Capítulo 2

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      Un mes y medio después de la desaparición misteriosa de Samantha, la policía la declaró
desaparecida, envió el informe a todos los países y pasó a ser una de las 10 personas mas
buscadas del mundo.

    Samantha se sintió perdida, su mente se aferraba al último aliento. La cabeza le pesaba
como un yunque, su cuerpo no respondía. Me estoy muriendo, pensó devastada.
Se sintió decepcionada de sí misma, no tenía amigos, no tenia un amor por el que pelear,
ni siquiera familia. Sabía que su madre la amaba, no tenía dudas de eso, pero ella no sentía
lo mismo por su madre. Siempre que lo pensaba se sentía mal, sabia que había sido una
niña deseada, su madre, la misma que había parido a 5 varones, sanos y fuertes, la misma
mujer a la que le habían advertido no tener más vástagos porque no podría tener hijos después
de tenerla a ella. Y aun así no lograba encontrar en su corazón ese amor que un hijo debía
tenerle a una madre. Sentía algo en su corazón que le impedía amarla, siempre tenía algo
que reprocharle, como si su madre la hubiera defraudado de alguna manera, como si ella le
impidiera ser feliz de alguna manera.

Era un castigo ser así , no quería ser así con su
madre, cada vez que ella era amable su madre intentaba hacerla ir por el buen camino,
podían estar juntas durante períodos cortos de paz, pero después su madre decía algo o
hacia algo que la hacia enojar. ¿no era posible disfrutar de un tiempo de paz? Siempre tenía
que estar retándola, no era capaz de aceptarla como era, siempre en tono de reproche.

Como la vez que Samantha le regaló los pendientes de perlas. En vez de agradecer, su
madre se había molestado.

— ¿A quien se lo robaste esta vez?

Es un regalo de navidad, no los puedes aceptar y ya esta…

No. No puedo aceptar algo que fue robado, algo que era de otra persona.

Los compre, ¿ok? . Fui a una joyería, cara y elegante, los elegí y te los compre.

Esto es de oro de verdad. — dijo su madre incrédula. — toma, no los quiero.
Devuelvelos o vendelos.

Los compre. — dijo con los dientes apretados. — fui a una joyería y los elegí para vos. ¿Querés ver el tiquet?

No importa. Gracias pero no puedo aceptarlos.

Después de esa navidad, Samantha no volvió a ver a su madre, con sus hermanos no
tenía relación, ni comunicación.
 
   Durante los seis años que vivía en Nueva York, nunca había hablado o visto a sus hermanos desde que se había ido. Ni siquiera se había
despedido de ellos, cuando le comunicó a su madre la idea de irse, ella trato de convencerla, incluso le prohibió viajar, al ser menor de edad, pero hizo que su padre le firmara, y sus hermanos casi obligaron a su madre a firmar, ella ya había tomado su
decisión. Sus hermanos ni siquiera le habían dicho nada, ni siquiera la habían ayudado a
conseguir el dinero, o despedirse siquiera.
 
   Mientras ella terminaba de guardar sus cosas y
se preparaba para tomar el avión en unas horas, sus hermanos habían pasado a buscar a su madre por la casa y se la habían llevado, llorando claro. Samantha se fue de la casa de su madre sin nadie que le desee suerte, nadie que agite la mano mientras subía al taxi.
Nadie que la despida en el aeropuerto, que se quede mirando el avión donde había partido.
Samantha se llevó de Buenos Aires los mismos rencores y odios que siempre había tenido
y durante dos años ni siquiera había llamado a su madre.
Una tarde de noviembre, Sammy llamo a Argentina, al tan familiar número de su madre.

— ¿Hola?
La voz de un hombre joven. Sammy supuso que era uno de sus hermanos.
Hola. ¿Esta la señora Gonzales?

Amor a través del tiempo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora