Kuru

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Editado 15/02/2018

Con esfuerzo, logré abrir los ojos. Al principio no me importó en dónde estaba, el sitio era tranquilo y cálido. Incluso mi cuerpo parecía rehusarse a moverse. Por primera vez, en demasiado tiempo, sentía paz. No existían las batallas, el odio hacia los titanes ni el terrible recuerdo del asesinato de mi madre. Ésas horribles imágenes al identificar cómo bajaba por la garganta del titán. Saber que su vida sólo sirvió para ser ingerida por esos gigantes. Cada día, ese pensamiento me recordaba el porqué inicié mi vida como militar; desobedeciendo incluso su última orden.

Una brisa levantó mi cabello. Haciéndome notar que no sabía en dónde me encontraba.  Frente a mi, solamente existía un vacío infinito. No podía moverme más no me importaba. Sabía que no existía peligro alguno en aquél extraño lugar. Quizás morí sin luchar, sin sacrificarme o debiendo algo. Quizás Mikasa y Armin se conmocionarían con la noticia. Sería el tema de conversación de muchos y me convertiría en la fallida esperanza de la humanidad. En aquél acontecimiento histórico que recordarían con decepción.

Si, viviendo o muriendo, de cualquier forma la gente esperaría muchas cosas de mí. ¿Y si simplemente todo fuera más sencillo? Un mundo donde no existieran los titanes, donde todos lograran conocer aquél mar que narraban en tantos libros o explorar nuevas tierras. Quizás si cerraba los ojos y permanecía en ese sitio, podría seguir en ese lugar por siempre. De pronto, un líquido extraño comenzó a descender en mi cuerpo. Las mismas gotas que descendían por mi rostro, deslizándose lentamente sobre mis labios.

Era sangre.

Un tejido vivo formado por líquidos y sólidos. Su sabor amargo era irreconocible.

De pronto, varias imágenes comenzaron a plasmarse en mi cabeza. Como si mis ojos intentaran mostrarme algo. Eran borrosas las figuras. Al principio, lucían como manchas hasta que poco a poco formaron una imagen. Se trataba de una persona usando el uniforme militar. Identifiqué su postura mientras usaba su equipo de maniobras 3D y una prenda en particular. Si, sólo existía una persona que conservaría esa vieja bufanda. Mikasa estaba mortalmente pálida. Tenía los ojos desorbitados como sino comprendiera su situación o tratara de asimilar su siguiente movimiento. Me miraba y parecía gritarme constantemente. Jamás la había visto de esa forma.

Sin aviso alguno, un brazo gigante salió de la nada y se impactó en el sitio donde estaba. Reconocí de inmediato su composición. Se trataba de un titán que intentaba aplastarla justo como un insecto que sólo te molestaba por breves segundos. Quizás por la superioridad humana, uno se creía con el derecho de acabar con una vida. Con justificaciones o no, el acto era uno de los más crueles: matar. ¿Eso nos diferenciaba de los titanes?, ¿tener la capacidad de razonar y asesinar de cualquier forma?

La figura de Mikasa saltó de entre aquella mano gigante. Mientras gritaba algo... no lograba identificarlo pero lucía realmente asustada. Como hacía tiempo no la había visto. De pronto, la mano volvió a atacarla. ¿Qué rayos le ocurría?, ¿por qué no se defendía? Sin embargo, la respuesta llegó más rápido de lo que imaginé.

Era yo quien intentaba herirla. De repente, una rara sensación se apoderó de mi ser. Una ansiedad extraña como si quisiera algo desesperadamente. Miré a Mikasa y de pronto, lo entendí todo. Mi forma titán quería comerla. Horrorizado, intenté moverme, salir de aquél lugar y rescatarla. No permitiría ver cómo otro ser querido era engullido y menos por mi mismo. De pronto, todo se volvió agobiante. El estar ahí, suspendido de la nada, el ver aquellas imágenes. Algo comenzó a hacerme presión en mi cuello. No respiraba. La sensación era frustrante, no identificaba el objeto que estaba ahorcándome. Sólo podía toser y contemplar el vacío... como mi madre lo hizo al caer por la garganta del titán... El olor del estómago del titán era indescriptible.

Blame it onDonde viven las historias. Descúbrelo ahora