Capítulo 8.

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No te dejes vencer, no te dejes callar.

—Canción popular



Observó con descaro a Steve en traje de baño. El cuerpo perfectamente torneado recibiendo el sol.

—Deberías unirte —gritó desde la playa—, el agua está tibia.

Sonrió y un minuto después reía contra las olas.

Steve lo sujetaba, sintió que más que su cuerpo las manos del rubio le tocaban el corazón.

Su alma se estremeció, cantando gustosa de encontrarse en sus manos, disfrutando del toque de la propia alma de Steve. Lo besó hasta que una nueva ola llegó y les entró por la nariz.

Tony estuvo seguro que sus risas podían escucharlas desde lo más recóndito del mundo.

Y el tiempo pasó. Disfrutaron tantos años juntos, y seguía sin ser suficiente. Nunca podría llenarse de él.

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Ojos eternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora