Capítulo 8: Por las calles de Madrid

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Un hotel en el centro de Madrid, cinco notas de voz y un ojo morado

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Un hotel en el centro de Madrid, cinco notas de voz y un ojo morado. Deduje que elegí aquel lugar para estar sola y a salvo, nadie debía de saber que estaba aquí. Decidí ir al baño a darme una ducha, esperando no olvidar todo en tan breve periodo de tiempo.

Mi teléfono sonó. Se trataba de Adrián, un oficial de policía que investigaba lo mismo que yo, a un cuarto atacante, nada menos que el que, al parecer, trató de matarme y me provocó este problema de memoria.

Por alguna razón, sentí que debía seguir adelante. Accedí a quedar con él, pero, antes de nada, comprobé en mi teléfono móvil su foto y sus anotaciones. Una de ellas decía: "No confíes en él". "Tendré que ser prudente" pensé entonces.

Caminé sola por las calles de Madrid. A cada rato, miraba el teléfono móvil para recordar hacia dónde iba. La gente paseaba con calma aquella mañana, en solitario, con amigos... todos parecían sumidos en sus pensamientos. Sentí envidia, a pesar del estrés de la ciudad, esa gente no tenía el problema de perder la memoria reciente a cada rato, no se veían obligados a realizar ese adicional esfuerzo que a mí me consumía tantas y tantas energías.

Adrián me reconoció enseguida. Nos dimos dos besos y me invitó a un restaurante de la zona. En todo momento se mostró paciente, cortés y cordial, consciente de mi problema de memoria, sabía mucho sobre mí.

-¿Un poco de agua? -ofreció con educación mientras comíamos. ¿Por qué no podía confiar en él? Parecía un buen chico, y era muy amable conmigo. No recordar me angustiaba sobremanera.

No fue hasta que terminamos de comer cuando mi acompañante tomó la iniciativa y sacó el tema de la investigación. -¿Estás al corriente de todo, Carla? -preguntó señalando mi teléfono móvil.

-Sí -contesté yo bloqueándolo y posándolo muy cerca de mí.

-Bien -prosiguió él-, como sabes, las cámaras se dañaron con la explosión y no han revelado gran cosa. -Yo asentí-. Quiero que mires esto -añadió mientras me enviaba una fotografía a través de Whatsapp.

Pude ver la cara de un joven. Tenía rasgos árabes, con oscuros ojos y negro pelo corto. -¿Quién es? -pregunté intrigada.

-Apunta -me indicó Adrián. Estaba claro que sabía que mi teléfono móvil era mi memoria-. Se llama Basim, sabemos que colaboró con el atentado. Tiene 29 años. 

-¿La habéis detenido?

-Aún no, pero le cogeremos -afirmó el oficial-. Si logramos confirmar que estuvo en el edificio el día del atentado, con total seguridad sabremos si fue él quien te atacó.

Apunté cada palabra que Adrián me dijo. Aquel cuarto tipo... no le recordaba. Tampoco tenía ninguna pista que me llevase a él. Ahora tenía más información, debía proseguir con la investigación, aunque si la policía no conocía su paradero... se hacía difícil que yo pudiera tomar la delantera.

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