Arcano mayor - La torre

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La carta de la torre es una carta muy versátil, puede representar distintas cosas. La torre de babel representa el caos, la catástrofe, la ruina. Sin embargo mi torre fue la torre de marfil, la que me sacó de mi comodidad, la que acabó con mi rutina: esta representa el enfrentarme al mundo, crecer y evolucionar. Eso fue exactamente lo que pasó

"Jamás creí que llegaría tan alto literalmente"

Fue la frase que dije una vez llegué a la cima de la montaña más alta de la ciudad. Al estar en las alturas pude respirar lo que era la verdadera libertad. Sentía como las nubes rosaban mi cuerpo, cansado y herido, era una sensación tan fresca que es muy difícil explicar esa sensación. 

Era un Domingo a las 5 de la mañana cuando me levanté para prepararme para mi travesía, saqué mi mochila y en ella guardé una botella de agua, dos naranjas, un emparedado de jamón y un libro. 

Con mucho cuidado salí de mi departamento y descendí hasta mi auto. 

La montaña se encontraba del lado sur de la ciudad. En ese entonces vivía en el lado este de ella. Al ser una ciudad tan grande es natural que haya muchos vehículos pero a esa hora y ese día se encontraba desierta y eso me encantaba ya que podía tomarme el tiempo de apreciar ciertas cosas como la arquitectura de los edificios, o las ofertas de los supermercados. 

Al llegar a la base de la montaña había unas cincuenta personas allí preparándose para la gran subida. Tragué saliva y me pregunté una vez más que era lo que estaba haciendo allí. En ese momento recordé la voz y ese susurro que me motivó a intentarlo. 

-Bueno, ya estoy aquí - Me dije mientras caminaba entre la multitud.

-¡Amigo! ven aquí - Escuché mi nombre y al darme la vuelta pude ver a bernardo con un grupo de personas todas vestidas acorde a lo ocasión, todas llevaban mallas deportivas, anteojos anti reflectores, botellas de agua integradas a su mochila con una manguera que quedaba justo en su boca y tenis anti derrapante. 

Me sentía un poco fuera de lugar ya que yo llevaba un pantalón corto estilo jugador de baloncesto y una camisa sin mangas que decía "I am the man", mis tenis eran simples tenis. Nada especial, de hecho podían ser incluso peligroso para ese clima tan insólito. Lo bueno de todo es que estaba nublado y no tendría que preocuparme por que el sol quemara mi piel. 

-Buenos días Bernardo - Dije mientras me acercaba. 

-Buenos días amigo, espero que estés listo, para trotar - Dijo mientras se acomodaba los lentes. 

Solo sonreí y me acerqué con los demás de su grupo. Todas eran personas mayores que yo, sus nombres son difusos pero recuerdo ciertas características físicas de cada uno. Una de ellas era una médico que al principio creí que era mucho más pequeña que yo por su estatura pero resultó tener casi el doble de edad. Otro era un sujeto gordo y con cara redonda, que sin ánimos de ofender recuerdo que parecía un hombre rata.  los otros dos eran una pareja de asiáticos que solo decían "hola, buenos días", no es caer en estereotipos pero es verdad, solo decían eso. 

Bernardo era el líder de esa tropa, subió a una banca y comenzó a explicar las reglas. 

-Nuestra meta es llegar a la sima, existe solo un camino así que no se pueden perder, los que se queden atrás se quedan atrás y los esperamos allá arriba, traten de tomar agua cuando no quede de otra y cuidado donde pisan ¿alguna pregunta?

-Si - Levanté la mano

¿Cuanto tiempo dura la subida? -Dije titubeando un poco al ver que todos comenzaron a reír un poco. 

- La subida es de 6 horas y el descenso es de 4 - Contestó bernardo. 

Al escuchar estos números quedé petrificado. No solo iba a subir la montaña más alta de la ciudad, sino que me iba a tomar alrededor de diez horas. No estaba acostumbrado a tanto ejercicio y mucho menos a tanta altura. Recuerdo que estuve a punto de renunciar pero de nuevo escuché esa voz en mi cabeza. 

-Hazlo - Me decía. 

-Hazlo, vamos - Repitió.

Lo haré me dije. 

Apreté fuertemente los sujetadores de mi mochila y camine junto al grupo por el sendero de la colina. La vegetación era abundante, los arboles eran altos y me sorprendió que no hubiera insectos. Las piedras estaban lisas pero incrustadas al terreno de tal manera que no hubiera riesgos de deslaves. Caminamos por al rededor de diez minutos hasta que por fín llegamos a la entrada. 

En ella había un letrero que decía "La montaña de dios, un lugar tan alto que hasta los santos le rezan" 

No necesitaba ser un santo para comenzar a rezar y definitivamente no necesitaba creer en una religión para saber que necesitaba creer en un dios para que salvaguardara mi viaje.



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