminó por despertar al mitad japonés, desorientado, cansado y con ligeros ardores en ciertas zonas de su cuerpo como su cuello en donde al rozar con sus dedos pudo sentir ligeras marcas, giro su cabeza a un costado notando el bulto que residía en esa incomoda y vieja cama, otro chico, intento levantarse pero el movimiento brusco lo hizo marearse.

Se vistió sin hacer ruido para no despertar al otro sujeto, no sabía quién era o a que se dedicaba pero por su seguridad era mejor irse sin ser notado por el otro; aunque dándole un vistazo más detenidamente con esa cara no podría ser una mala persona, no sabía muy bien que pensar, no recordaba nada después de haber empezado a beber.

Tomo su celular para notar todos los mensajes de preocupación de sus amigos y las llamadas perdidas que habían sido hechas una tras otra, era hora de irse antes de que todo se saliera más de control, dio una última mirada al moreno que parecía disfrutar de su sueño con la firme decisión en mente de jamás volver a verlo pero creyó que lo más "educado" que se podía hacer era por lo menos decir algo a modo de despedida así que tomo un lápiz que estaba junto a la lámpara que estaba junto a la cama y en una vieja nota de compras que estaba casualmente en su bolsillo escribió algo para dejarlo en ese mismo lugar y emprender su marcha.

Llevaba ya unas cuantas calles caminando tratando de comprender como siendo un genio había hecho algo tan estúpido y entonces lo vio, en ese poste de luz tintineante, un anuncio de un concierto que había sido una noche previa con la imagen de aquel chico al que acaba de abandonar –Hiro... ¿qué clase de idiotez acabas de hacer? Y justo con este tipo- se dijo ya con frustración mientras posaba su mano en aquel panfleto.

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Miguel despertó con la luz que se coló por esos vidrios sucios y los efectos de la resaca no se hicieron esperar, el sonido incesante de su teléfono lo hizo levantarse hasta donde lo dejo, dentro de su chaqueta botada en el piso, lo miro, era su manager, iba a contestar hasta que su memoria hizo "click" y busco a aquel chico (aunque era más que claro que no estaba)lo único que pudo divisar fue un papel arrugado; al tomarlo vio el mensaje inscrito en el:

"lo lamento, olvidemos lo que paso, si es que tu logras recordar algo mejor que yo"

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No me juzguen por favor, es que ayer escuche esta canción y algo en mi cabeza empezó a maquilar ideas raras.

Si alguien se pregunta el por qué les puse esas edad es porque número unos: En Miguel fue la primera edad que se me ocurrió y con Hiro pues tome en cuenta los años en los que salieron las películas; Big Hero 6 salio en 2014 y Hiro tenía 14, para cuando salio Coco Hiro ya debería tener 17, cinco años más que Miguel.

La verdad no deje de sonreír como Satanás mientras escribía esto.


Se despide Jihye_0303 :).


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